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“La ciencia emociona como el arte”

El humorista Juan Carlos Ortega explica en el libro ‘El universo para Ulises’ historias, principios y teorías científicas “para quien no sabe nada de nada”

Blanca Cia
Juan Carlos Ortega, autor del libro El universo para Ulises.
Juan Carlos Ortega, autor del libro El universo para Ulises. toni ferragut

Una discusión entre el universo y la física en la que se echan en cara que no se entienden —el físico le espeta al universo que tiene demasiadas partículas y éste le replica que a él le sobran teorías— , o un encuentro sentimental entre la física cuántica y la teoría de la relatividad —“Hace tiempo que tenemos que hablar”, le dice una a otra con Albert Einstein como testigo—. Todas esas imágenes y ejemplos son utilizados por el humorista Juan Carlos Ortega en El Universo para Ulises. Un libro que ha escrito con la “humilde” idea de explicar cosas de la ciencia “a quien no sabe nada de nada”.

Ortega es un apasionado de la ciencia aunque no por formación, sino por afición o “devoción” , como dice él. Actualmente presenta el programa de divulgación cultural La mitad invisible, en La2, y con anterioridad dirigió Historia de la Ciencia, en RNE. El humorista —que inició su carrera con Javier Sardà en La Bisagra en Radio Nacional— colabora diariamente en otros programas de radio de la Cadena SER. Cuenta que desde pequeño le gustaba la ciencia: “Yo quería ser físico”.

No lo hizo. Después de una primaria desastrosa —cuenta que suspendía casi todo— optó por intentar ser relojero. “Exactamente estudié Formación Profesional de micromecánica para ser relojero. Abandoné, dejé los relojes aparcados y me fui a la radio. La ciencia siempre me obsesionó, devoré todos los libros de Isaac Asimov y todo lo que caía en mis manos. Pero pasó el tiempo y no hice la carrera de física. Tal vez por todo eso, en mi humor, la ciencia está muy presente, la mezclo”.

“A los científicos,

El libro es un relato un tanto figurativo que le hace a su hijo, Ulises: “En realidad, explico las cosas a quien no tiene ningún conocimiento científico. Cero. Los libros de divulgación científica dan por supuesto que el lector sabe algo”. Por qué caen las cosas, por qué no se cae la luna, la teoría de la gravitación de Newton, para que sirve la trigonometría, los números enteros, Aristóteles, Demócrito. Fenómenos, teorías, científicos y filósofos desde los de la antigua Grecia hasta el siglo XXI van sucediéndose de una forma divertida y hasta un punto didáctica.

Ortega recurre a dibujos y a ideas —un punto infantiles —para apoyar sus explicaciones. Por ejemplo, describe una carrera enloquecida de electrones por el cable cada vez que conectamos un enchufe. “Se necesitan muchas imágenes. El estudio de la ciencia siempre ha sido muy teórico y duro, te echaba para atrás y eso ha pasado porque se basa en la razón y no en la emoción”, afirma. Hay bastantes guiños de humor: “No es un libro de ciencia humorístico aunque hay algún gancho. No lo puedo evitar: no por mi profesión, sino porque soy así”.

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Desgrana datos curiosos de algunos científicos y pensadores y circunstancias en sus vidas que que resultaron determinantes. De Galileo Galilei explica que fue una infección en un ojo lo que le valió para salir del convento donde estudiaba para ser religioso. “Ya no volvió y luego fue uno de los protagonistas de la revolución de la ciencia moderna. Lo que no se sabe tanto es que Galileo tuvo una vida personal muy azarosa, que se gastaba el dinero que tenía, y el que no tenía, en juergas y mujeres y que perseguían a su madre en Pisa por eso”. De los problemas que tuvo con la Iglesia y la Inquisición, ni los comenta: “No, eso ya se sabe”.

El libro cuenta

El libro tiene dos partes. Una, la más fácil, desde la antigüedad hasta el siglo XX; la segunda —que titula El universo incomprensible— ya es más compleja. Ortega explica que sometió el libro a la opinión de científicos: “No quería hacer ningún panfleto. Tal vez parezca que lo cuento como a un niño pero todo está contrastadísimo”.

De alguna manera, el libro intenta unir ciencia y arte. Sostiene Ortega que la ciencia emociona igual que la pintura. “A los científicos, como Newton o Einstein, les admiramos de manera fría, nos impresionan. En cambio, a Picasso le admiramos de forma caliente. Y a veces es tan complicado entender el cubismo como la relatividad. Además, hay cosas fantásticas de la relación entre el arte y la ciencia. Por ejemplo, la demostración de la existencia de los átomos. Pues fue Einstein (1905) el que observó algo tan bonito como que el polen de las flores crea un baile azaroso en el agua y demostró que ese movimiento se debe a que los átomos de la superficie del agua golpean el polen”.

A Ortega se le iluminan los ojos cuando lo explica: “Es que es emocionante”.

 

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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