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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De la hipotensión al frenesí

Por contraste con todo lo anteriormente visto, la escasa pericia instrumental de The Pastels resultó hasta subversiva.

La segunda jornada de conciertos del Deleste se resintió de la abundancia de conciertos tibios. Cumplidores entremeses cuya funcionalidad no fue mucho más allá de la que muchas veces se le presupone a la letra pequeña de cualquier festival. Aunque su remate fuese arrebatador, no tuvo el sábado el carácter cien por cien proteico que había tenido el viernes. Además, las espléndidas actuaciones que habían ofrecido el día antes Toundra y, sobre todo, Julio De La Rosa, realzadas por ese extra de motivación que parece generar el extraordinario feedback que a veces se crea en el Auditorio (y que ayer se trasladó un piso más abajo), habían puesto el listón muy alto. Lo que sí funcionó a pleno rendimiento fue la afluencia de público, mayor aún que en la noche del viernes. La mejor garantía de continuidad, y síntoma de que la cita debe entrar en vías de consolidación.

Deleste Festival

Segunda y última jornada del Deleste Festival. Johnny B. Zero, Tachenko, Naima, Oso Leone, Ledatres, Pumuky, Mujeres, The Pastels y Triángulo de Amor Bizarro. Espai Rambleta. Valencia, sábado 19 de octubre de 2013.

No fue exactamente un entremés lo que habían esgrimido Tachenko por la mañana. Tomaron el relevo al batallador set de los locales Johnny B. Zero (quienes van apuntalando su propuesta sobre los escenarios y curtiendo los temas que deberían integrar su segundo álbum) en una franja matinal de puertas abiertas, con abundante presencia de niños. Y los zaragozanos extrajeron el mejor rédito del día a las condiciones sonoras del escenario secundario con su pop diáfano, pulcro, de tiralíneas. Defendieron sus estribillos inmaculados, sus armonías vocales canónicas y algún hit imposible como la contagiosa Dame una pista. Siempre cumplen, y siempre dan motivos para pensar que merecen más de lo que dan a cambio. Menos concurrida comenzó la programación vespertina, con los locales Naima desgranando los temas del estupendo A Trio Conspiracy. Partiendo del jazz menos ortodoxo y cada vez más cerca del rock, su exquisita aportación enriqueció la paleta cromática del festival. Y su relectura del Everything Reminds Me Of Her de Elliott Smith debería servir como curso acelerado para bandas noveles acerca de cómo desfigurar un tema sublime sin merma alguna en su emotividad, incorporándolo al lenguaje propio.

Los mallorquines Oso Leone, por su parte, enfilaron la pendiente por la que iba a discurrir casi toda la tarde: propuestas de sesgo esteticista sin demasiada fibra, propensas a la hipotensión cuando van servidas una tras otra. Nadie les negará su capacidad para esbozar sugerentes atmósferas sonoras (con la escritura folk como punto de partida, pasarían por unos Cuchillo con mucho menos filo, disculpen el chiste malo), pero su discurso resultó demasiado plano. Como un relato bien hilvanado al que no se le adivina la moraleja, da la sensación de que la forma (y no el fondo) sea para ellos un fin en sí mismo. Y tres cuartos de lo mismo cabe decir de los gaditanos Ledatres, cuya indefinición (estilística e idiomática) no les ayudó en absoluto a ganarse la atención de la audiencia. Fira Fem, como buenos ilusionistas sonoros que son (su pop de costuras electrónicas incorpora detalles kraut, psicodelia o tropicalismo) prometieron más de lo que acabaron dando. Quizá porque a su elegante propuesta aún le falte lo más importante: canciones irrebatibles. O quizá porque no fuera su noche. No contribuyó a disipar la inapetencia el set de Pumuky, del que muchos esperaban algo más. Su fórmula resultó reiterativa, abusando de las mismas estructuras, del mismo halo de trascendencia y de las mismas hechuras que decenas de bandas de este país, con lo que fue inevitable recordar lo de McEnroe hace un año. Y ya se sabe, las comparaciones suelen ser odiosas.

Por contraste con todo lo anteriormente visto, la escasa pericia instrumental de The Pastels resultó hasta subversiva. En un mundo dominado por ejercicios de estilo tan técnicamente intachables como carentes de tuétano, miméticos como una fotocopia, el irredento amateurismo indie de los escoces es todo un signo de resistencia. Con Gerard Love (Teenage Fanclub) al bajo, dieron una genuina, cálida y entrañable lección de pop independiente pata negra, reafirmada por versiones de Mike Nesmith (Different Drum) o Daniel Johnston (Speeding Motorcycle). De esas que, cuando quieres darte cuenta, ya te han dibujado una boba sonrisa en la cara. No se alargaron más de los tres cuartos de hora. Y como la noche a esas alturas ya demandaba una buena sacudida de electricidad, los catalanes Mujeres pusieron el recinto literalmente patas arriba con su destilación cafre de hierbas añejas (garage rock, rockabilly, punk picapedrero). Triunfaron sin reservas, claro. Y no les fueron a la zaga Triángulo de Amor Bizarro, en el mejor concierto que uno es capaz de recordarles: atronador muro de sonido, un repertorio que crece sin relajar la mandíbula y una ejecución del mismo totalmente anfetamínica. Un ciclón, con la mitad del público absolutamente enloquecida y la otra absorta. Y con toda la razón.

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