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Colecciones privadas en espacios públicos

Obras de arte de ida y vuelta

La crisis económica provoca la retirada de depósitos de particulares por la necesidad de liquidez

La escultura 'Pentágono en sentido contrario a las agujas del reloj' de Richard Serra, en depósito en el Museo de Bellas Artes de Bilbao desde 2005
La escultura 'Pentágono en sentido contrario a las agujas del reloj' de Richard Serra, en depósito en el Museo de Bellas Artes de Bilbao desde 2005LUIS ALBERTO GARCÍA

En épocas de bonanza económica la abundancia de beneficios encontró destino en el mercado del arte contemporáneo. Con la crisis económica se ha demostrado que ha sido un buen refugio para las inversiones y su venta una forma de paliar la falta de liquidez y afrontar la urgencia de las deudas. El Museo de Bellas Artes de Bilbao ha sufrido en los últimos días la salida para siempre de importantes obras de arte que llegaron en forma de depósitos de coleccionistas privados en tiempos de vacas gordas; la plaza de las Torres Isozaki, también en la capital vizcaína, ha perdido la seña de identidad de una gigantesca escultura de Eduardo Chillida. En ambos casos, su propietario decidió sacarlas a subasta para pagar a Hacienda. Los depósitos enriquecen las colecciones públicas, pero vuelven a manos de sus propietarios cuando cambian las circunstancias.

Los depósitos de obras de coleccionistas privados en museos públicos se rodean de discreción. Así llegaron piezas de Chillida, Richard Serra, Tony Cragg, entre otros artistas de primera fila al Museo de Bellas Artes. El Guggenheim también se ha beneficiado del coleccionismo corporativo. La empresa Tubacex depositó sus obras en el  Guggenheim, y algunas de ellas (Grande baignoire, de Antoni Tápies, y Lola, de Julian Schnabel) formaron parte de la presentación inaugural del museo en 1997. Buena parte del conjunto de Tubacex sigue a disposición del museo.

Por su propia naturaleza, señalan fuentes del Bellas Artes, los museos no tienen el control absoluto de las obras que aceptan en depósito, aunque la mayoría de los convenios suscritos en los últimos años establecían un plazo de cesión de cinco años . "Están sujetas a la voluntad del propietario", añaden. Y en las circunstancias económicas actuales, significa que una mayor inestabilidad en la disposición de las obras. 

El Bellas Artes se ha visto obligado a retirar la colección Homenaje a Chillida, una cuarentena de piezas propiedad del grupo empresarial Urvasco, que su presidente, Antón Iráculis, ha sacado a subasta en Londres para hacer frente a las deudas con Hacienda. Son obras de artistas contemporáneos realizadas en reconocimiento o por la amistad que sus autores mantuvieron con Chillida. La venta de las obras ha superado los 3,3 millones de euros. Un resultado impresionante, pero que en términos económicos queda por debajo de la venta de Buscando la luz IV, la obra de Chillida, de 16 toneladas de peso, que estaba en la plaza de las torres Isozaki. Un comprador no identificado pagó por ella en la subasta de Christie's 4.806.209 euros. La cifra supone el récord para la obra del escultor vasco,  que anteriormente había llegado en subasta a los 2,38 millones de euros, alcanzados por  Rumor de limites no. VI (1969), vendida también por Christie's en 2006.

La escultura Buscando la luz IV,  de Eduardo  Chillida, fue vendida en subasta por 4.806.209 euros

El Bellas Artes también ha dicho adíós a la obra New Union (2003), de Richard Serra, propiedad de otro coleccionista. Su autor ha decidido recomprarla, junto con Momentum, de la colección de Iráculis, para evitar que vuelvan al mercado. La salida de las obras de Iráculis no ha sido, sin embargo, el primer golpes a los depósitos privados en espacios públicos en Bilbao a  consecuencia de la crisis económica. El Museo de Bellas Artes recibió en 2008 un conjunto de más de 60 obras del promotor inmobiliario José Ignacio Basáñez, que ofrecían un recorrido cronológico que partía de finales del siglo XIX e incluía a maestros de las vanguardias, como Picasso, Julio González, Kandinsky, Juan Gris o George Braque, y grandes nombres de autores españoles de la segunda mitad del siglo XX. Tàpies, Chillida, Oteiza, Gordillo y Barceló, estaban entre ellos. Entonces, la colección se valoró en más de 55 millones de euros. Pero un año más tarde la situación cambió. Su propietario decidió buscar liquidez y vendió más de la mitad de la colección a Caixa Galicia.

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Aún quedan en el Bellas Artes algunas obras del conjunto entonces disgregado. Como dos de las esculturas todavía se pueden ver en el exterior del Museo de Bellas Artes, Umbral 3, de Pablo Palazuelo, sola en el acceso al edificio antiguo, después de compartir el espacio durante años con las esculturas que Richard Serra ha recomprado, y Conexiones, de Miquel Barceló, que se levanta en uno de los laterales del edificio.

Los depósitos de particulares siguen, a pesar del viento económico en contra, aportando calidad a la colección del Bellas Artes. En esta calidad puede exhibir, por ejemplo, la escultura de Serra Pentágono en sentido contrario a las agujas del reloj, propiedad de otro coleccionista particular y cedida en depósito a finales de 2005, y una pieza de Remigio Mendiburu, depositada por su famillia, que se puede ver en la planta baja del centro, o  piezas de Mimmo Paladino y Tony Cragg. 

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