Desbarajuste

La Sindicatura de Comptes ha publicado un informe tremendo sobre el Ayuntamiento de Alicante, y Sonia Castedo y su concejal de Hacienda, Juan Seva, han quedado desconcertados. Dos semanas después de que conociéramos el informe, todo lo que Seva ha acertado a decir a los ciudadanos es que el síndico se equivoca. Ante un documento tan demoledor, uno esperaba que el concejal de Hacienda aportara algo más que palabras para su defensa. No ha sido así. En lugar de pruebas, de documentos, de extractos contables, todo cuanto Seva ha puesto encima de la mesa han sido palabras. Unas palabras, además, que el concejal ha pronunciado en el lugar inadecuado. Juan Seva estaba obligado a dar explicaciones a los representantes de los ciudadanos, es decir, a los concejales de la oposición, en el pleno municipal. Eso es lo que marcan las formas democráticas. La alcaldesa, Sonia Castedo, no lo permitió. Al reunir a la prensa en una dependencia municipal, y vetar la entrada a la oposición, Seva restó cualquier crédito a sus palabras.

El informe de la Sindicatura de Comptes refleja una manera de gobernar instalada desde hace tiempo en el Ayuntamiento de Alicante. Muestra también las limitaciones de Sonia Castedo para dirigir la empresa. Un alcalde no está para dedicarse al día a día municipal, pero tiene la obligación de rodearse de un equipo que desarrolle ese trabajo y debe dirigirlo. A la vista del informe, es evidente que no ha sido así. Pasados los primeros meses de su mandato, cuando Castedo trató de ocultar su falta de ideas sobre Alicante multiplicando su presencia en la prensa y llenado los parterres de flores, no hemos conocido una política municipal que merezca ese nombre. La misma improvisación, sombras, y desbarajuste que la Sindicatura denuncia en las cuentas del Ayuntamiento los observamos en el gobierno de la ciudad. Pero no debería sorprendernos: esa es la manera en que Luis Díaz Alperi gobernó Alicante, elección tras elección. Los manejos, la ausencia de control, la falta de transparencia en las cuentas públicas, son las mismas que la ciudad padece desde hace años, sólo que ahora, en otras circunstancias, nos llaman la atención.

Esta conducta tiene, naturalmente, unas consecuencias sobre Alicante. La manera como se gobierna una ciudad influye sobre el ánimo de sus habitantes, sobre sus expectativas, determina su futuro. La actual situación de Alicante —situación que el lector ya conoce porque hemos hablado repetidas veces de ella— no es solo resultado de la crisis económica que sufre el país, sino del modo como se ha gobernado el Ayuntamiento. La gestión realizada por Castedo se corresponde con el descontrol administrativo y contable que denuncia la Sindicatura porque precisa de ese caldo de cultivo para producirse.Cuando se carece de un plan de gobierno, cuando se actúa según los intereses del momento, y se mantienen permanentes zonas grises entre lo público y lo privado, el resultado no puede ser otro que el manifestado en el informe.

El documento del Síndic muestra también la conducta equivocada que ha seguido la oposición. Su error ha sido insistir, una y otra vez, en la imputación de Castedo en el caso Brugal hasta convertirlo prácticamente en el único problema municipal. Que la alcaldesa de la ciudad esté imputada en un caso judicial no es un asunto menor, sobre todo cuando está por en medio un Plan General de Ordenación Urbana. Pero, quizá haya sido excesivo reducir los argumentos a un solo punto. Existen otros temas en la vida municipal de Alicante que los ciudadanos deberíamos de haber conocido a través de la oposición, sin tener que esperar para ello a ningún informe del Síndic.