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TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¡Oooooh!

Una delicada y exquisita cajita de música, imágenes y recuerdos

Con 28 i mig, lo último de La Perla 29, Oriol Broggi acaba de convertir la nave de la Biblioteca de Catalunya en una delicada y exquisita cajita de música, imágenes y recuerdos. Al estilo de Guido Anselmo, el director alter ego de Fellini que bucea en su pasado en busca de una nueva idea para la próxima película en Otto e mezzo, Broggi ha hurgado en su trayectoria y parece haber atrapado bajo las bóvedas góticas de ese espacio tan singular momentos, deseos, ilusiones de la vida de quienes hemos estado ahí, viendo sus montajes, desde que se instaló con su compañía hará unos ocho años. ¿Y medio? En 28 i mig está todo. Quelli fantasmi de los personajes que ha hecho suyos, como la Sonia de Oncle Vània o el mismísimo Hamlet, o los de Pirandello que buscan autor, junto a escenas de películas que forman parte de la memoria colectiva. King Kong, Cary Grant en Con la muerte en los talones, Lawrence de Arabia, el robot antropomorfo de Metrópolis. De repente, asoma un poema de Gil de Biedma o resuena el viaggio in Italia de Ingrid Bergman, el suelo se inunda de olas con sapore di mare o se llena con los colores de un cuadro de un cuento chino.

El aprovechamiento del espacio es extraordinario y su profundidad, la puerta al más allá que llevamos dentro. Con unas proyecciones, un decorado de los estudios de Cinecittà. Tras unas cortinas, la pista de un circo. Desfilan y nos tronchamos de risa con sus gags.

28 I MIG

Dirección y espacio escénico: Oriol Broggi. Adaptaciones de texto: Jeroni Rubió. Intérpretes: Clara Segura, Pablo Derqui, Tomeu Amer, Xavier Boada, Màrcia Cisteró, Pol López, Anna Madueño, Ernest Villegas, Montse Vellvehí. Iluminación: Pep Barcons. Vestuario: Berta Riera. Sonido: Damien Bazin. Proyecciones. Francesc Isern

Biblioteca de Catalunya. Barcelona, 20 de junio.

Los intérpretes, en estado de gracia, se desdoblan, se desviven y se lo pasan en grande contagiando la complicidad que han desarrollado a lo largo de los ensayos. Y es que este es un espectáculo de creación, el primero que firma Broggi, y todos se han volcado en él: los habituales de la compañía (Clara Segura, Màrcia Cisteró, Xavier Boada), los no tan habituales (Ernest Villegas, el acróbata Tomeu Amer), las nuevas incorporaciones (Pablo Derqui, Pol López), la responsable de prensa (Anna Madueño), incluso la directora del Festival Shakespeare (Montse Vellvehí), que aparece a lomos de un corcel blanco: ¿el que cruza las calles en Roma? Al caballo, le siguen una bicicleta, una vespa, una barca con la Madonna delle Conchiglie y un seiscientos. Los referentes son muchos, el movimiento es constante, y la energía que se crea a lo largo de las dos horas que dura el conjunto es tanta y tan potente que la noche del estreno pudo con el heavy estridente del concierto que tuvo lugar en los jardines del recinto.

Guido, Federico, Claudia, Serena Vergano, el fornido Zampanó o la rolliza Saraghina, entre unos 50 más, por decir algo, se apoderan del espacio y del tiempo. Y Marcello, claro, con la bufanda roja, el sombrero y las gafas de sol. Como dice su personaje: È una festa, la vita! Broggi y el resto acaban la frase: “Vivamola insieme, durante un rato al menos”. Una maravilla.

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