_
_
_
_
_

“Joan Vila convirtió La Caritat en su laboratorio de la muerte”

Los psicólogos y psiquiatras niegan que el celador matase a los ancianos para ayudarles a morir

Rebeca Carranco
Joan Sala, gerente de La Caritat, esta mañana en el juicio a Joan Vila.
Joan Sala, gerente de La Caritat, esta mañana en el juicio a Joan Vila.PERE DURAN

El abogado de la defensa, Carles Monguilod, aprieta todo lo que puede a uno de los psicólogos que examinó al celador de Olot, Joan Vila, en la prisión, acusado de 11 crímenes. "¿Entonces su voluntad era hacer el mal?", le pregunta con retranca, después de que el especialista haya dicho abiertamente que no cree la versión de que Vila asesinó a los ancianos que cuidaba para "ayudarles a morir". El jurado popular no pierde detalle del rifirrafe, que dura ya unos minutos. "Su voluntad era hacer un acción a conciencia, que le repercutiese en la sensación de sentirse como Dios", recibe de vuelta el letrado.

La penúltima sesión del juicio del celador de Olot, el caso de uno de los asesinos en serie más prolíficos de España, supuso un importante varapalo para la única estrategia que le quedaba a la defensa, puesto que el celador confesó los crímenes: demostrar que la intención era buena. Vila "convirtió La Caritat en su laboratorio de la muerte", sentenció el coordinador de la Unidad de Hospitalización Psiquiátrica de Cataluña, Álvaro Muro, incluso con "puntos de sadismo". Los expertos declararon que no es un psicópata, que distingue perfectamente entre el bien y el mal, que tampoco sufre una grave depresión que le haya enajenado puntualmente, ni tiene un problema con el alcohol.

Además, los especialistas consideran que el método usado (líquidos cáusticos en tres casos) y que no confesase todos los crímenes una vez que le descubrieron, invalidan su argumento de que se escondía porque sabía que lo que hacía estaba mal legalmente, pero que era lo correcto éticamente. "Si pensase que es tan franco y tan honesto [lo que hizo], cuando se le descubre, lo hubiese contado todo", explicaron ayer.

Si pensase que es tan franco y tan honesto [lo que hizo], cuando se le descubre, lo hubiese contado todo

Vila dio a conocer sus crímenes por capítulos. El celador no hizo ninguna referencia al asesinato de Paquita Gironès hasta que los Mossos le preguntaron por las grabaciones de una cámara en la que se le veía a él, sin darles más detalles. Entonces confesó el crimen. Le preguntaron por otra muerta sospechosa, y también lo admitió. A los dos días ante el juez se atribuyó una tercera muerte dudosa. Pero Vila no admitió ocho asesinatos más hasta que se hicieron públicas las exhumaciones de cadáveres. Entonces se adelantó, pidió hablar de nuevo ante el juez y confesó los 11 asesinatos.

"Es el móvil que más le conviene a él para autoexculparse una vez ha sido detenido", añadió un psicólogo, sobre la teoría de que "quería ayudar a morir" a los residentes. Para los peritos psicólogos y psiquiátricos, el celador de Olot mató a 11 ancianos con dependencia, que necesitaban ayuda en su día a día, consciente de lo que hacía y para causarse a sí mismo una satisfacción. Tampoco muestra arrepentimiento, y "lo volvería a hacer", según contaron que les manifestó.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

La psicóloga Núria Perich, que le trató durante casi una década en su clínica privada, detalló además un episodio que le sorprendió: "Me dijo que estaba un poco cansado de culos arrugados". Algo que contrasta con lo que manifestó a los expertos que le vieron en prisión. "Dijo justo lo contrario, que estaba a gusto y satisfecho con el trabajo que hacía. Que le llenaba la vida", apuntaron. "Cuántas veces he dicho yo: 'estoy harto de fiscales… O de ladrones', bromeó luego Monguilod para quitarle hierro al asunto. Los test también revelaron que Vila intentó mostrar "una imagen de una persona mucho más trastornada" y "más limitada" de lo que es. Los psicólogos propuestos por la defensa afirmaron que el celador se sentía una mujer atrapada en un cuerpo de hombre, lo que le causó graves trastornos. "Le hacían bullying de joven", contó el psicólogo Miguel Ángel Soria. Vila sufría una "agonía vital", resumió, por su soledad, su homosexualidad y por la muerte de su tía y de una hermana de 13 meses. "Si alguien hubiese hecho algo para evitar el sufrimiento de los ancianos, él no hubiese actuado", afirmó.

Coincide que su jefe en La Caritat, Joan Sala, fue también el psicólogo de Vila, durante diez años. "Sabía distinguir perfectamente el bien del mal, sin ningún tipo de duda", declaró. Y eximió a la residencia de toda culpa en el caso. Por eso, a raíz de los asesinatos no se ha cambiado nada: "seguimos como siempre, siguiendo las instrucciones que nos dan".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Rebeca Carranco
Reportera especializada en temas de seguridad y sucesos. Ha trabajado en las redacciones de Madrid, Málaga y Girona, y actualmente desempeña su trabajo en Barcelona. Como colaboradora, ha contado con secciones en la SER, TV3 y en Catalunya Ràdio. Ha sido premiada por la Asociación de Dones Periodistes por su tratamiento de la violencia machista.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_