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Festival Grec de Barcelona
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Apabullante

Memorables seis horas de tragedias de Shakespeare que ofrece el Toneelgroep Amsterdam, donde el espectador puede entrar y salir de la sala y subirse al escenario a placer

Espectáculo teatral 'Tragèdies romanes' del grupo holandés Toneegroep Amsterdam, en el Teatre Lliure de Montjuïc.
Espectáculo teatral 'Tragèdies romanes' del grupo holandés Toneegroep Amsterdam, en el Teatre Lliure de Montjuïc.JOAN SÁNCHEZ

Tres tragedias romanas de Shakespeare seguidas en seis horas de función única, sin entreactos y en holandés. Pocos montajes, con tales premisas, resultan tan cómodos para el espectador como Tragèdies romanes (Romeinse tragedies). Uno puede entrar y salir de la sala cuando lo desea, subir al escenario, pasearse entre los intérpretes, seguir lo que hacen desde uno de los muchos sofás, picar algo durante la función, tomar una copa, salir a fumar a la terraza sin perderse nada gracias a las muchas pantallas distribuidas por el teatro.

 El montaje de los Toneelgroep Amsterdam que dirige Ivo van Hove es el más apabullante que se ha visto en esta ciudad. Coriolano, Julio César y Antonio y Cleopatra, una tras otra, en teatro, grabadas en vídeo en directo y editadas cinematográficamente al momento, que es lo que ofrecen las pantallas, destacando la más grande que preside el escenario, y todo con la posibilidad de ser consumido como si estuviéramos en casa viendo capítulos de nuestra serie favorita. Tragèdies romanes permite percibir los conflictos políticos desde distintos puntos de vista. No solo no se hace nada pesado, sino que el conjunto avanza en un in crescendo que culmina con la platea entera de pie, aplaudiendo todos como locos.

TRAGÈDIES ROMANES

De William Shakespeare

Toneelgroep Amsterdam

Dirección: Ivo van Hove

Teatre Lliure de Montjuïc

Barcelona, 5 de julio

El amplio escenario de la sala Fabià Puigserver recuerda el hall de un hotel de moda y un plató televisivo. El espacio escénico es tan brutal y ofrece tantas distracciones —entre intérpretes, pantallas (algunas con vídeos musicales, noticias o dibujos animados), subtítulos, rótulos, efectos sonoros, desniveles y plataformas, barras de bar, set de maquillaje, punto de información con ordenadores a disposición de todos...—, que al principio uno tiene la sensación de estar asistiendo a una puesta en escena muy moderna (trajes, corbatas, tacones altos) de unas piezas en la que el trabajo de los intérpretes parecía lo de menos.

En ese sentido, Coriolano sufre las consecuencias de ser la primera de las tres tragedias y la que sirve para acostumbrarnos a lenguajes y formatos. Hasta el emotivo discurso de Marco Antonio en Julio César. Si no antes, ahí uno se da cuenta de lo buenos que son los intérpretes, en especial el que encarna a Marco Antonio y que repite en la última tragedia, la más juguetona, junto a una formidable Cleopatra: qué pasión, qué desesperanza, qué complicidad con las mujeres de su séquito, qué construcción de sí misma.

Guerras que se resumen en unas líneas y se viven con luces estroboscópicas y una estruendosa percusión; conflictos que se resuelven alrededor de una mesa de juntas; ruedas de prensa, noticiarios, muertes en planos cenitales… La edición de las imágenes posibilita que el fantasma de Julio César que se le aparece a Bruto sea incorpóreo, o que Cleopatra y Marco Antonio compartan el mismo sofá cuando en realidad están a unos metros de distancia. Y esa manipulación de las imágenes, y que es la que nos cuelan por televisión, por ejemplo, da mucho que pensar. Y el resto, mucho que recordar. Memorable.

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