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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El deterioro del mundo

Ni la Ciudad de las Artes, ni la de la Luz en Alicante, ni Terra Mítica ni el aeropuerto de Castellón eran necesarios para nada ni para nadie

Si hasta Holanda, renuncia a fomentar el bienestar social, montados los anunciantes en carroza dorada, no sé qué va a ser de todos nosotros. Es posible que desaparezcamos antes que las carrozas donde pastan sus paseos esos y otros reyes, si se cumplen los designios de un alto cargo de la sanidad valenciana que afirmaba sin sonrojarse que mejor que nadie acuda a los centros hospitalarios porque eso cuesta dinero. Pero hasta un bocadillo sin mezcla, como se decía antes, cuesta algún dinero, salvo que lo birles de la panadería y entonces te enchiqueren, así que esta es la hora en que nadie sabe qué se puede hacer para bordear la miseria y conseguir que los hijos de los pobres vayan al cole, si disponen de alguna instalación digna de ese nombre, después de mordisquear de buena mañana algo que no sea la punta del lápiz. Y el resumen de todo esto bien podría ser que la derecha ha sabido hacer a la perfección lo que siempre ha hecho, aunque ahora provista de instrumentos más sofisticados que antaño, mientras que la izquierda se ha quedado como atontada sin saber del todo o de nada de dónde le venían las hostias y qué se podía hacer frente esa ordalía del capitalismo tan educado en según qué instancias como salvaje en sus propósitos.

Lo cierto es que el mundo se estropea cada vez más como un estropajo demasiado usado y que la mayoría de sus habitantes ya no saben qué diablos hacer para acabar no ya la semana, sino ni siquiera el día, y menos aún cómo empezarlo. A menudo, produce cierta grima ver telediarios y enterarte así de un montón de desgracias ajenas que siempre carecen de inductores, y si se mira más de cerca, entre nosotros, la cosa es todavía más penosa: ni la Ciudad de las Artes y las Ciencias, ni la de la Luz en Alicante, ni Terra Mítica junto a Benidorm ni el aeropuerto de Castellón eran necesarios para nada ni para nadie, salvo para los que pensaban sacar su provecho de todo de todos esos tinglados de la antigua, y ahora se convierten en un engorro (siempre lo han sido) más que en otra cosa cuya desventura final tendrán que abonar los contribuyentes valencianos, buen parte de los cuales ni siquiera están ya en condiciones de preguntarse a santo de qué deben subvencionar las estafas con las que otros se enriquecieron.

Ser pobre es una de las circunstancias más cansadas de este mundo, y estar mano sobre mano en el paro de larga duración no hace más que prolongar una agonía sin remedio. En una Comunidad como la valenciana, en la que hasta los presuntos brotes verdes empiezan a convertirse en ranas sin alcurnia, los graves errores cometidos por sus dirigentes políticos en cualquier cuestión que se examine con alguna minuciosidad son de tal envergadura que para echarse a temblar, sobre todo porque no se ve por ningún sitio ni asomo de contrariedad ante las atrocidades cometidas ni, menos todavía, el acto de contricción previo al diseño de cualquier otra perspectiva. No hacer lo que se debe es hacer lo que no se debe. Y en eso ningún Cotino se dará por aludido en los mensajes del papa Francisco.

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