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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hagan juego, menores

J. Ernesto Ayala-Dip

Dentro de poco tiempo, si un algo sobrenatural no lo remedia, en Cataluña tendremos un Eurovegas. Probablemente el área de entretenimiento bobo, endeudamiento y ludopatía más competitivo de Europa. En Cataluña parece que no nos merecemos tener más librerías ni más cines, ni más bibliotecas públicas. En Cataluña, sus gobernantes no tienen que agilizar sus neuronas para buscar fuentes más imaginativas de creación de riqueza. Estos mismos gobernantes han decidido que a esta comunidad le falta esparcimiento y sitios más o menos acotados en plan país subdesarrollado para el descontrol turístico.

Por lo que he podido comprobar en TV3 y en los medios escritos, nuestros gobernantes autonómicos se muestran muy satisfechos con lo que se nos avecina: un inmenso parque para vaciar los bolsillos a gente adinerada (y a otra con no tantos posibles) y cuidando siempre que quienes se beneficien de ese cepillado legal, aporten a las arcas públicas solo un 10% de sus ingresos, en lugar de la horquilla que ahora va del 20% al 55%.

Al mismo tiempo que se rebaja el impuesto sobre el beneficio del juego, se recortan los medios para luchar contra los incendios

No he entrado nunca a un casino. Mejor dicho, sí, entré una vez a uno, por simple curiosidad. Y ni fu ni fa. Si no hubiera casinos en Cataluña no los extrañaría, como tampoco extrañaría los bingos si también no los hubiera. Otra cosa es el fundamento enigmático del juego. Lo que se esconde detrás de cada jugador. Una vez entré a un bingo, también por curiosidad, y siempre me quedó grabada la mirada de algunos jugadores, solo de algunos: una suerte de ruego, de esperanza indescifrable. Pero este es el costado metafísico del asunto, su filón literario, su atractivo inexplicable. En general, una vez restada la lírica, todo lo que rodea al juego se mueve entre lo turbio, la alienación (o, lo que es lo mismo, el funcionamiento del fetichismo del dinero a pleno rendimiento) y esa sempiterna sensación de que alguien muy listo se está enriqueciendo a costa de gente muy ingenua, enferma o tocada con esa codiciosa quimera de que la suerte algún día les sonreirá.

En toda esta cuestión, sobresalen por lo absurdo dos noticias. Una, que la Generalitat permitirá a los visitantes solicitar crédito en las mismas ventanillas del casino para, una vez esquilmados, seguir siendo esquilmados (si no he entendido mal, por qué si no, para qué se les iba a prestar dinero a los perdedores). La otra noticia, además de absurda y sumamente peligrosa, es que los menores podrán entrar a los centros de juego. Lo podrán hacer acompañados, se supone que por sus padres, abuelos o tíos. Esta noticia, además de atragantárseme, me desconcierta. ¿Entrará un menor para que el mayor que lo acompañe le enseñe los más imprevisibles lances del azar? ¿O hay que dejar que los menores se vayan enganchando al sano ejercicio de jugar y perder (y ganar, pero sobre todo perder) para ir reemplazando al personal en retiro y seguir manteniendo el meganegocio?

¿Entrará un menor para que el mayor que lo acompañe le enseñe los lances del azar? ¿O hay que dejar que se vayan enganchando al sano ejercicio de jugar y perder?
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No se dice nada de otras antirregulaciones, pero no me extrañaría nada que luego, como ya se analiza que podría suceder en el Eurovegas madrileño, comenzara a revisarse la ley antitabaco. Todo esto se supo (hace ahora cinco días) el mismo día en que el diario Ara publica que uno de los socios de BCN World tiene vetada su presencia en EEUU por su supuesta vinculación con la mafia.

Pues bien. También el mismo día este diario publica otra noticia inquietante firmada por Clara Blanchar. La dirección de la empresa de la Generalitat Forestal Catalana, que depende del Departamento de Agricultura, presenta un ERE para despedir a 90 de los 274 que tiene empleados para la protección del medio ambiente, es decir, bosques y ríos. Es decir, prevención de incendios. Seguramente actividades excesivamente bucólicas para malgastar en su mantenimiento. Nada, comparado con las ingentes ganancias (al lado de la chatarra que recogerá la Generalitat) de unas ruletas en plena actividad recreativa, mucho humo de tabaco, alcohol y chavales dando sus primeros pasos como aprendices.

J. Ernesto Ayala-Dip es crítico literario.

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