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Muere el poeta Juan Luis Panero a los 71 años en Torroella de Montgrí

El literato ha sido incinerado en el tanatorio de Palafrugell, en una ceremonia íntima

Juan Luis Panero, en una foto del año 2000.
Juan Luis Panero, en una foto del año 2000.Pere Duran

El poeta Juan Luis Panero murió el pasado lunes en Torroella de Montgrí (Girona) víctima de un cáncer. Hoy ha sido incinerado en una ceremonia familiar en Palafrugell. Nacido en Madrid en 1942, el pasado día 9 había cumplido 71 años. Era el mayor de los tres hijos del poeta Leopoldo Panero y  protagonista -junto a sus hermanos, Leopoldo María y Michi, fallecido en 2004- del hoy mítico documental de Jaime Chávarri El desencanto (1976), una demolición en toda regla de los pilares de autoridad y pudor de la familia tradicional española. En aquella película Juan Luis hacía de sí mismo en el papel de esteta decadente, una señal tanto de su literaria afición al fracaso como de su propio destino, porque el viento de la época era más favorable al malditismo de su hermano Leopoldo, uno de los nueve novísimos de Castellet.

Juan Luis Panero siempre fue un poeta de línea clara, narrativo, clásico en el mejor sentido de la palabra, cernudiano, borgiano en lo que ese adjetivo tiene de confusión entre vida y literatura. Durante buena parte de su carrera, su obra estuvo relegada por la atención que suscitaba la de su indomable hermano Leopoldo –el loco oficial de la literatura hispana- y por las corrientes neovanguardistas del 68. El giro hacia la claridad que dio la lírica española en los años ochenta del siglo pasado rescató una voz poética que se había iniciado en aquel inefable 1968 con A través del tiempo, que en 1985 recibió el Premio Ciudad de Barcelona por Antes que llegue la noche y que tres años más tarde se convirtió en el primer ganador del Premio Loewe con Galería de fantasmas.

En 1997 la editorial Tusquets publicó su Poesía completa, que incluía seis libros a los que se uniría Enigmas y despedidas (1999), otro paso en un camino cada vez más consciente del transcurrir del tiempo, es decir, de la muerte. Fue su último libro de poemas. Meses después apareció Sin rumbo cierto, sus memorias conversadas con el profesor y crítico Fernando Valls. Con él obtuvo el Premio Comillas de autobiografía.

Después de pasar largas temporadas en Latinoamérica, donde trabó amistad con autores como Juan Rulfo u Octavio Paz, Juan Luis Panero se instaló con su mujer en Torroella de Montgrí. De allí solo salía para coloquios y lecturas de poemas en los que declamaba cavernosamente sus versos, hablaba de su remota infancia en Londres -donde su padre dirigía el instituto franquista de cultura sin dejar de tratar a los exiliados, Cernuda entre ellos- o de sus delirantes años como interno en un colegio de El Escorial. En aquella salidas últimas se interesaba también por el trabajo de los más jóvenes, bebía vino blanco y recibía sin engolar la pose la admiración de lectores para los que ya no era el hijo de ni el hermano de sino el autor de una obra tan cargada de la literatura de los otros –Eliot, Cavafis, Cernudamismo - que resulta absolutamente personal, inconfundible.

“Frente a mí, imperturbables, desveladas,/pasan, en silencio, vida y muerte,/evitando, con un rictus cansado,/este fantasma insomne, este papel en blanco,/esta hoguera apagada que perdura”. Son las palabras finales de un poema de su primer libro, pero podrían haberlo sido del último porque Juan Luis Panero escribió siempre variaciones sobre un mismo tema: la vida, su vida, la muerte, su muerte.

'Extraño reino' (publicado en Babelia en 2002)

JUAN LUIS PANERO

Un sueño desolado y exacto

real e irreal como la vida

y una misteriosa escenografía,

inquietantes ilustraciones de novela gótica

o borrosas prisiones de Piranesi,

y entre ruinosos arcos, derrotados muros,

los rostros de algunos desaparecidos,

palabras imprecisas -sueño dentro del sueño-

y la mirada intensa de una mujer

salvada del tenaz estrago de los años.

La sensación de estar en un infierno helado

y, de pronto, al despertar la luz del sol,

inesperada y brillante luz de enero.

Con toda esa materia derrumbada

y el repetido rumor del reloj de la muerte

he construido este extraño reino:

espejos rotos donde el sol se refleja.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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