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Los testigos protegidos se desdicen de sus acusaciones por miedo a los Casuals

La fiscal acusa a uno de los agredidos por la banda de falso testimonio

Jesús García Bueno
Los acusados en el juicio contra los Casuals.
Los acusados en el juicio contra los Casuals. CARLES RIBAS

Sufrir un encontronazo con los Casuals puede provocar amnesia. La mayoría de testigos que declararon ayer en el juicio contra la facción más violenta de los Boixos Nois —los aficionados radicales del Barça— se desdijeron de las acusaciones que vertieron en su día contra la banda de Ricardo Mateo, al que la fiscalía pide 119 años de cárcel por una interminable ristra de delitos. “No me acuerdo ni me quiero acordar. Mi cabeza ha hecho un reset”, explicó Juan S., que fue apuñalado en el parque acuático de isla Fantasía por un grupo de casuals y que, sorprendentemente, perdió la memoria.

Juan S. y otros dos testigos protegidos son piezas clave para los investigadores, que tratan de acreditar cómo Mateo y sus hombres se ganaron la vida, hasta 2010, extorsionando a dueños de discotecas de Barcelona y propinando palizas por encargo. La fiscal del caso, Ana Gil, observó cómo el miedo se apoderaba de los testigos. “Está usted temblando”, espetó a Juan S., que declaró protegido por una mampara. Éste lo negó airado: “Yo no tengo miedo a nada ni a nadie”. Pero a continuación explicó una historia que nada tenía que ver con el relato que había contado tiempo atrás.

En junio de 2009, cuatro jóvenes buscaron a Juan S. en la discoteca Privé del parque acuático de Vilassar de Dalt, donde trabajaba como portero. “Baja, chivato, que te vamos a matar”, le dijeron antes de arrojarle botellas de vidrio y asestarle dos puñaladas en la pierna. La agresión fue un intento de silenciar al portero por un incidente anterior. Medio año antes, Mateo se presentó en los juzgados de Barcelona para impedir, por la fuerza, que los jefes de Juan S. se presentaran a la puja por un piso que pretendían lograr los hermanos Santiago y Mauricio Royuela, subasteros. Éstos, que también están acusados, tenían a sueldo al presunto líder de los Casuals.

“Tengo bastante temor. No quiero que me vean”, afirma un subastero

En aquel incidente, el subastero rival de los Royuela, Antonio C., fue agredido con un puñal de porcelana en la cabeza. Ayer, en la Audiencia de Barcelona, ratificó los hechos. “Tengo bastante temor. No quiero que me vean”, empezó el hombre, que también se protegió tras un biombo de las miradas desafiantes y las sonrisas, entre despreocupadas y burlonas, de los acusados. “Tres personas se abalanzaron sobre mí y me apuñalaron”, añadió. Mateo le había advertido de lo que podía ocurrirle por teléfono unos meses antes. “Me dijo que era el Ricard del Barça y que no apareciera por allí o me atuviera a las consecuencias. No denuncié porque pensé que no iría a más”, narró ayer en la Audiencia de Barcelona, en el macrojuicio contra una treintena de personas.

La agresión de los juzgados fue confirmada por otro testigo, su socio A. U., quien afirmó que sentía “pánico” ante la perspectiva de declarar contra los Casuals. Ninguno de los dos, sin embargo, ratificó las acusaciones que habían vertido contra la banda por provocar altercados en discotecas para ganar dinero o hacerse con la seguridad del local. “Eran suposiciones que yo tenía, cosas que leí por internet”, dijo Antonio C. Los acusados se rieron.

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A diferencia de sus jefes subasteros, Juan S. no fue tan sutil al modificar su declaración. La fiscal le preguntó directamente: “¿Dijo verdad en las declaraciones?” “Pues... No, no”. Ante talrespuesta, Gil pidió que se le acuse por un delito de falso testimonio.

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En la vista se escucharon las llamadas telefónicas en las que Juan S. aludía a miembros de los Casuals como autores de la agresión de isla Fantasía. “Tuve un problema allí, sí, pero no sé con quién. Me está atabalando”, se desdijo ayer en su respuesta a la fiscal. El hombre llegó a amenazar con tomar represalias contra la banda, que nació en las gradas del Camp Nou y se convirtió en un grupo de delincuencia organizada, según los investigadores. Se desdijo de nuevo: “A veces se me va la olla. Nunca he dicho nada de Ricard. No tengo por qué denunciar nada de nadie”.

Idéntica amnesia sufrieron tres testigos de otro incidente ocurrido en septiembre de 2009: un grupo de Casuals provocó altercados en la discoteca Opium de la Barceloneta. Un vigilante fue apuñalado. Pero sus colegas rechazaron ayer las afirmaciones que hicieron en comisaría y en el juzgado de instrucción. “No recuerdo nada la noche fue muy confusa”, dijo uno. Otro llegó a acusar a los Mossos de “coaccionarle” para decir cosas que ni pensaba ni sabía. “Después de seis horas declarando, con tal de salir de allí firmas lo que sea”, dijo Francisco V. La fiscal le dejó en evidencia: apenas estuvo una hora en comisaría.

Ni siquiera el jefe de seguridad de Opium, Mohamed D., recordaba bien aquella noche ni lo que sucedió después: según la fiscalía, se reunió con Mateo en plaza de España. Éste le dijo que, si silenciaba la agresión, se olvidarían de la discoteca. Mohamed vivió aquello como un encuentro entre amigos: “Me llamó para tomar café”.

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Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.

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