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Las intensas lluvias agravan la contaminación por purines en Osona

Las precipitaciones arrastran el residuo de los cultivos a ríos y acuíferos

Restos de purines en el torrente de las Paganes, en Esquirol Santa Maria de Corcó.
Restos de purines en el torrente de las Paganes, en Esquirol Santa Maria de Corcó.

Las intensas lluvias registradas este año en gran parte de Cataluña han dejado los embalses al máximo de su capacidad, una imagen que hacía una década que no se veía. Buenas noticias para Cataluña, acostumbrada a épocas de sequía. Pero no todo son buenas nuevas. Las copiosas precipitaciones han vuelto a poner de manifiesto un problema endémico: la excesiva concentración de purines en zonas como la comarca de Osona. Y es que el agua caída ha provocado que estos contaminantes acumulados en las capas bajas de las tierras de cultivo se filtraran hasta los ríos, torrentes y aquíferos.

El fenómeno se ha producido con especial virulencia en varios torrentes, como en el de las Paganes, en el municipio del Esquirol Santa Maria de Corcó, donde los purines —excrementos y residuos de la cría del cerdo, utilizados como abono— se concentran en la superficie del agua formando densas capas de espuma. “La alta concentración de purines en los campos han sido lavados por la lluvia y han ido a parar al agua”, explica Trini Molist, miembro de la entidad ecologista Grupo en Defensa del Ter (GDT).

Los acuíferos de Cataluña presentan restos de anitibióticos

La organización ecologista ya denunció el pasado marzo el emponzoñamiento por nitratos, un contaminante derivado de los purines, de algunas fuentes naturales de la comarca. El 45% de los manantiales de Osona sobrepasaba los 50 miligramos por litro, concentración que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera excesiva si el agua es para consumo humano. Incluso en más del 20% se superaba los 100 miligramos.

Osona y a otras 30 comarcas catalanas están consideradas por la Generalitat como zonas vulnerables, por la excesiva concentración de purines en sus tierras. Como recuerda Molist, “es un problema antiguo que habría que solucionar”. Una de las medidas establecidas por el Gobierno catalán para mitigar la contaminación de las tierras es establecer un tope al uso de purines: 170 kilos por hectárea y año. “No queremos acusar a nadie de sobrepasar este umbral, y aunque haya algunos agricultores que lo haga, lo que habría que hacer es modificar esta ley y reducir el uso de los contaminantes”, asegura Molist.

Restos de purines en el torrente de las Paganes, en Esquirol Santa Maria de Corcó.
Restos de purines en el torrente de las Paganes, en Esquirol Santa Maria de Corcó.
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Audal Rifà, miembro de GDT, va un poco más lejos que su compañera: “Hay industriales del cerdo, y digo esto porque no se les puede llamar payeses, que no respetan las leyes y aprovechan cuando llueve o cuando el río baja con mucho caudal para hacer vertidos de estos residuos”.

Pero la Generalitat, apoyada por una potente industria porcina —que concentra en Cataluña más de 6,5 millones de cabezas de cerdos, el 30% del total que hay en España— ya ha puesto sobre la mesa una modificación de la legislación que regula el uso de purines. Y lo ha hecho, según el Plan Estratégico de Fertilización Agraria y Gestión de las Deyecciones Ganaderas en Cataluña (2013-2016), para flexibilizar los topes impuestos a los agricultores en el uso de estos abonos orgánicos, y que marca la Unión Europea. “Los propietarios de grandes explotaciones porcinas no miran por la tierra, si el Gobierno catalán acaba aprobando la liberalización del vertido de purines será un desastre”, asegura Rifà, “que solo se resolvería con una buena gestión de las deyecciones animales”, añade.

La Generalitat sopesa flexibilizar el uso el uso de purines

Una alternativa a las que se refiere el ecologista son las plantas de tratamiento de purines, de las que solo hay seis en Cataluña, dos las cuales en Osona, aunque con visos de cerrar tras la cancelación de las subvenciones por parte del Gobierno central a la producción de energías renovables.

Pero no solo las aguas terrestres están en peligro. El 40% de los acuíferos de las zonas declaradas como vulnerables por la Generalitat están contaminados. Y no solo por nitratos. Un estudio de la Agencia Catalana del Agua revela que en las aguas subterráneas se encuentra restos de antibióticos, suministrados a los animales y que se filtran al subsuelo por el uso de purines.

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