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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pilares en la cuna de Miguel Hernández

Por desgracia, los políticos que nos gobiernan son insensibles a arquitecturas y poemas, y ni siquiera piensan en ello

Siempre está bien elegir días señalados del calendario para hacer inauguraciones. Tratándose de una biblioteca, nada mejor que escoger el día del libro. Ya es casualidad que ese mismo día, del mismo año, un 23 de abril de 1616, falleciera Shakespeare y enterraran a Cervantes, fallecido un día antes.

En Orihuela se ha inaugurado la Biblioteca Pública Municipal rehabilitando el edificio de un antiguo hospital. Lo excepcional y sorprendente de esta noticia es que esta inauguración llega, después de estar el municipio obligado a ello por ley, con veinticinco años de retraso. Está claro que lo de saltarse las leyes a la torera por parte de algunos es un vicio consentido, aunque a ti ni se te ocurra hacer lo mismo.

Lo peculiar del caso es que siendo las bibliotecas fundamentales para el desarrollo cultural de un pueblo y dándose la circunstancia de que uno de los hitos de Orihuela es, sin duda, su universal poeta, cuesta creer que en esta ciudad sólo existiera una, gestionada por la Generalitat y cerrada por las tardes desde hace meses.

Es de ésta de la que quiero hablar. Porque si resulta increíble y triste comprobar que el pueblo de Miguel Hernández no haya tenido hasta ahora una biblioteca municipal, cabe recordar que ya hubieron dificultades para construir, hace poco más de veinte años y con dinero del Estado, la Biblioteca Pública Fernando de Loazes, la única existente hasta hace unos días.

Lo contaba apesadumbrado su arquitecto, Alberto Campo Baeza, en unas cartas que, a mediados de los ochenta, dedicó a Miguel relatándole, como quien clama al cielo, todas las trabas que las autoridades ya pusieron entonces para aprobar su proyecto. En ellas expresaba sus ideas y sus anhelos para rendir homenaje al poeta construyendo un pequeño universo bajo el firmamento de Orihuela mediante una ampliación sobre las trazas de un antiguo palacio anexo al Palacio del Duque de Pinohermoso, actual sede del Archivo Histórico, segundo en importancia en la Comunidad Valenciana.

Superados los obstáculos y conseguido el beneplácito, rehabilitó el palacio y construyó, adosado, un virtuoso y ajustado volumen, un noble edificio nuevo, que se articula con el antiguo a través de un vacío moldeado por una caja tallada en piedra y punteado por unas columnas telescópicas que, como las estalagmitas de una caverna, surgen de la tierra para marcar la escala, la proporción y el ritmo, poniendo al espacio en evidencia y que, más que soportar la acristalada cubierta, parecen querer incrustarse en ese cielo que saluda todos los días con su luz construyendo el tiempo.

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Ahora, y tras muchos años de espera, una nueva realidad de palabras y libros ha sido construida para unirse a ese vacío y esos pilares y sostener la cultura en la cuna de Miguel. Si éste pudiera alzar su cabeza, seguro que estaría contento y dedicaría algunos versos de agradecimiento para dar la bienvenida a la nueva biblioteca y para recordar a aquella otra, la que cierra por las tardes, la de volumen consistente y bello, forjado con pilares capaces de construir todo un mundo.

Las hermosas palabras de Campo Baeza, escritas hace años cuando concebía su proyecto y tanto le dolía la necedad de los gobernantes, podrían haber sido las propias del poeta: “...el blanco patio que concibo será casi cano, casi umbrío, casi cielo salino con antenas. Y todo el edificio estará inundado de una luz que subirá como una miel muy lenta destilada por la serenidad de su caída.”

Por desgracia, los políticos que nos gobiernan son insensibles a arquitecturas y poemas, y ni siquiera piensan en ello. Si no son sensibles con las víctimas del metro de Valencia, si no se alteran ni sufren por los desahuciados por las hipotecas, mucho menos lo van a hacer por la arquitectura y los arquitectos. Por eso, y al dictado de quién sabe qué oscuros intereses, el gabinete comandado por De Guindos, el que siendo asesor de Leman Brothers no se enteraba de su ruina estafando a tantos y tantos, se inventa absurdos anteproyectos de ley de servicios profesionales que no vienen sino a crear confusiones menospreciando la técnica y el oficio que conlleva el ejercicio y la profesión de arquitecto. Para echarse a llorar y que no salga ni gota.

Si los gobernantes que deciden no fueran inicuos, ignorantes y cicateros, y entendieran que la cultura, y la arquitectura que la sustenta, son esenciales para un pueblo y sus ciudadanos, no diluirían la arquitectura entre gentes sin competencias ni cerrarían las bibliotecas por las tardes.

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