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40 años de travesía

Saval revisa su obra con una antológica en el Centro de Exposiciones de Benalmádena

'La hija del pirata', de Lorenzo Saval.
'La hija del pirata', de Lorenzo Saval.

Adentrase en el universo del polifacético artista Lorenzo Saval (Santiago de Chile, 1954) supone verse sacudido por infinidad de sensaciones. Las que provocan sus imaginativas creaciones, obras surrealistas que invitan al espectador a embarcarse en una singular travesía que parece no tener fin. Pintor, editor y escritor, Saval lleva unos meses restándole atención a su querida criatura de papel, la revista de poesía, arte y pensamiento Litoral, por la que obtuvo la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes en 2006, para prestárselo a otras criaturas salidas de su imaginación, personajes que han acompañado a este enamorado del mar y de los barcos en los últimos 40 años de travesía.

Hasta 150 obras entre pinturas, collages, esculturas y objetos se reparten en las cuatro plantas del Centro de Exposiciones de Benalmádena, espacio que acoge hasta el próximo 15 de diciembre Supense, 1976-2013, la primera exposición antológica de la extensa obra de Saval.

Desde El telegrama (1976) hasta la serie de mujeres inédita y acabada para la ocasión, las piezas reciben al visitante, al arrullo del jazz contemporáneo que el artista suele escuchar mientras trabaja. Allí están sus surrealistas collages, faros que alumbran el espacio sideral, aviones con formas humanas, peces con alma, ángeles de piedras preciosas, una galáctica con tacones, astronautas y mujeres con pechos generosos, además de las portadas de la revista Litoral. Junto a ellas, los trabajos que realizó para discos de amigos como Joaquín Sabina, Miguel Ríos o Joan Manuel Serrat o los dibujos que ilustran muchos libros, especialmente de poesía.

'Cazadores de zeelines', de Saval.
'Cazadores de zeelines', de Saval.

Y, como no, figuran sus queridos barcos, “románticas criaturas hechas de humo, hierro y adioses”, mascarones que cortan el viento y zepelines que surcan ciudades imposibles y pretenden aterrizar sobre rascacielos. “Los barcos son una obsesión. Solo verlos me hace vibrar, lo mismo que me pasa con los zepelines, que son unas naves misteriosas, casi como ovnis, con un punto poético en su figura”, señala Saval.

Sorprenden también las esculturas, como El titán, técnica en la que Saval se ha adentrado con gozo en los últimos años. “Esta exposición llega en un momento de cambio. Cambios que me han llevado a la escultura, a los ensamblajes, a explorar los volúmenes. En los cuadros más recientes he profundizado en la investigación de las tres dimensiones, con varios planos superpuestos que ofrecen un juego de luces y sombras que me parece muy sugerente”, explica Saval sobre la muestra, en la que pensó introducir también audiovisuales, algo que, asegura, hará en exposiciones futuras.

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“Me siento extraño, porque es como volver al pasado e ir caminando en el tiempo. Ahí está mi mundo entero. Es raro ver la evolución de mi obra y los personajes que utilizaba, el peso que tiene la literatura, ya que mi obra tiene mucho de ese género”, afirma el artista, quien resalta que cada creación suya tiene una historia que contar.

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