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Auge y caída del ‘príncipe alcoyano’

El silencio de Cultura sobre el vaso íbero de El Campello aumenta las dudas sobre su autenticidad

Vaso supuestamente ibérico hallado en la trastienda de un anticuario en El Campello.
Vaso supuestamente ibérico hallado en la trastienda de un anticuario en El Campello.

En una cámara de seguridad del Museo Arqueológico de Alicante (MARQ) un vaso presuntamente íbero, supuestamente del siglo II antes de Cristo, lleva meses a la espera de que alguien lo investigue. La pieza, localizada en la trastienda de un anticuario de El Campello (Alicante), fue calificada como “una de las obras excepcionales del arte íbero” durante una convocatoria de prensa organizada por la Guardia Civil y la Consejería de Cultura el pasado mes de enero.

Un vaso “sin parangón”, dijo entonces el técnico de Cultura José Luis Simón, porque estaba completo y porque las escenas pintadas (guerreros cazando un jabalí) parecían narrar el rito del paso de la niñez a la madurez de un “príncipe” íbero, tal vez procedente de una zona cercana al yacimiento de la Serreta de Alcoi.

Sin embargo, muchos arqueólogos sospecharon que se trataba de una falsificación. Sólo Carmen Aranegui, catedrática de Arqueología de la Universidad de Valencia, se atrevió a opinar públicamente. “Cuando vi la foto en los periódicos, dudé de inmediato”, indica. “El vaso contiene elementos propios de otros ya existentes, cogidos de aquí y de allá, en un corta y pega que ya hemos visto en otras ocasiones”, detalla la experta. “Pero bueno, habría que verlo directamente”

Desde entonces, el silencio impera en la Consejería de Cultura. “El caso está sub judice”, alegan para no dar información y justificar por qué no se ha convocado un comité de expertos, pese a que el juzgado de Instrucción número 8 de Alicante, encargado de la investigación, hace tiempo que requirió un informe pericial de la pieza.

Este periódico ha intentado, con escaso éxito, obtener la opinión de más de una decena de especialistas en arte íbero, arqueólogos y directores de museos. Nadie ha vuelto a ver el vaso, nadie quiere hacer comentarios, ni cuestionar la opinión de Simón ni la de Aranegui, o, simplemente, no están autorizados a hacer declaraciones. El mundo de los expertos se ha quedado mudo, entre otras razones, porque en el ámbito arqueológico todos tienen relaciones laborales, económicas o profesionales con la Conselleria, que es la que decide quién puede o no opinar públicamente sobre sus asuntos “internos”.

Pero algunas personas consultadas que no están en la cadena de mando de la consejería, han contestado con un resoplido: “¡Uf! Me reservo mi opinión”, lo que aumenta más aún la sombra de la duda. “Pero de resultar falso el vaso de El Campello”, opina un arqueólogo que no desea ser identificado, “no pasaría absolutamente nada”. “Todos nos equivocamos”, agrega, “y no sería ni la primera ni la última vez que nos la cuelan”. Otra experta señala que “España entera y el mercado internacional están llenos de falsas cerámicas y plomos íberos con inscripciones”.

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El examen pericial ordenado por el juez es fundamental porque no es lo mismo imputar al anticuario del Campello por comercio ilegal de piezas arqueológicas, que por comercio de copias para su venta fraudulenta, es decir, intento de estafa. Pero además, urge el informe porque, si finalmente el vaso es auténtico, ¿de qué yacimiento ha salido? Aranegui opina que “se tendría que hacer un análisis de termoluminiscencia para fijar exactamente la época en que fue fabricado”. Para Alberto José Lorrio, director del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Alicante, “se ha de realizar un análisis de la pasta y de los pigmentos del vaso, porque tanto si es auténtico como falso sería un caso paradigmático para el futuro”. “Estaríamos”, agrega Lorrio, “o ante la expoliación de un yacimiento o ante una red de falsificadores que hay que desmantelar”.

Tanto Aranegui como Lorrio coinciden en criticar las prisas por comunicar el hallazgo sin haber estudiado a fondo la pieza. Verdadero o falso, el vaso de El Campello se habría vendido por unos 3.000 euros en casa del anticuario, según fuentes consultadas, pero su precio en el mercado internacional podría haber alcanzado los 30.000.

Por ejemplo, la página web de la Royal-Athena Galleries (Nueva York), dedicada a la compraventa de objetos antiguos, anuncia como “nueva adquisición” una cerámica íbera descrita como un “Kalathos grande, siglo I a. C.”. Su precio: 30.000 dólares. Aranegui, a requerimiento de este periódico, se muestra rotunda al contemplar las fotos. “Se trata de falsificaciones muy próximas a la de El Campello”, afirma, “por la rigidez del trazo, por demostrar un buen conocimiento de la pintura cerámica de Edeta (Llíria) y por presentar un cálato completo, con las uniones entre los fragmentos apenas erosionadas”.

De la misma opinión es Vicent Escrivá, director del Museo Arqueológico de Llíria y buen conocedor de los yacimientos de la localidad: “Los vasos de esta web son inventados, absolutamente falsos en lo que refiere a su antigüedad, pero piezas únicas y originales para los coleccionistas del futuro”, señala irónicamente. “Al fin y al cabo”, añade, “las cosas valen lo que la gente está dispuesta a pagar por ellas”.

La trastienda de los vasos íberos

E. COSTA

Los arqueólogos saben que existen redes organizadas dedicadas a la falsificación de objetos íberos. “Hay auténticos expertos en esto, algunos, viejos conocidos de la policía”, asegura Carmen Aranegui. Pero, ¿cómo se las arreglan los falsarios para engañar hasta a los expertos? En cualquier publicación especializada en arqueología íbera se muestran dibujos, calcos en papel de las pinturas sobre cerámica, que los expertos divulgan para promover el debate científico. Los estafadores podrían usar estos dibujos como plantillas, combinando sus elementos de mil maneras y a diversas escalas, según el tamaño de la vasija encargada. Para lograr el efecto de envejecimiento, la pieza fabricada se rompe, se recomponen y pegan los pedazos y finalmente se le da algún toque añadido, como saltar la pintura o el barro, o agregar algún corrosivo.

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