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Rihanna, la estrella del supermercado

La cantante de Barbados ofreció en el Sant Jordi un imparable espectáculo de estética mutable

Rihanna, anoche durante su actuación en el Palau Sant Jordi
Rihanna, anoche durante su actuación en el Palau Sant JordiMASSIMILIANO MINOCRI

Como la buena botica Rihanna ofrece de todo. Nacida para apabullar, la diva de Barbados ejerce de todo terreno cuyos reglajes se adaptan al firme por el que transita. Atleta de la mimetización y princesa de la pirueta, es la reina del gusto popular, al cual presta cuerpo donde proyectar ansias y expectativas. Rihanna es una máquina de ganar. Así aplastó al Palau Sant Jordi con un espectáculo que sublimó la gran característica de esta estrella: ser una quilla trasmutada en diva urbana. Si su hiperactividad no la agota y extravía, lo tiene todo para desbancar a sus competidoras.

Argumentos tras el impacto de Diamond tour en retinas y tímpanos. Escenario: limpio, enseñando músicos bien a las claras como para definir intención, multitud de pantallas móviles e iluminación estudiada. Pero, tómese nota, todo el grandioso despliegue sólo reforzó la estampa de Rihanna, jamás empequeñecida pese a que ni se mueve ni baila con elegancia ni es un prodigio de clase. Vestuario: cambios constantes, -por cierto únicos momentos de remanso en el ritmo del espectáculo-, para lucir prendas que iban de la seda negra a lo más casual, -camiseta y botas blancas-, hasta un vestido rojo de noche –vientre al aire, falda abierta- que haría las delicias de la Juani de Bigas Luna. Actitud: hora y veinte de retraso: ¿y qué?, ¿acaso no merezco la pena?

Todo ello tomó forma en el repertorio, arma letal de Rihanna. No es una diva del rhythm and blues, pero se puso satinada, Hate that I love you; no es una reina del eurodance, pero el tramo final fue de tinto de verano, We found love; no faltó reggae y dancehallMan down; rock Rockstar 101, ni baladismo pop, Stay. Todo servido en justas dosis, agrupado en bloques temáticos separados por los cambios de vestuario, puntuado con muestras de sensualidad obvia y una aplastante seguridad en sí misma. Sonido atronador. Un hipermercado de la música popular con producto para todos los gustos. Y lo atiende una chica guapa pero no espectacular, una belleza asequible y casual. Cualquiera puede ser ella, en ella hay algo de casi todos. Porque Rihanna es la cajera.

 

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