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DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una versión que resiste el tiempo

En la coreografía de Bertrand d'At sigue siendo ejemplar su asimilación de la partitura según la datación del estreno de Leningrado

Cuando hizo en 1998 su espléndido Lago de los cisnes, este coreógrafo ya había hecho una obra de juventud que había llamado la atención de la crítica europea: Romeo y Julieta (1991). Era su primer gran ballet y asumió el riesgo.

Esta creación que rezuma cultura teatral y dancística, con un soberbio y muy consciente uso de la música de Prokofiev, ya ha cumplido 22 años y está hoy más que intacta, mejor. El tiempo le ha sentado espléndidamente y sigue siendo ejemplar su asimilación (prácticamente integral y en orden) de la partitura según la datación del estreno de Leningrado. También hay un sentido muy estudiado de la acción teatral y su uso de recursos como La Muerte-Mab, es original y acertado. Esto ha sido después muy imitado.

Ya era osado trasladar la acción al Kiev convulso de 1917, pero resulta que esta nueva sugerencia ambiental le sienta como un guante a la música, donde la prosecución incidental cobra cuerpo dramático y progresivo.

Romeo y Julieta

Ballet de L'Opera national du Rhin. Coreografía: Bertrand d'At; musica: Serguei Prokofiev; escenografía y vestuario: Rudy Sabounghi. Teatros del Canal. Hasta el 2 de junio.

Bertrand d’At cita al arte ruso de vanguardia (el suprematismo, Rotchenko, Alexandra Exter y sus vestidos geometristas) así como al folclore eslavo (donde quizás está su evocación bejartiana), hasta acentuar con sutiles pinceladas plásticas las diferencias sociales; sus recursos le permiten representar toda aquella trágica situación política donde también tiene espacio el cine de la época y el teatro rupturista que venía de Petrogrado con sus marionetas y alegorías.

Escenografía y vestuario se sostienen y la plantilla se compromete con una dinámica coréutica difícil y de obligada profundización en lo expresivo. Hay detalles en el decorado dignos de mencionarse por su agudeza y solución, como el iconostasio o la movilidad casi musical de los elementos corpóreos. Otra cita reseñable en lo coreográfico es la de Isadora Duncan en la persona de Julieta cuando hace su entrada en el baile: ella trae su sueño y el aire de la danza libre.

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Merece ser destacado Jean-Philippe Riviere por su Mercucio o la Mab de Marine García o quizás Sandra Ehrensperger (las imprecisiones del programa de mano no permiten saberlo). Al final, la portentosa variación del segundo tema de las mandolinas en la habitación de Julieta (donde único se usan las zapatillas de punta en toda la velada) reveló una técnica afilada y un gusto exquisito en la danza. Ya pueden los del teatro poner en sus anales que Egon Madsen (Ringe, 1942) pisó su tabloncillo del Canal en el papel de Fray Lorenzo.

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