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Concursando con chocolate

Ocho cocineros compiten por la mejor especialidad pastelera

Concurso a la mejor especialidad pastelera con chocolate.
Concurso a la mejor especialidad pastelera con chocolate.Estefanía Bedmar

“Estoy un poco nervioso”, admite Óscar Monteserín. Ha llegado desde Asturias con una maleta llena de ingredientes y el objetivo de ganar el sexto concurso a la mejor especialidad pastelera con chocolate. Su Sweet sushi es una de las ocho recetas finalistas -entre unas 60 presentadas- que ayer competían para el premio de 2.000 euros otorgado por el Gremio de Pastelería de Barcelona y a la empresa del licor Anís del Mono.

En 45 minutos los cocineros debían finalizar la presentación de los postres. Después siete jueces puntuaban sus recetas. Premisas para participar: tener experiencia gastronómica y que las recetas contengan chocolate y anís. “Lo más difícil ha sido mezclar el té verde temacha con el arroz de leche y anís. Una cosa es la idea, la otra el gusto”, explica Monteserín, creador de unos makis convertidos de salados a dulces y de una salsa de chocolate mimetizada en un bote de soja. Apasionado de cocina japonesa, no se resistió al desafío de experimentar con ella.

Para la concursante María Selyanina, activa bloguera rusa de gastronomía, el reto era distinto: “Muchos rusos no soportamos el anís. Hay un medicamento muy común del mismo sabor”, aclara. Pero la unión de fresas y licor catalán “suaviza el gusto de ambos”, se alegra Selyanina. Gane o no el concurso está satisfecha: su receta gusta a sus compatriotas.

Mientras los participantes glaseaban y perfeccionaban sus composiciones, cada vez más narices se pegaban a la fachada acristalada que separaba los concursantes del público. Ojos hambrientos se movían desde los brownies de chocolate blanco, zanahoria y anís -exhibidos en forma de barritas y en elegantes confecciones- hasta el Eclair de Sant Joan o el Regalo de Anís, y las bocas se hacían agua al ver la pila de Macaróns del Mono de colores rojos y verdes.

A pesar de ser observado, el concurrente Bartoméu Arbona se movía con una calma destacable: con cuidado posicionaba flores de anís estrellado en medio de sus Cañas de convento. Había una razón: “Cocino según el movimiento Slow Food. Con paciencia y cariño.” Psicoterapeuta en paro, abre un horno donde junta su pasión gastronómica con otra predilección: cocinar recetas históricas, como esas cañas de inspiración conventual mallorquina de hace más de 300 años.

Otra presentación destacó por su finura: la argentina Carolina Lourenço colocó bajo bomboneras minimalistas diferentes Rogels, unos pastelitos crujientes de chocolate de azafrán y naranja para contrastar con el anís. También en Valencia donde ejerce como jefa de cocina en un gastrobar prepara miniaturas gastronómicas. “Los postres son mi punto débil”, confiesa Lourenço. Se refiere a su gula y no a su talento. Por elección unánime, ha sido ella quien ha ganado el premio de 2.000 euros. Con ellos comprará material de cocina para seguir creando recetas con personalidad.

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