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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Pan y trabajo, no paro y paciencia

Desde la reforma laboral, se ha destruido un empleo por minuto La barrera de los siete millones puede ser sobrepasada

El día 2 de Mayo, unos 50.000 obreros se manifestaron por las calles de Chicago. Era el segundo día de protestas generalizadas. La policía los disolvió de manera violenta.

Al día siguiente, los agentes dispararon a quemarropa sobre los manifestantes. Murieron seis y decenas resultaron heridos. El día 4, de nuevo, los obreros se echaron a la calle. Un artefacto estalló y mató a un policía. Fueron detenidos varios trabajadores. Cinco de ellos murieron ahorcados.

A finales de mayo, muchas empresas aceptaron la principal reivindicación de los obreros de Chicago: una jornada laboral de ocho horas. Desde aquel año de 1886, el 1º de Mayo se celebra el Día Internacional del Trabajo.

Pero 127 años después de aquella victoria, los trabajadores tienen que echarse de nuevo a la calle para reivindicar sus derechos, cada vez más pisoteados. Porque en algunos lugares, como en España, aquella conquista es hoy papel mojado. La reforma laboral del Gobierno del PP ha recortado sus derechos hasta límites insoportables. Hoy, el empresario puede despedir casi con absoluta libertad y marcar horarios y condiciones de trabajo a voluntad. Para muchos españoles la jornada de ocho horas es ya una quimera.

Amparados por el Gobierno de Rajoy, los empresarios se han acogido a la consigna del “más por menos”: más horas de trabajo y menos salario. Ante el desolador panorama del mercado laboral, con 6,2 millones de parados (1,5 en Andalucía), buena parte de los trabajadores acepta las nuevas y leoninas reglas de juego. No les queda otro remedio. O aceptan, o se van la calle.

Las capitales andaluzas, como otras muchas de toda España, se vieron este miércoles inundadas por miles de personas. Convocadas por los principales sindicatos, denunciaban “el robo sistemático de nuestros derechos”, en palabras del secretario general de UGT Andalucía, Manuel Pastrana. La reforma laboral del PP ha dejado “un país de esclavos laborales”, continúa Pastrana.

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Las perspectivas no son nada optimistas. El paro seguirá aumentando a un ritmo enloquecido: desde la reforma laboral, se ha destruido un empleo por minuto. La barrera de los siete millones puede ser sobrepasada. Y Rajoy no hace nada para evitarlo. Lo único que se le ocurre es pedir paciencia a los parados.

Ha sido la gota que colma el vaso de la indignación. Un Gobierno que alcanzó el poder prometiendo que en cuanto ocupara la Moncloa se crearía empleo, porque ellos infunden confianza, es incapaz de articular un mínimo plan de choque para resolver el principal problema del país: el paro. No el déficit.

¿Qué hacer? Desde todos los frentes surgen propuestas de pactos. El más concreto, el del presidente Griñán, que abordaría cuatro aspectos: el empleo, modernizar la economía, consolidar la protección social y luchar contra la exclusión. Pero no parece que Rajoy esté por rectificar su política y hacer posible un pacto.

Aunque los datos sean demoledores: hay dos millones de familias en las que ninguno de sus miembros tiene trabajo (medio millón en Andalucía); otros tres millones que ya no cobran ninguna prestación. El 27% de los españoles está por debajo del umbral de la pobreza. De ellos, 2,6 millones son andaluces. Niños y ancianos son los más perjudicados. Los datos ofrecidos por la Junta, tras aprobar el martes el decreto ley de Medidas Urgentes contra la Exclusión Social, son espeluznantes: hay 72.000 niños (5,6%) y 33.868 mayores de 65 años (2,6%) en riesgo de pobreza severa.

Esos niños ya no tienen pan y sus padres no encuentran trabajo. Pan y trabajo es lo que necesitan hoy millones de españoles, no paro y paciencia, como les recomienda Rajoy. Y un trabajo digno, con un salario decente y una jornada de trabajo soportable. Chicago sigue vigente siglo y cuarto después.

 @JRomanOrozco

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