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Esencia andaluza en Palestina

En el distrito de Belén se levanta el Centro Cultural Palestino Andaluz de Beit Sahour donde, a pesar de la falta de financiación, se mantienen las clases español y el fomento al empleo

Beit Sahour (Cisjordania) -
Alumnos en el Centro Cultural Palestino Andaluz de Beit Sahour, en Cisjordania.
Alumnos en el Centro Cultural Palestino Andaluz de Beit Sahour, en Cisjordania.mikel marín

En lo hondo del valle, donde el campo se hace desierto y nada verdea, a la sombra de las altas torres de la colonia israelí de Har Homa, se levanta el Centro Cultural Palestino Andaluz de Beit Sahour (Cisjordania), un pedazo de sur en el corazón de Oriente Medio. Aún quedan restos de los gallardetes que engalanaron el camino el 17 de enero pasado, cuando el vicepresidente de la Junta, Diego Valderas, inauguró el edificio junto con el entonces primer ministro palestino, el dimitido Salam Fayyad. En la fachada están las placas que recuerdan el evento, pero ya no reina la misma alegría del invierno. El centro ahora se debate entre el reto de prestar los servicios culturales por los que llevaba años peleando y la complejidad de hacerlo en un momento de crisis.

El conjunto, levantado por la ONG Asecop (Asociación Europea de Cooperación con Palestina), forma parte de un proyecto financiado por la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo que busca la mejora del nivel educativo y de la capacitación laboral de los jóvenes del distrito de Belén. Tiene más de 400 beneficiarios y en él se han invertido unos 300.000 euros en los cinco últimos años, según explica Hazim Manoly, su director. “Estamos muy agradecidos a la Junta y a Asecop pero ahora mismo somos, a duras penas, autosuficientes. No nos llegan fondos. Hay cortes de luz y no podemos pagar las canalizaciones de agua, la traemos en bidones. El camino para llegar no está del todo asfaltado y no tiene alumbrado. Necesitamos ayudas directas, urgentes”, se lamenta.

Pese a administrar la precariedad, están obteniendo ya los primeros logros. Hoy dan clases de español en cuatro niveles diferentes y se han convertido, hace menos de un mes, en el único centro de Palestina que otorga títulos oficiales de castellano expedidos por el Instituto Cervantes. Con el cierre de los lectorados en las Universidades de Belén y Nablus era imposible aprender castellano de forma reglada y ya hay palestinos que trabajan en legaciones diplomáticas de América Latina interesándose por sus clases. Imparten, además, otros dos grados de Inglés y uno básico de Alemán. En total hay 50 alumnos.

Este fin de semana, amparados por la Comisión Europea, tendrán un curso de gestión de proyectos para fomentar la cultura emprendedora; son lecciones con certificados que, en Cisjordania, pueden ser clave para encontrar un trabajo, en un entorno con un 25% de desempleo. En su calendario próximo hay cursos de alfabetización para adultos, talleres de educación contra los crímenes de honor que cada año acaban con más de una docena de chicas asesinadas y conferencias para prevenir el consumo de drogas, uno de los nuevos venenos que sumen a Beit Sahour, al valle de los guardianes de la noche, en la desesperación.

“Los chicos se sienten derrotados. Sin oportunidades, ocupados militarmente. Nosotros tratamos de cambiar su actitud, llevándolos hacia la superación personal, incentivando la convivencia en igualdad o rompiendo tabúes sobre las diferentes religiones en una comunidad con amplia presencia de cristianos… Es un tipo de educación que va más allá de lo laboral y que nadie está haciendo en este instante”, reivindica el director.

También hay tiempo para el ocio, para las proyecciones de cine español y palestino, para el taller de cocina que el mes que viene cuajará en una cena andaluza, para las clases de flamenco y las de informática, que anhelan para el curso que viene, si logran profesores. También hay espacio para la concienciación, como el vídeo sobre refugiados palestinos que están montando con sus vecinos del barrio.

