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El viaje de Susana Díaz de secundaria a líder en 50 días

La recién nombrada presidenta de la Junta construye su propio espacio, marca diferencias con los veteranos socialistas y quiere forjar un perfil político distinto

Lourdes Lucio
Susana Díaz el día de la toma de posesión como presidenta de la Junta.
Susana Díaz el día de la toma de posesión como presidenta de la Junta.julián rojas

Cuando Susana Díaz dio el salto a la política regional y asumió el papel de número dos en el PSOE de Andalucía, en noviembre de 2010, hacer un perfil suyo contaba de partida con un inconveniente: era difícil hallar a alguien que destacara sus rasgos más positivos. Tres años después, lo raro ahora es encontrar a alguien que destaque los fallos. Este sábado hizo 50 días desde que tomara posesión como presidenta de la Junta de Andalucía, un tiempo muy corto en el que ha logrado acabar con la guerra civil en el PSOE andaluz, situarse en la escena nacional, marcar distancias o diferencias con sus mayores y conseguir no solo que la se la oiga, sino que se la escuche.

Con 39 años recién cumplidos, la primera mujer en ocupar la jefatura del Gobierno andaluz mantiene desde que subió al primer escalón de la política andaluza una agenda espectacular con dos caras: hay una que se sabe y se ve y hay otra, igualmente intensa, pero oculta. “Es como esos patos que ves en una laguna y crees que está mirando al horizonte, pero por debajo del agua está moviendo las patas a una velocidad impresionante”, afirma un experto en comunicación política, que agrega: “Va a toda hostia. No se sabe muy bien a dónde, pero que va sí”. Hasta desde el Partido Popular reconocen: “El que hubiera minusvalorado la figura de Susana Díaz, se equivoca. Es digna de tener en cuenta”.

Díaz está haciendo todo lo posible para fijar una imagen alejada de lo que algunos consideran un “cliché” prejuicioso sobre ella y otros califican de “leyenda negra”, como si su fama de mujer dura, desde que con 16 años entrara en la Juventudes Socialistas, fuera una invención malévola. “Ella hace eficazmente de killer o de defensa central de José Antonio Viera o de Griñán, pero cuando le toca ocupar el número uno no le interesa ese perfil político y lo intenta anular”, afirman casi con idénticas palabras un diputado socialista y un empresario de la comunicación, que apunta a que hasta ahora solo se conocía de la socialista el registro de mujer de partido.

En la agenda invisible de Díaz, que viaja a Madrid, al menos, un día a la semana, las horas que dedica a los medios de comunicación son muchas. A todos los niveles: desde los híper jefes, pasando por los super jefes, los grandes jefes, los jefes y la tropa, aunque aún no ha convocado una conferencia de prensa en San Telmo. Pero los contactos que mantiene con representantes del mundo económico, de los que pocos nombres han trascendido, tampoco se quedan atrás. No hace mucho se entrevistó con el patrón del grupo Planeta, José Manuel Lara, y la semana próxima lo hará con Isidro Fainé, el presidente del grupo La Caixa. También recibió en San Telmo al presidente del grupo Consentino, sin fotos de por medio, después de la reunión que mantuvo con una treintena de empresarios encabezados por Felipe Benjumea, del grupo Abengoa. Muchas de las entrevistas lo son a demanda, porque estos interlocutores la ven con proyección de futuro, más allá de su etapa como presidenta de la Junta.

La socialista ha dejado atrás el discurso populista y muy de izquierdas de los primeros días, por otro más españolista que puede generarle roces con sus socios de IU. Susana Díaz hace su debú en Madrid en una conferencia en el hotel Ritz en el que sorprende a los asistentes. En ese foro, no dice nada que no hubiera dicho antes en el comité director de su partido o en el Parlamento, pero sus palabras críticas con Zapatero sobre el Estatuto catalán —al que, por cierto, tanto le debe el de Andalucía— y su oposición a un referéndum sobre la independencia de Cataluña tienen una repercusión tremenda. ¿Por qué? “Porque lo dice con claridad”, “porque dice lo que todo el mundo piensa”, “porque en épocas de crisis, lo distinto es decir cosas obvias con un mensaje nítido”, responden tres fuentes.

La lectura que hacen algunos dirigentes del PSOE, pero también del PP, es que Díaz sorprende, además de por su juventud y ser mujer, porque marca su espacio en un momento de debilidad y atonía de la dirección federal socialista que pilota Alfredo Pérez Rubalcaba, donde hay mucha indefinición sobre el debate de Cataluña, que ahora parece que se empieza a corregir. Propone a Rajoy un pacto contra la corrupción con el que Rubalcaba discrepa y ejerce desde el primer momento su liderazgo marcando también distancias con Griñán prescindiendo no solo de todo su equipo, sino además verbalizando la marcha del expresidente. La frase “soy Susana Díaz Pacheco y esta es mi investidura. El señor Griñán ya no está”, provoca que muchos levanten la ceja, porque lo dice con una osadía no descortés que los veteranos ya no tienen o quizás nunca tuvieron. Tampoco acudió a votar su elección como senador por la comunidad.

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Díaz recuerda mucho al Javier Arenas de sus primeros años en Andalucía como líder del PP, como el decir cosas que parecen nuevas y no lo son, una buena memoria, no tener miedo a la calle y, sobre todo, la especialidad del regate político en corto.

En el ascenso de Díaz de secundaria a líder, muchas de las personas consultadas advierten de un riesgo: el del efecto champán o espuma, el no saber gestionar las expectativas. “Sí puede tener un problema para mantener el ritmo. Tiene que tener mucho cuidado con que no se produzca un desplome y coger velocidad de crucero”, afirma un socialista con muchos trienios. “Tiene habilidad y capacidad táctica y ahora tiene que demostrar si tiene estrategia a medio y largo plazo y eso tiene que concretarlo con hechos del Gobierno”, afirma otro veterano político, que aprecia que el Ejecutivo —salvo el consejero de la Presidencia, Manuel Jiménez Barrios— es endeble y poco avezado.

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