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Lo bello y lo bestial

Lita Cabellut expone pinturas y dibujos en Espai VolArt

Lita Cabellut, frente a uno de sus cuadros.
Lita Cabellut, frente a uno de sus cuadros. jon golkouria larrabeiti

No es fácil encontrar pintura capaz de asombrar y pintores capaces de aportar algo nuevo y potente. Lita Cabellut (Barcelona, 1961) lo consigue con obras enormes, rebosantes de colores, protagonizadas por personajes que escudriñan al visitante con miradas inquisitivas, desde la altura de sus telas. Un conjunto de pinturas y dibujos, que ha creado especialmente para exponer en Barcelona, se puede ver desde hoy hasta el 21 de julio en el Espai VolArt 2 de la Fundación Vila Casas, en la muestra La trilogía de la duda.

Prácticamente desconocida en España, hasta que en 2011 recibió el Premio Nacional de Cultura Gitana de artes plásticas, Cabellut se labró una sólida carrera en Europa desde Holanda, donde se fue a estudiar con 19 años y se quedó. Sin duda tiene un poderoso duende, que ha alimentado con la lección de los maestros, ante todos Goya, Velázquez y El Bosco, la tríade del Museo del Prado, donde a los 13 años supo que sería pintora.

Entre sus referencias también se encuentran el expresionismo alemán y Francis Bacon, cuya lección asoma en los descarnados y despiadados desnudos de mujer

Hasta entonces su vida no había sido fácil. Huérfana, creció entre los institutos y las calles de Barcelona, hasta que a los 13 años una acaudalada familia de Madrid la arrancó de todo lo que conocía y la trasplantó en un mundo que no entendía. “Pero me llevaron al Prado y eso cambió mi vida”, asegura. Ella se define “retratista de almas” y lo cierto es que consigue trasladar a los rasgos y los ojos de sus personajes, una intensa vida interior, así como su técnica peculiar crea en la tela un efecto craqueado, como fracturas parecidas a cicatrices, que marcan el paso del tiempo. “Quiero dar a mis obras una piel que refleje lo frágiles que somos”, indica Cabellut, que tardó más de cinco años en desarrollar una técnica, que ha ido depurando hasta alcanzar el dominio necesario para enfrentarse a obras de grandes dimensiones.

“Es una pintura que lleva mucha cocina. Solo preparar el fondo requiere entre 12 y 15 capas diferentes. A mis asistentes les digo que somos un laboratorio de ideas y materiales”, explica Cabellut. Su proceso de trabajo es parecido al de un cineasta. Lo primero es el concepto, sigue el boceto, que desarrolla como si fuera un guión y luego busca el modelo idóneo. “Cuando lo encuentro, lo transformo y deformo, lo visto y le pinto encima, hasta que consigo el personaje que busco y puedo empezar a pintar”, indica.

Entre sus referencias también se encuentran el expresionismo alemán y Francis Bacon, cuya lección asoma en los descarnados y despiadados desnudos de mujer. A pesar de que los galeristas luego los separen, la artista suele realizar trípticos y cuartetos, “porque son como estrofas de un poema”, que acompaña con pinturas de formato más reducido, que retoman algunos detalles salientes: un ojo rodeado de arrugas, unas manos... “Hay que fijarse en los detalles. A veces por la grandeza de las cosas, perdemos la esencia de la intención. Esta colección trata de lo bello y lo bestial, es una mirada en el interior de la condición psicológica del ser humano y una forma de representar este gran teatro donde se nos exigen o imponen papeles diferentes y contradictorios”.

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Simultáneamente, hasta el 26 de mayo, en el Espai Volart 1 se exhibe Carral / Anzano. La experiencia de dialogar, una muestra de Martín Carral y Carmen Anzano, que desde hace 20 años viven juntos, aunque crean obras totalmente independientes.

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