‘Skaters’, bicis, Barcelona

Parte del boom turístico norteamericano vivido por la capital catalana después de 2008 —hasta un millón de pernoctaciones anuales— tuvo que ver con Vicky, Cristina Barcelona. La película de Woody Allen llenó las calles de vickys a la caza de ese icónico hombre poeta y de cámaras a la búsqueda de escenarios del filme. Un efecto que el Ayuntamiento espera que se repita con los X Games, los juegos olímpicos de los deportes extremos urbanos, que comienzan este jueves. El certamen reunirá en el Montjuïc a 200 competidores de 16 disciplinas de monopatín, motos, piruetas en bici (BMX) y rally de coches.

La cinta y el certamen tienen cosas en común. Los Gobiernos de la ciudad —antes el socialista y ahora el de CiU— los han subvencionado; el del próximo fin de semana con dos millones de euros. El Consistorio calcula que ser la sede del evento por tres años dejará 75 millones de retorno. Los dos también han despertado críticas por ahondar en esa idea de la ciudad aparador. La cadena ESPN, propiedad de la Walt Disney y creadora de los juegos, llega 350 millones de hogares de 200 países. Algo que ninguna campaña de promoción podría igualar.

Los X Games dejarán a la ciudad tres parques para patinar

Y, finalmente, ambos casos cuentan historias de amor borrascosas. La de la película es más conocida. La de los olímpicos extremos abre la posibilidad de poner paz a una relación casi sadomasoquista entre la ciudad y sus patinadores. “¿Cómo se pueden organizar unos juegos así en una ciudad que multa a la gente que los practica en la calle?”, se preguntan desde la Asociación de Riders, ANR.

“Barcelona reúne todas las condiciones que un skater busca. Su espacio público después de los años 80, especialmente las plazas duras, configuran un espacio que no tardó en tener renombre internacional”, explica el antropólogo Xavi Camino, profesor de la escuela de diseño Elisava.ESPN y Seven Marketing, la empresa organizadora, escogieron Barcelona para albergar los X Games por su reputación internacional como meca para los deportes urbanos. Ya en 2009 acogió el Extreme Sports Festival.

“Los verdaderos problemas de conviviencia comenzaron cuando se aprobó la Ordenanza de civismo en 2006”, dice Sergi Arenas, skater consagrado —tiene 39 años y su primera tabla profesional la tenía a los 10— yex miembro de la Unión Catalana de Skateboard (UCSB). El texto prohíbe utilizar el mobiliario urbano para las acrobacias en patines o la circulación “temeraria”. La sanción lega a los 1.500 euros y el año pasado se impusieron 50, dice el Consistorio. La escena de skaters huyendo de sitios como la plaza dels Àngels por la llegada de la Guardia Urbana son bien conocidas.

La ciudad tiene tres parques públicos para estos deportes: Canyelles, Mar Bella y Fórum. Desde 1991 no han tenido cambios sustanciales y no fueron construídos con criterios deportivos. “El de la Mar Bella le mantienen los skaters”, se queja Arenas.

Desde que se conoció la noticia de los X Games, el Ayuntamiento ha querido tener gestos hacia los deportes urbanos. La cuarta teniente de alcalde, Maite Fandos (CiU), anunció que se construirán dos nuevas instalaciones —una en Nou Barris y otra en Les Corts— y se ampliará la de la Mar Bella. También se estudia la adaptación de las plazas de otros distritos y dejar un emplazamiento para BMX en el Velódromo de Horta. Y la organización de los X Games se compromete a regalar una infraestructura en el último año de los juegos, tal vez en el Fórum. Esto, confían los aficionados, puede mitigar la saturación de los espacios existentes.

“Aquí la pelota es lo que manda. Los planes para mejorar los skateparks llevan años en los cajones del Ayuntamiento”, reprocha Arenas. Hace siete años se metió en la aventura de la UCSB para intentar la normalización de un deporte calljero. Están apunto de lograr federarse, lo cual les abrirá un mundo de incentivos públicos y de reconocimiento. Barcelona, cree Camino, tienen una visión moderna del deporte. “Si se estudia bien el conflicto entre peatones y skaters se pueden modificar las conductas”, apunta. Pone como ejemplo el South Bank londinense. Una línea naranja y una jornada de sensibilización dividió el espacio donde se podía patinar y donde no. La sanción social hizo el resto. “Ambos colectivos reivindicaban su territorio”, explica.

La medalla que se llevarán los 42 atletas que consigan subirse al podio reproduce las baldosas modernistas del Eixample.