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La gestión de los residuos crispa la convivencia

La población de Gipuzkoa se divide entre defensores del ‘puerta a puerta’ y del quinto contenedor

Mikel Ormazabal
Colgadores del controvetido sistema del puerta a puerta, en Astigarraga, Gipuzkoa
Colgadores del controvetido sistema del puerta a puerta, en Astigarraga, GipuzkoaJAVIER HERNÁNDEZ

Las basuras se han convertido en Gipuzkoa en una cuestión de fe. Entre rezos y plegarias, las monjas del convento de las Canónigas de san Agustín, en Astigarraga, todas con más de 80 años de edad, tienen que esforzarse ahora en el reciclaje. Al monasterio también ha llegado el puerta a puerta, el polémico sistema de recogida selectiva de los residuos que Bildu está implantando en los ayuntamientos donde gobierna. La vida contemplativa y en clausura les ha mantenido aisladas de la división social que está provocando, también en Astigarraga, la gestión de los residuos. Las religiosas han aceptado el puerta a puerta sin rechistar porque, según confiesa sor Manuela con una sonrisa, “nosotras tenemos voto de obediencia”. No es el caso de Amaia Zaldua, una vecina de Legazpi que es partidaria de la “desobediencia total” para “impedir la imposición del puerta a puerta” (PaP). Consiste en la sustitución de los contenedores de la calle por unos colgadores personalizados donde los vecinos enganchan las bolsas con la fracción de la basura (papel, envases, orgánico y rechazo) que está fijado para cada día de la semana.

"Estamos dispuestos

“Si nos ponen el puerta a puerta, muchos estamos dispuestos a llevar las basuras a la puerta del ayuntamiento” de Legazpi, asegura Amaia. Este municipio de 8.600 habitantes ha roto el hielo de la contestación callejera a Bildu y está sirviendo de modelo a otras localidades, como Oñati, Bergara u Ormaiztegi, que se están rebelando contra los alcaldes de la coalición. En Legazpi se han recogido 3.683 firmas contra el PaP y a mediados de abril se celebró una consulta ciudadana organizada por una plataforma vecinal que deparó 3.599 votos a favor del quinto contenedor. Bildu llamó a los suyos a no participar. Esas papeletas superan en 1.500 los votos que Bildu obtuvo en las elecciones municipales de 2011. El alcalde, Kepa Urzelai, ha tenido que ceder a la presión social y ahora ha aceptado que poner en marcha los dos sistemas (el del quinto contenedor y el puerta a puerta), y sean los vecinos quienes decidan dónde y cómo dejar la basura. Su propuesta tampoco es del agrado de la mayoría. “El pueblo ha dicho alto y claro no al puerta a puerta, pero ellos —en alusión a Bildu— siguen erre que erre”, comenta Amaia, que tiene colgadas bolsas de basura en su balcón como en señal de protesta, una iniciativa que se ha extendido en una treintena de municipios.

"La mayoría del pueblo no quiere el sistema"

“No estamos en contra del reciclaje, al contrario”, añade, “pero si dicen que son demócratas, tienen que aceptar que la mayoría del pueblo pide el quinto contenedor”. Amaia está en el polo opuesto de Iraitz Lizaso, “muy satisfecho” con el puerta a puerta en Usurbil, el primer municipio en ponerlo en marcha en 2009. “Es lo más adecuado y el que mejores resultados está dando. Se recicla más. Es tan fácil como acostumbrarse y coger la rutina de separar bien la basura y sacarla cuando corresponde. Y no es verdad que produzca malos olores, si se hace bien”, asegura. Miren Telletxea, que dice no ser votante de Bildu, está “encantada” con el PaP en Usurbil porque “reciclas más”. “Al principio no lo quería, pero ahora creo que es la mejor fórmula, con muchas cosas que mejorar, pero la más efectiva”. A Usurbil le siguieron Hernani, Oiartzun y Antzuola, y recientemente lo han hecho Itsasondo, Legorreta, Zaldibia, Astigarraga y Lezo, localidades poco pobladas. Lezo ha sido el último en implantarlo, también con muchos vecinos en contra, algunos de los cuales elevaron el tono de las protestas cuando arrancaron los colgadores para la basura.

"No queda otro remedio
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Ángeles no era partidaria del nuevo sistema, pero lo cumplirá porque “no queda otro remedio”, dice con resignación mientras va repartiendo los desperdicios en su respectivo container: “Mira cómo reciclo. Pero te digo una cosa: Si no quitaran los contenedores, yo seguiría igual que ahora”. Jon García, de Lezo, es un convencido de las ventajas del PaP y cree que si lo hicieran todos los guipuzcoanos “se evitaría la incineradora” que está proyectada en Zubieta, en el término municipal de San Sebastián, pero muy próxima a Usurbil. Es una instalación que Bildu mantiene paralizada y que el resto de los partidos (PNV, PSE y PP) quieren seguir ejecutando. “Si no tomamos conciencia de que el reciclaje es obligatorio, ¿qué medioambiente vamos a dejarles a las próximas generaciones?”, afirma. Jon lamenta que la gestión de los residuos esté “completamente politizada”, de tal forma que “si eres del PNV o del PSE, estás en contra del puerta a puerta; pero si eres de Bildu, a muerte con el puerta a puerta. ¿No son capaces de resolver el problema entre todos?”, se pregunta a la clase dirigente.

"Ha aumentado

El enfrentamiento político que mantienen los partidos por este asunto se ha contagiado a la calle. En Bergara y Oñati, los radicales llenaron las calles de pancartas y pintadas amenazantes señalando en algún caso a personas concretas, y buzonearon notas intimidatorias en los domicilios de activistas contra el PaP. Sin llegar a tanto, en Legazpi también “ha aumentado mucho la tensión”, asegura Amaia Zaldua: “Se ha crispado la convivencia. Una pena. Este lío de las basuras ha roto muchas relaciones en el pueblo”. En Lezo se puede observar la división con solo fijarse en los balcones que están decorados con bolsas de basura —en algunos municipios decidieron colocarlos en los árboles para no retratarse— y en los que exhiben un cartel de colores a favor del reciclaje y contra la incineración. Alaitz Gómez vive en Astigarraga y cree que el puerta a puerta es “un paso atrás, una vuelta a hace 20 años, cuando las bolsas se dejaban en la calle”. Esta madre de una niña muy pequeña separa la basura, pero “la bolsa con el rechazo la llevo a San Sebastián porque los pañales no los retiran todos los días”.

También está en contra del PaP porque que “condiciona los hábitos de la comida en función de los turnos de la basura”. A Luis Pérez, de Hernani, no le ha supuesto ningún trastorno: “Los restos del pescado se meten en una bolsita y se sacan al balcón. No supone ningún trauma. Trabajo en Irún y ahí se me hace extraño echar el orgánico al contenedor”. Solo pone la pega de que el Ayuntamiento de ANV puso en marcha el puerta a puerta “de un día para otro”. Ana, también de Hernani, prefiere el quinto contenedor y reconoce que “antes reciclaba más”, porque ahora “lo meto todo en una bolsa y la echo en San Sebastián”, lo que se conoce como el turismo de la basura: “Como me pillen, me multarán”.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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