_
_
_
_
_

El butronero lector

Unos ladrones vacían la caja de la librería Alberti Accedieron por un agujero que hicieron desde el local contiguo abandonado

Patricia Peiró
Lugar de la librería afectado por el butrón.
Lugar de la librería afectado por el butrón.LUIS SEVILLANO

“Esto lo ha hecho un ladrón lector”, se comentaba este mediodía en la librería Alberti, en Argüelles, mientras ponían orden al estropicio causado por los butroneros que desvalijaron la caja en la madrugada del sábado. Pasado el disgusto, los dueños del establecimiento y el resto del personal intentan tomárselo con humor. Pero en un primer momento, el agujero en la pared de poco menos de medio metro de diámetro sentó como un mazazo.

Lola Larumbe, una de las propietarias, se acercó en la mañana del domingo al negocio. Aunque no abren ese día, quería pasarse a trabajar en algunos asuntos. Al principio no se fijó en el hueco abierto en el muro contiguo al local que lleva tres años vacío. Solo vio un altavoz en el suelo y le pareció extraño, podía haberse caído solo, pensó, incluso se le pasó por la cabeza un pequeño terremoto. Cualquier idea entraba en su cabeza salvo la posibilidad de que unos ladrones entraran en una librería. Fue cuando abrió la puerta del almacén y vio el destrozo que habían dejado tras de sí en busca del botín, cuando Larumbe entendió qué había pasado. Los butroneros incluso descolgaron los cuadros esperando encontrar tras los marcos la caja fuerte oculta que, a su entender, debía ocultar una librería. Uno de los cuadros de Alberti muestra la antigua fachada del edificio, que en tiempos fue una casa de beneficencia.

“En el almacén no se podía ni entrar de cómo lo habían dejado”, relata. Un día después los papeles y recibos han vuelto a sus carpetas de colores apiladas en una estantería y los dueños han aprovechado para hacer limpieza de todo eso que durante años se va acumulando en la parte trasera. Durante 38 años, que son los que lleva proporcionando letras la Alberti a Madrid, se puede acumular mucho, aparte de papeles en el almacén, el cariño de todos los clientes que también se han llevado un susto por lo que le ha pasado no solo a su librería, sino también a su punto de encuentro.

El agujero ahora ya está cubierto por un tosco muro de hormigón, levantado rápidamente para que los dueños del establecimiento pudieran irse el domingo tranquilos a casa. “La policía nos ha dicho que seguramente han estudiado nuestros horarios y que incluso puede que hayan estado aquí dentro para estudiar el local”. Las estanterías continúan destrozadas, a la espera de que el seguro dictamine, pero algunos libros se mantienen encima de los extremos que quedaron intactos, como una metáfora de que, a pesar de lo sucedido, la librería no modificará su curso. “En un principio pensé que me habían robado también la felicidad y las ganas”, comenta Larumbe, “y pensé anular todos los actos al menos de esta semana, pero luego reflexioné y decidí seguir adelante con todo”. No es solo por el dichoso agujero, que representa una advertencia de que no solo de joyerías viven los butroneros, sino porque Larumbe siente que va “a contracorriente” en un momento en el que no paran de cerrar negocios. “Si te roban es que estás vivo”, le responden en seguida en la librería ante este atisbo de desánimo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Patricia Peiró
Redactora de la sección de Madrid, con el foco en los sucesos y los tribunales. Colabora en La Ventana de la Cadena Ser en una sección sobre crónica negra. Realizó el podcast ‘Igor el ruso: la huida de un asesino’ con Podium Podcast.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_