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Un testigo clave dice que dos policías recibían 6.000 euros al mes del Saratoga

El confidente que destapó la trama de los burdeles se ratifica en el juicio, acusa a dos mandos del Cuerpo Nacional de Policía y denuncia amenazas para que guarde silencio

Jesús García Bueno
Algunos de los acusados en la trama de corrupción policial en torno a los burdeles Riviera y Saratoga.
Algunos de los acusados en la trama de corrupción policial en torno a los burdeles Riviera y Saratoga. JOAN SANCHEZ

Manuel Gutiérrez Carbajo no se arredró. El confidente que destapó la trama de corrupción policial en torno a los prostíbulos Saratoga y Riviera (Castelldefels), ratificó ayer, en el juicio, sus acusaciones contra un comisario y un inspector del Cuerpo Nacional de Policía. Impetuoso y desafiante, alzando la voz cuando lo estimó oportuno, Carbajo afirmó que, a lo largo de cuatro años, presenció entregas mensuales de dinero en sobres —de 6.000 euros cada una— de los dueños del Saratoga a los mandos Luis Gómez y Andrés Otero.

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A cambio, éstos avisaban con antelación de las redadas en el local para que los empresarios pudieran apartar a mujeres en situación irregular y a las menores de edad.

Carbajo denunció que ha sido víctima de amenazas desde el inicio de la investigación. La primera vez, un día antes de declarar ante la Fiscalía Anticorrupción, cuando Gómez le advirtió, por teléfono, de que debía guardar silencio o, de lo contrario, “desenterraría las armas”. Hace poco, un motorista se paró junto a él en la calle y le dijo que lo mejor para él era que no acudiese a declarar.

Las presuntas amenazas no sirvieron para impedir que el acento sevillano de Carbajo resonara con vehemencia en la sala de vistas. Tampoco funcionaron los intentos de la defensa por minar su credibilidad. Los abogados recordaron que el confidente está imputado por tráfico de drogas en un juzgado de Barcelona que también investiga una red de corrupción policial que afecta a los Mossos d’Esquadra. En ese caso, curiosamente, uno de los imputados por “proteger” a Carbajo es el inspector Antoni Salleras, que dirigió la investigación sobre el Saratoga-Riviera y hoy declara como testigo. La presidenta del tribunal impidió que se ahondara en esa vía.

El testigo clave de la trama de los burdeles fue explícito y prolijo en detalles. Carbajo admitió que le unía una relación de amistad con el comisario y el inspector “Nos íbamos de putas y pagaba yo”. Además, eran sus clientes. El confidente regentaba un concesionario de importación de coches en Martorell, y Gómez y Otero figuraban entre sus compradores. En el concesionario se entregaban, presuntamente, el dinero. Después, todos se iban a comer a un restaurante. “Yo no sacaba nada ni de los sobres ni de las putas; solo les vendía coches”, afirmó Carabajo, que ni siquiera sabía, dijo, cómo se repartían el dinero los dos mandos.

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Los sobornos se sucedieron mensualmente entre 2002 y 2005, hasta que Carbajo pidió a los policías que dejasen de usar su negocio para los intercambios. El confidente reconoció que también fue intermediario en el pago de una operación para la hija de un policía y en la compra de relojes para la mujer de Otero en la joyería Rabat de Barcelona. Carbajo negó otro de los argumentos que expusieron las defensas para desacreditarle: que se enemistó con los dueños del Saratoga por un conflicto laboral con su esposa y que pidió ayuda a Otero para chantajearles.

Dos exempleados de los clubes declaran que la policía avisaba con antelación de redadas

Más allá de las acusaciones sobre sobornos, Carbajo deslizó perlasque dejan en mal lugar a los policías y a los dueños de los burdeles. Al inspector Otero le acusó de traficar con joyas robadas; al encargado del Saratoga, de vender cocaína en el club a clientes VIP; y a otros policías sin identificar, de trasladar a las prostitutas antes de las redadas. “Los taxistas y los policías se llevaban a las chicas a otro club y a pisos que tenían alquilados en Castelldefels”.

La declaración de Carbajo fue, en cambio, un balón de oxígeno para los otros dos inspectores de Extranjería acusados: Abundio Navas —dijo que no lo conocía de nada— y Javier Martín Puyal, alias Jordi. El confidente confirmó lo que el propio Jordi declaró hace unos días en el juicio: que supo de los sobornos e intentó infiltrarse, haciéndose pasar por corrupto, para destapar la trama. La fiscalía mantiene una tesis distinta y pide para él 44 años de cárcel: considera que, cuando supo que sus jefes recibían pagos periódicos, quiso participar en el negocio y se ofreció... a mitad de precio.

Las magistradas de la Audiencia de Barcelona quisieron saber por boca de Carbajo, cliente habitual, cómo funcionaba el Saratoga para averiguar si sus dueños se lucraban con la prostitución ajena. El confidente explicó que era “como cualquier otro club”: el precio se pactaba con la chica y variaba por el tipo de habitación o el alcohol. El testigo detalló, además, que los dueños cambiaban cada seis meses a las chicas. “Los clientes se cansan de ver a la misma siempre”, dijo.

“Mi jefe me decía que había que hacer ‘limpieza”, sostiene un encargado

Otros dos testigos apuntalaron en la sesión de ayer la tesis del fiscal. Avelino Bonilla fue encargado del club Riviera cuatro años, hasta 2000. Afirmó que el dueño, Antonio Herrero, le avisaba cuando iba a producirse una redada. “Me decía que había que hacer la limpieza”; o sea, retirar a las chicas. El encargado nunca quiso saber de dónde obtenía su jefe esa información privilegiada. Bonilla, que reconoció su buena sintonía con Carbajo, añadió que las chicas pagaban 60 euros por habitación y noche y que trabajaban allí “libremente”.

Liberto Rodríguez, jefe de barra del Saratoga entre 2003 y 2006, negó en un primer momento que los dueños del local le avisaran de las inspecciones. Eso era lo contrario de lo que había declarado en fase de instrucción y el fiscal anticorrupción Fernando Bermejo saltó ante la contradicción. El fiscal le advirtió de que, como testigo, debe decir la verdad o atenerse a las consecuencias. El camarero rectificó —“estoy nervioso, ha pasado tiempo”— pero acabó reconociendo que sí, que incluso oyó hablar de los sobres y que los policías aparecían a menudo por el club. En esos casos, su jefe era claro: “Estos que tomen lo que quieran. Y no les cobres”.

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Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.

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