_
_
_
_
_

La segunda (y última) caída de Blasco en la política valenciana

El exconsejero ha dedicado toda su vida a la política con la pulsión por el poder como motor

Rafael Blasco (Alzira, 1945) es un caso excepcional de la política valenciana. En un largo tránsito desde la extrema izquierda hasta la derecha liberal, Blasco ha dedicado toda su vida a la política, siempre con la pulsión por el poder como motor.

Con el final del franquismo, Blasco abandona las formaciones marginales y apuesta por el PSPV-PSOE, lo que le lleva a convertirse en consejero de Presidencia en el primer Gobierno autonómico presidido por el socialista Joan Lerma. Allí participa en la construcción de la arquitectura autonómica hasta que en 1985 asume la cartera de Obras Públicas. Cuatro años después, en 1989, Blasco se ve salpicado por un escándalo de corrupción relacionado con la recalificación de terrenos. Judicialmente el caso acaba en nada, pero Lerma decide destituirlo y apartarlo.

Es la primera caída de Blasco, que tiene que volver a su puesto de interventor municipal. Tras distintos intentos de regresar a la primera línea de la política valenciana, Blasco encuentra la llave en el popular Eduardo Zaplana. El entonces candidato del PP utiliza sus consejos para batir al adversario y tras conseguir la presidencia del Gobierno valenciano, Zaplana lo nombra subsecretario de Planificación en la Presidencia de la Generalitat. Es el regreso del ave fénix, de un político subyugado por el poder.

En 1999, Blasco es nombrado consejero del PP. Es el inicio de un largo ciclo en el que ocupará —primero con Zaplana y luego con Francisco Camps— las carteras de Empleo, Bienestar Social, Territorio y Vivienda, Sanidad, Inmigración y Solidaridad y Ciudadanía. Los rumores, nunca demostrados, sobre irregularidades en la gestión de Blasco acabarán por convencer a Camps de la necesidad de apartarlo. Tras ser reelegido en 2007, le otorga una cartera menor: Inmigración.

Sin embargo, el estallido del caso Gürtel a principios de 2009 alterará los planes de Camps. A medida que el presidente valenciano se hunde, el político alzireño se hace más imprescindible. Tanto, que logra acumular al cargo de consejero el de portavoz parlamentario. Sin embargo, una fuga de información sobre la gestión realizada en los fondos de cooperación que gestiona y la denuncia de una diputada del PSPV acabarán en una imputación por tráfico de influencias, malversación, falsedad documental y prevaricación. Es la segunda caída de Blasco y, a sus 68 años, probablemente, la última.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_