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Manoly explica su gestión entre ruego y ruego, los de los niños que van entrando en su despacho para pedir un pañuelo, un vaso de zumo, un gesto de cariño. Son los 75 pequeños que están participando en el campamento de verano del centro, una iniciativa que ha surgido tras descubrir las enormes carencias alimentarias de los menores. De pronto, surge el paralelismo con los niños andaluces. Manoly escucha, asombrado, en qué consiste el decreto de las tres comidas al día para los niños sin recursos en Andalucía. Levanta las cejas. Noqueado. “Es terrible que eso pase allí también. Muy duro, pero al menos hay más instituciones. Aquí, nada”, lamenta.

Los padres de los pequeños debían pagar 20 euros por cabeza por su cuidado durante un mes, pero el 40% de ellos aún debe la cuota, incapaces de pagar. Este programa de ayuda finaliza el 11 de julio, porque no pueden extenderlo todo el verano. No pueden permitírselo. Los siete monitores son voluntarios y estudiantes de Magisterio y solo algunos supermercados les llevan comida muy de vez en cuando y otros les dan libros para colorear a medio acabar.

Tratan a niños como Thomas, que no habla con nadie pero que quiere quedarse allí todas las horas. O como las tres hermanas Ali, que no paran de comer porque saben que en casa no habrá nada. “Sé que la crisis es terrible en España, pero necesitamos un poco de atención, solo un poco, para no dejar morir este sueño”, concluye Manoly.

Proyectos, promesas y supervisiones

El Centro Cultural Palestino Andaluz es la última gran apuesta de la cooperación de la Junta en los territorios palestinos, pero s0lo una parte de ella. En los últimos cinco años se han invertido seis millones de euros en ayuda al desarrollo, aplicados sobre el terreno por ONG locales y andaluzas. Otros 10 millones se han destinado, en el mismo periodo, a atender a los refugiados internos, desplazados de sus localidades en 1948 tras la independencia de Israel. Este trabajo ha sido coordinado con la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (Unrwa). En total se están financiando 22 proyectos, especialmente centrados en formación (ampliaciones de colegios, escuelas textiles) y en sanidad (atención materno-infantil en 42 ambulatorios de Cisjordania y construcción de hospitales).

En enero, el vicepresidente Diego Valderas hizo una visita de dos días a la zona para examinar las inversiones. Un viaje criticado por la oposición pese a que los gastos, salvo el avión, corrieron a cargo de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). “Andalucía siempre ha dado muestras de ser un pueblo solidario con los más desfavorecidos, por eso intentaremos abrir nuevos espacios comerciales, culturales y económicos con ellos (…) Una apuesta ajustada por el recorte del presupuesto pero valiente, que permitirá seguir actuando sobre el terreno de las zonas castigadas y que más lo necesitan”, dijo Valderas en una rueda de prensa, nada más llegar desde Jordania.

Sin embargo, si la apuesta en la zona se ha mantenido ha sido más bien debido a la forzosa aplicación de planes plurianuales ya comprometidos que a nuevas apuestas, sostienen diversas ONG sobre el terreno.

Y no solo en Palestina. El fondo de la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo ha bajado en torno al 25% en 2013, hasta los 44 millones, cuando la media de recorte en los demás organismos del Gobierno andaluz es del 4,1%, un “hachazo”, según denuncia la Coordinadora Andaluza de ONG para el Desarrollo.

Tanto Izquierda Unida, de quien dependen estas políticas, como su socio en el Ejecutivo autonómico insisten en que hay que ser "realistas" a la hora de afrontar las inversiones fuera de Andalucía. No obstante, Valderas ha defendido esta semana que la cooperación está "en el ADN del Estatuto de Autonomía", por lo que, con rebajas, seguirá en su agenda política. Lo dijo en la presentación del Pacto Andaluz por la Solidaridad y la Cooperación, en el que dilató hasta 2020 la promesa de dedicar a estas partidas el 0,7% del PIB.

De momento, la ANP reconoce que se estaba esperando una nueva visita de una legación andaluza a los territorios y se ha “congelado”. No es el mejor momento. No se entendería, asumen en Ramala.

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