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La OSG y su Coro vuelven con el Réquiem de Mozart a las raíces del festival

Richard Egarr hace una versión vibrante de la obra póstuma de Mozart y, siguiendo la corriente de versiones históricamente informadas, marcó fuertes contrastes dinámicos y rítmicos.

Tras el concierto del miércoles en el Teatro Rosalía Castro, con Pinchas Zuckerman y Angela Cheng, la Orquesta y el Coro de la Sinfónica de Galicia inauguraron la serie de conciertos del Festival Mozart a celebrar en el Palacio de la Ópera. El programa del jueves fue una muestra de la vuelta a los orígenes del Festival Mozart, como anunció en su presentación Andrés Lacasa, gerente de la Orquesta Sinfónica de Galicia.

En su primera parte, Richard Egarr dirigió a la Sinfónica en la Sinfonía nº 101, “Golpe de Reloj”, de Haydn. Fue una versión que mostró por qué el director y teclista británico es el sucesor de Christopher Hogwood como director de la Academy of Ancient Music. El contraste expresivo y de tempi entre la profundidad de la introducción en Adagio del primer movimiento y la ligereza y poderío que conviven en su interpretación del Allegro marcó las líneas maestras de su visión de la música escrita por los más preclaros representantes del periodo puramente clásico de la música.

Similares contrastes tuvo el Andante, también con expresión bien diferenciada entre sus dos secciones; o el Minuetto, en cuyo Trio María José Ortuño expresó su solo con deliciosa delicadeza y el idóneo color de su flauta de ébano, con adecuada respuesta del fagot de Mari Ellen Harriswangler. Igualmente contrastado en expresión el Vivace final, cuya parte fugada tuvo gran nervio y fuerza.

El Réquiem de Mozart fue, una vez más, verdadera piedra de toque para sus intérpretes. Hay que resaltar en primer lugar el progreso que en todos los aspectos está siguiendo el Coro de la Orquesta Sinfónica de Galicia, que dirige Joan Company. Partiendo de un timbre cada día más hermoso y con gran empaste de voces, una afinación prácticamente perfecta y una gran ductilidad, su musicalidad y capacidad expresiva están a un nivel muy superior a lo que cabría esperar de cualquier coro no profesional.

La OSG, con todas sus secciones y solistas, fue otra vez más el gran instrumento mozartiano que renueva esencias cada primavera; Richard Egarr pudo, así, hacer una vibrante versión de la obra póstuma de Mozart y, siguiendo la corriente de versiones históricamente informadas, marcó fuertes contrastes dinámicos y rítmicos.

Destacó el dramatismo del Lachrimosa y del Sanctus y la luminosa claridad de líneas en las fugas del Hosanna y del Lux Aeterna final. La ligereza de muchos tempi y su gran precisión, con movimientos como de karateka marcando cada entrada, favorecieron tanto la labor del coro como, en los concertantes, el trabajo conjunto de los solistas.

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Egarr fue sumamente cuidadoso en su acompañamiento a estos, entre los que destacó la soprano, por su belleza de timbre, magnífica proyección de voz y cuidada interpretación. Daniela Lehner, mezzo, cantó con exquisito gusto su parte y fueron asimismo notables las intervenciones de Andrew Tortise, tenor, y Stephan Loges, bajo, excelentemente acompañado en el Tuba mirum por el trombón de Eywind Sommerfelt.

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