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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Melodías inolvidables

Los gobernantes del PP han oído y repiten el eco de la mayoría silenciosa, su nueva consigna, una expresión que estuvo de moda en los años setenta

Me suenan las armonías que, gracias a la noticia publicada en estas páginas por Esperanza Codina, oigo en el bando de la alcaldesa de Fuengirola, Esperanza Oña, del PP, donde, entre otras cosas, prohíbe amenizar las fiestas del Rosario con música de distintos géneros, aunque autoriza “todo tipo de músicas siempre que estén interpretadas en español”. Me sonaban los ritmos del bando ferial y busqué en viejos boletines oficiales del Estado alguna antigua disposición en defensa de lo español. Encontré en el BOE del 17 de mayo de 1940 una orden del Ministerio de la Gobernación, firmada por el ministro falangista Serrano Suñer: “Queda prohibido en rótulos, muestras, anuncios, etcétera, el empleo de vocablos genéricos extranjeros”. Estaba recién acabada la Guerra Civil de 1936.

Supongo que la proscripción de músicas bárbaras como el funk, rap, reggaeton, electrónica, metal, alternativa, hip hop, reagge, heavy metal, country, punk, gótica y ritmos latinos en general, según enumera la alcaldía, no se hace “por un mezquino espíritu de xenofobia, sino por exigencias del respeto que debemos a lo que es entrañablemente nuestro, como el idioma”, según explicaba la orden de 1940. Con el bando de Fuengirola la disposición de Serrano Suñer comparte la manía por la catalogación minuciosa, como si el autor temiera que algo se le escapara: no podían ser extranjeras las “denominaciones de establecimientos o servicios de recreo, industriales, mercantiles, de hospedaje, de alimentación, profesiones, espectáculos y otros semejantes”. Pero a la alcaldesa del PP y a los concejales de Fuengirola, incluidos los socialistas, que aprobaron el bando ferial se les escaparon el rock, el pop y el jazz.

Suenan estos días palabras eternas, o fuera del tiempo, remotas, como las que captan los espiritistas que experimentan con grabadoras y registran en el silencio y en los ruidos de fondo inesperadas voces de fantasmas. También los actuales gobernantes del PP han oído y repiten el eco de la mayoría silenciosa, su nueva consigna, una expresión que, copiada de la política conservadora americana, estuvo de moda en los años setenta del siglo pasado entre franquistas recalcitrantes pero renovadores. Circuló mucho en discursos, declaraciones, noticias, opiniones, cartas a los periódicos, en la radio y en la televisión, en la publicidad, en los chistes.

La novedad de hoy, la mayoría silenciosa, sonaba ya añeja en 1975, cuando servía para anunciar chalés en la prensa de Sevilla. El anunciante, Petit-Simón, identificaba a la mayoría silenciosa con los niños, sin voz para elegir casa, y decía a los mayores, gente con uso de razón y ganas de hablar y dejar de callar: “Venga y vote por ellos”. Aún vivía Franco, no había elecciones democráticas en España, pero los publicistas presumen de adivinar los deseos secretos del público. La propaganda de los órganos eléctricos Hammond ofrecía en 1973 “entrar en un mundo de lujo y de placeres insospechados”. El eslogan era contundente: “Abandone a la mayoría silenciosa y acompáñenos en la re-vo-lu-ción musical”. Por los mismos días de 1973, el 26 de febrero, el presidente del Gobierno, Arias Navarro, definía a la mayoría silenciosa en rueda de prensa televisada: la componían españoles “propicios a la intimidad de sus problemas, a su trabajo, a sus quehaceres”, la mejor garantía de asegurar la continuidad del régimen franquista, “inmensa masa hacia la que el Gobierno siente simpatía y gratitud por la comprensión, por la asistencia y por el testimonio de adhesión que en ella encuentra”.

Iba en julio de 1975 el entonces ministro de la Gobernación a Granada, a inaugurar un hotel con el de Información y Turismo, y decía que “la efigie de la España real” era la mayoría silenciosa, “españoles que trabajan en orden y en paz”, y no los polucionados por la política. En 2013 Dolores de Cospedal, secretaria general del PP, distingue entre los que hacen algaradas y la mayoría silenciosa que quiere levantar a España, “la mayoría silenciosa de buenos españoles”, como dice la ministra de Trabajo, Fátima Báñez. El 3 de marzo de 1973 Mingote publicaba un chiste en Abc: se ve una manada vociferante, bocas aulladoras en un campo de fútbol, y el pie de la viñeta define: “La mayoría silenciosa”. En Ya, el 9 de mayo de 1975, Galindo dibujaba a un niño que berrea en brazos de su madre. La madre dice: “Desde luego este nene no va a pertenecer a la mayoría silenciosa”. Quizá se equivocaba, y ese niño de 1975 pertenezca hoy a la mayoría silenciosa.

Justo Navarro es escritor.

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