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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una derecha normal

Esas imágenes [con gestos fascistas] pueden causar rabia, desprecio o incomodidad pero nunca conmiseración

Perdón por la sugerencia: ¿tendríamos que empezar a saludar a las Nuevas Generaciones del PP con un “Heil” tan gracioso como criminal? Quizás sí (y perdón por la respuesta), vistas las explicaciones que el Partido Popular ha ofrecido sobre las diversas fotografías, publicadas en los últimos días, en las que aparecen varios jóvenes de ese partido ante monumentos franquistas. En ellas posan sonrientes con el brazo levantado, en honor a los caídos por Dios y por España (por la España fascista, concretamente), o adornados con banderas imperiales, como si el mito de la “España eterna” aún humedeciera las sábanas de su historia privada.

No sabemos si estos jóvenes son más transgresores o más nostálgicos, pero los anhelos personales no deberían preocuparnos demasiado, y sí las manifestaciones políticas en el espacio público. Todas. Y, por supuesto, a todos.

Esas imágenes pueden causar rabia, desprecio o incomodidad (según el grado de tolerancia de cada cual con los proyectos totalitarios), pero nunca conmiseración. Calificar la apología del nazismo como un error de juventud, o como una gamberrada aislada, o como bromas amistosas (Alfonso Rus, Arturo Torró), es la parte necesaria para ser cómplice de ella. Llegar a comparar la bandera franquista con la bandera republicana (Serafín Castellano), responde más a un revisionismo consciente e impropio de un cargo público, que a un alarde de analfabetismo histórico.

Quien no entienda la diferencia que existe entre, por un lado, la democracia, la libertad, la igualdad (lado en que se encuentra la República), y, por otro, la negación de todos estos valores y su persecución sistemática, no debería estar habilitado para representar a nadie democráticamente.

Toda comunidad elabora su propia identidad (que es discursiva, en permanente construcción y en permanente estímulo) reivindicando unos referentes culturales frente a otros, elaborando crítica (o interesadamente, depende) su pasado y su historia, e intentando plasmar unos valores determinados en un proyecto de país. En el momento en que España se cuestiona a sí misma su funcionamiento democrático desde la Transición (dada la valoración ciudadana de los partidos políticos y sus instituciones), su relación con la iglesia, la prescindibilidad de la monarquía o la fragmentación del Estado (cuestionamientos absolutamente legítimos), la actitud descreída de la derecha valenciana y española con respecto a la democracia, pone a este país a caminar sobre el abismo de la intolerancia. Y sobre todo en unos años cruciales como estos, en que deberemos elegir (de nuevo) qué proyecto de país queremos a nivel institucional, económico, social y cultural.

La pregunta es sencilla. ¿No hay una derecha normal que se sienta agredida ante estas imágenes? Este país, lo publico, lo social, lo humano, lo han construido principalmente la gente de izquierdas, pero me niego a pensar que solo la gente de izquierdas. La reivindicación de la memoria ha sido una causa de la izquierda, y en esa causa se ha encontrado y se sigue encontrando absolutamente abandonada. Y la memoria es la base fundamental sobre la que construir una identidad colectiva, entender un presente común y afrontar (como podamos, o como queramos) el futuro.

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Si existe una derecha normal, la estamos esperando.

José Martínez Rubio, secretario de Universidades del PSPV-PSOE en Valencia y miembro de la red europea de investigadores sobre memoria histórica “La memoria novelada”

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