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Los accionistas portugueses cambian el rumbo de La Seda tras retomar el control

El grupo químico venderá su división química, incluidas las fábricas de El Prat y Tarragona BA Vidro fulmina en la junta de accionistas a José Luis Morlanes como consejero del grupo

Dani Cordero
José Luis Morlanes, vicepresidente de La Seda en la planta de El Prat.
José Luis Morlanes, vicepresidente de La Seda en la planta de El Prat.CONSUELO BAUTISTA

La Seda de Barcelona hizo ayer tabla rasa de los dos últimos meses de su historia. Sus dos principales accionistas, BA Vidro (20% del capital) y Caixa Geral (14,77%) decidieron dar un golpe sobre la mesa, recuperar el control del Consejo de Administración —del que habían salido voluntariamente— y dar marcha atrás a todos los acuerdos tomados en ese periodo de tiempo. Especialmente el pacto para refinanciar un crédito sindicado de 235 millones de euros que ahogaba a la compañía y que iba a suponer un vuelco en el accionariado, con el fondo buitre Anchorage cambiando 100 millones de deuda por capital y erigiéndose en el principal accionista de la compañía.

BA Vidro ha querido evitar a toda costa esa situación. De hecho, su presidente y desde ayer nuevo presidente de La Seda, Carlos Moreira, apuntó ayer que el grupo químico mantendrá el concurso de acreedores anunciado hace una semana con el objetivo de presionar a la banca y forzarle a llegar a otro acuerdo de refinanciación con la compañía. A La Seda le sigue urgiendo hallar recursos económicos. Y ahondará en esa búsqueda con la venta de su división química, incluidas las dos fábricas catalanas: las de El Prat de Llobregat y Tarragona. El objetivo es sacar 30 millones de euros de su venta.

Con su irrupción ayer en la junta de accionistas, BA Vidro se apunta la primera victoria en la lucha por el poder de La Seda, que mantenía bloqueada la compañía. Los accionistas portugueses pasaron el rodillo avalados por una escasa participación en la junta, a la que apenas acudieron los propietarios de la mitad de las acciones. En el curso de las numerosas votaciones sacó adelante todas sus propuestas y tumbó las que consideraba de sus rivales. Le dejó claro a Anchorage que, de momento, el poder es de los accionistas y como prueba fehaciente dejó una víctima en el camino: la del vicepresidente José Luis Morlanes, que se había posicionado a favor del fondo buitre. Quien hasta ayer era el primer ejecutivo de La Seda abandonó la junta mucho antes de que esta acabara, una vez que los accionistas habían votado su cese inmediato, con un 81% de votos a favor, pese a que ya había anunciado su marcha.

Con esas señas y el concurso de acreedores en ciernes, el accionista de referencia de La Seda no rehúye el pacto con los sus bancos. Incluso que estos conviertan créditos en capital. Pero las condiciones han cambiado sustancialmente. BA Vidro no está dispuesto a perder su posición de primer accionista y solo permitirá que los acreedores puedan cambiar un máximo de 60,4 millones de euros y repartirse así como máximo el 25% de las acciones de La Seda. De esa forma, Anchorage quedaría limitado al 10% del capital, según explicó Moreira, frente al 27% al que optaba.

El resto del crédito sindicado que se ha de refinanciar se repartiría entre los 145 millones que quedarían adscritos al negocio de envases y los 30 millones que se recaudarían con la venta del negocio químico, si es que se vende.

Quienes también volverán a ser víctimas del futuro de La Seda serán los accionistas minoritarios, que sufrirán una nueva reducción de capital. La enésima en los últimos años, que ahora será el primer paso de la nueva etapa que quiere abrir BA Vidro en el grupo químico. Tras esa reducción de capital, La Seda afrontará una nueva ampliación por un importe de 40 millones de euros, abierta a todos los accionistas pero que BA Vidro se compromete a cubrir si no la apoyan el resto de sus socios.

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Esa misma ampliación es justo la que fracasó hace un año, por la negativa de BA Vidro a asumirla totalmente, y la que inició la nueva crisis en la que ahora está inmersa La Seda. También fruto de aquel fracaso el consejo de administración puso en marcha un plan de desinversiones en el que no descartaba desprenderse de los activos, por partes, de su división química. Como los que ayer anunció Moreira, aunque ayer añadió dos fábricas que hasta ahora no se mencionaban: El Prat de Llobregat y Tarragona, las raíces catalanas de La Seda.

Carlos Moreira vuelve a iniciar un plan de trabajo que ya conoce pero ahora deberá tener en cuenta a un actor que hasta ahora había obviado, Anchorage. Y un concurso de acreedores que cuando él lo propuso, no tuvo el consenso del consejo y que ahora lo han aprobado por él.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Dani Cordero es redactor de economía en EL PAÍS, responsable del área de industria y automoción. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull, ha trabajado para distintos medios de comunicación como Expansión, El Mundo y Ara, entre otros, siempre desde Barcelona.

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