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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¡Patxi, quédate!

Si Patxi López se queda en Euskadi, que es lo que debe hacer, el socialismo vasco tiene alguna posibilidad de remontar el vuelo con cierta celeridad. En todo caso, podrá hacerlo mucho más rápido que si opta por el abandono. He dicho abandono a sabiendas, pues como tal lo entienden cuantos, afiliados o no afiliados al PSE, han cambiado impresiones conmigo al respecto. La legislatura en la que ha ejercido la Lehendakaritza, aún reciente, constituye un bagaje de gran valor, porque es evidente que supuso un haz de luz tras las sucesivas legislaturas del lehendakari Ibarretxe, plenas de dudas, en las que solo el plan que lleva su nombre alcanzó la efímera gloria. López ha sido capaz de serenar la política vasca a pesar de que el nacionalismo se empeñara una y otra vez en el intento de convertir el debate político en un simple intercambio de reproches.

El socialismo vasco debe seguir siendo la alternativa real al actual Gobierno nacionalista. Y eso solo será posible en la medida en que consolide las pautas marcadas durante el Gobierno último. El acuerdo que ha firmado con el PNV, y con el lehendakari Urkullu, no hace otra cosa que prorrogar la legislatura de Patxi López. La reforma fiscal acordada había sido propuesta por López en muchas ocasiones, si bien el socio de gobierno de entonces, el PP, no parecía el adecuado para llevarla a efecto. Del mismo modo, solicitar en aquel momento colaboración al PNV, opositor y cabreado, hubiera sido como pedir peras al olmo.

Por tanto, ahora que las tesis socialistas se han abierto camino, bueno será que permanezca en la liza quien tantas veces las intentó activar. Además, el acuerdo PNV-PSE ha nacido de una evidencia certera: Euskadi necesita pocas estridencias y buenas dosis de estabilidad. Ambos ingredientes quedan garantizados con Patxi López al frente del socialismo vasco. ¿Estarían garantizados con otros protagonistas? Desde luego que no con la misma contundencia.

Desde la llegada de la democracia, los socialistas vascos hemos visto cómo los sucesivos líderes han dado la impresión de utilizar el crédito adquirido aquí como trampolín para ubicarse en Madrid. Así ocurrió con Txiki Benegas, que derrotó al mismísimo PNV en unas elecciones autonómicas; con Ramón Jáuregui y con Nicolás Redondo. Pudiera ser que ahora se reprodujera el mismo esquema. Si así fuera el socialismo vasco debería reestructurarse de nuevo, pero con el hándicap importante de que ahora los socialistas ocupan el tercer lugar en el Parlamento vasco.

Si López se va, el liderazgo del socialismo vasco puede verse profundamente debilitado

Es evidente que las aspiraciones personales son cosa de cada cual, pero la política exige que tales aspiraciones deban ser interpretadas teniendo en cuenta algo más que lo meramente personal, como son el servicio a la ideología y al partido político en que se sustenta. En ese sentido, la continuidad de López en la política vasca es una garantía para los socialistas, para la izquierda y para la sociedad vasca.

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Dado el importante paso de acercar posturas que parecían irreconciliables entre nacionalistas y socialistas, tras los desencuentros provocados por la cicatería de Ibarretxe y la desconfianza de Redondo, que fue quien rompió el Gobierno de coalición entre el PNV y el PSE, conviene que los contenidos del actual acuerdo sean administrados con mimo por quienes deben sentirse más responsabilizados: Urkullu, como lehendakari, y López como principal inspirador de los contenidos del pacto.

Será bueno para todos. Va siendo hora de que los socialistas vascos, fieles a nuestra condición de ser el partido político, de los actualmente existentes, que antes se implantó en Euskadi, concedamos a nuestra misión en este lugar la importancia y la trascendencia que tiene. El compromiso del PSOE con la sociedad vasca comenzó a fraguarse diez años antes que el del siguiente partido en implantarse, que fue el PNV. La ideología socialista siempre encontró el mejor caldo de cultivo en la sociedad vasca, variada y compleja, en la que el desarrollo industrial y minero, con sus industrias complementarias y auxiliares, compartió rigores con el comercio y el sector primario. Hoy, nuestra sociedad no es la de entonces, pero sigue siendo exigente y un buen campo de prueba para el socialismo moderno.

Puede ser que mi llamada no llegue a surtir efecto; que Patxi López opte, por voluntad propia o por imploración ajena, por acudir a la endiablada lucha por el liderazgo del PSOE, pero estoy convencido de que, en este preciso momento, son bastantes quienes pueden ocupar la secretaría general del PSOE, mientras que el liderazgo del PSE puede verse profundamente debilitado si él se va. Por eso, ¡Patxi, quédate!

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