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De casa de empeños a Casa Encendida

El edificio neo-mudéjar diseñado por Fernando Arbós cumple hoy 100 años Trudis Borrego, una de sus habitantes, evoca el pasado del inmueble

Anatxu Zabalbeascoa
Trudis Borrego con su pareja en el patio de La Casa Encendida.
Trudis Borrego con su pareja en el patio de La Casa Encendida.SANTI BURGOS

Trudis Borrego bajó por las escaleras de la Casa Encendida vestida de novia. Era el 1 de mayo de 1967 y el edificio era entonces vivienda de empleados y casa de empeños de la Caja de Ahorros de Madrid. Trudis no volvió adonde había vivido y trabajado diez años al servicio de la hija del director de una sucursal del banco, pero estos días, con 71 años, ha regresado “al Monte” para contarnos su paso por la historia centenaria de ese edificio: el primer banco del sur de Madrid cumple hoy 100 años convertido en el centro cultural de Lavapiés, un barrio que, sin dejar de ser popular, ha pasado a ser cosmopolita.

“Se conocía el barrio por el Monte de Piedad y por la gasolinera que había enfrente”, cuenta Ángel Freche, un vecino de 70 años que creció jugando en el arenal que había frente al banco y comprando leche recién ordeñada en la vaquería de la vecina calle Valencia. El Monte imponía. La corriente romántica historicista que durante el fin del siglo XIX había recorrido los monumentos europeos habló en este inmueble. El edificio no recreaba como hacía la también madrileña Casa de las Alhajas el estilo italianizante de moda entre los inmuebles de la burguesía. La ciudad crecía y el nuevo banco abría, premonitoriamente, la puerta a otros mundos. El neo-mudéjar elegido por el arquitecto Fernando Arbós y Tremantí remitía al Toledo de los siglos XIV y XV y a la cercana puerta de esa ciudad. El resto lo hicieron los materiales: el hierro o el denostado ladrillo, que con la incipiente modernidad, dejaba de ser pobre para convertirse en expresivo.

El 1 de mayo es la fecha clave. Y no solo por la boda de Trudis con Ángel. El de 1911 Arbós puso la primera piedra del edificio. El de 1912 se abrieron las oficinas de la sucursal bancaria. Y un año después se inauguró, por fin, la caja de ahorros, con retraso por la inestabilidad política. Se cumple ahora un siglo y la inestabilidad es otra. Pero continúa. Con todo, la crisis de Caja Madrid y Bankia no hará mella en La Casa Encendida, confirma José Guirao, quien, desde su fundación hace 11 años, dirige el centro cuyo nombre remite a un poema de Luis Rosales. Aunque algunos vecinos aseguran que ese nombre se encendió antes de que llegara La Casa Encendida: cuando, durante los ochenta, la viuda del abogado del banco se quedó viviendo en el primer piso y, por miedo a la oscuridad, dejaba siempre prendida una luz. “La mujer fue la última en abandonar el Monte”, cuenta Trudis. “Y negoció bien la salida: sacó cinco pisos: uno para cada hijo”.

Las historias que cuentan Ángel y Trudis remiten a las películas neorrealistas italianas, pero también al Madrid retratado por Galdós. Ella recuerda decenas de máquinas de coser entre los objetos empeñados. Esta era una casa de empeños pobre. Aquí no llegaban las joyas ni las monedas de oro que iban a parar al edificio central en la Plaza de San Martín, otra obra de Arbós llamada, precisamente, la Casa de las Alhajas. “Lo que aquí se empeñaba era básico: había mucha necesidad en el barrio”, recuerda Trudis, aunque ella, puntualiza, “iba a comprar con chófer”.

El arquitecto Fernando Arbós había nacido en Roma cuando su padre, el pintor Manuel Arbós residía en la Academia de España en esa ciudad. Tras ganar el concurso para realizar la Casa de la Alhajas, Madrid empezó a crecer de forma acelerada y fue preciso abrir una sucursal de la caja de ahorros en el sur. Más cerca de un palacio que de una oficina bancaria, el nuevo inmueble neo-mudéjar tenía tres plantas, un sótano y dos torreones. Pero ese estilo pintoresco maquillaba todo tipo de adelantos técnicos. Los dos torreones servían para ventilar las ropas que custodiaba la caja de empeños. La calefacción era de vapor y la caja ocultaba, en medio de las oficinas, uno de los primeros ascensores eléctricos de la capital.

La historia pintoresca del edificio de Arbós, cuyo sótano sirvió de refugio durante la Guerra Civil, es ya tan patrimonio del barrio como el propio inmueble neo-mudéjar a un pie de Atocha. Así lo entienden en La Casa Encendida, donde han organizado visitas gratuitas los sábados y domingos a las 13.00 para explicar las tripas de su centro (reservas en www.lacasaencendida.es).

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Los empeños pobres (las sábanas o los colchones) delatan la antigua pobreza de los habitantes del barrio, pero también su ingenio. Es legendaria la historia de un anciano que cada año empeñaba el colchón para adquirir el abono para los toros en San Isidro. Casi terminada la feria, con la reventa de la última entrada, recuperaba su colchón.

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