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El Lliure invoca la luz de Goldoni

En momentos de dolor e incertidumbre, el colectivo estrena ‘Els feréstecs', una obra del veneciano llena de alegría y ganas de vivir que dirige Lluís Pasqual

Jacinto Antón
Una escena de los ensayos de Els feréstecs.
Una escena de los ensayos de Els feréstecs.ROS RIBAS

Goldoni llega como agua de mayo al Teatre Lliure. Sacudido el colectivo por las recientes muertes que lo han desolado —las de Anna Lizaran y el editor Gonzalo Canedo— y a punto de determinarse cómo será su ERE temporal, el teatro del autor veneciano, con su burbujeante alegría, su luminosidad, su vivacidad de lenguaje y su sentido positivo de la existencia, tiene un indudable efecto “terapéutico”, como reconoce el director Lluís Pasqual.

Els feréstecs (I rusteghi, 1760), que se estrena el miércoles en la sede de Montjuïc en traducción del propio Pasqual, es el tercer Goldoni que acomete el director tras los espléndidos Un dels últims vespres de carnaval, montado en el Lliure en 1985 con Lizaran en el reparto, y La famiglia dell’antiquario, en el Teatro Stabile del Véneto con actores de la región y que pudo verse en el Grec 2007 en el Romea.

El viernes pasado, un día gris y lluvioso, tan veneciano que solo faltaban las góndolas, Pasqual y los actores presentaron el espectáculo, que dura una hora y media sin descanso y tiene una escenografía “sorprendente”, de Paco Azorín, pero alusiva a Fabià Puigserver, que el Lliure ha decidido mantener en secreto hasta el estreno. El montaje cuenta con un elenco de bandera que componen Jordi Bosch, Andreu Benito, Laura Conejero, Boris Ruiz, Xicu Masó, Laura Albert, Rosa Renom, Rosa Viola, Carles Martínez y Pol López.

El montaje traslada la acción de Venecia a “los Países Catalanes”

El argumento de Els feréstecs es, dijo Pasqual, muy liviano, “una anécdota muy ligera, una telaraña muy fina”. Cuatro hombres misóginos y opuestos a la libertad, los feréstecs, los ariscos, huraños, intratables del título, acuerdan el matrimonio de dos jóvenes que no se conocen y a los que deciden impedir que se vean hasta que se casen. Cosa que los chicos (y las mujeres de los feréstecs —“le donne la sanno più lunga degli uomini”—) tratarán de cambiar. “Es un disparate, un juego de teatro para niños grandes, el niño que todos llevamos dentro, y a la vez un aguafuerte que no deja de mostrarnos actitudes y juegos de poder de la época”.

La clave para su montaje la ha hallado Pasqual en la relación entre Venecia y Cataluña y el carácter (defectos y virtudes) de sus gentes, algo que el director ha descubierto que ya destacó el propio Goldoni, que habría visitado el país. El autor de la Serenísima encontraba similitudes lingüísticas entre el veneciano y el catalán, unas similitudes que, curiosamente fueron lo primero que llamó la atención a Pasqual al acercarse a Goldoni. Dada esa familiaridad idiomática, la de los personajes —“tan parecidos a los avis y tietas”—, y la del país, Pasqual decidió trasladar la acción de Venecia a “los Países Catalanes”. Un lugar impreciso “más mental que físico” que se traduce en que ninguno de los personajes habla catalán central sino lleidatà, olotí, mallorquín y valenciano. Algo de eso había ya en Un dels últims vespres de carnaval, en que Teresa Lozano hablaba en valenciano. Pasqual señaló al respecto que el veneciano de Goldoni tampoco es el veneciano corriente, sino un veneciano exagerado, aumentado. En el montaje, un personaje pone un contrapunto en castellano con dos textos de Julio Camba, añadidos al texto por Pasqual, que por lo demás ha respetado absolutamente la obra. El marco cronológico es en el montaje la I República, donde le es fácil a Pasqual trasladar las ansias de libertad que aletean en la pieza.

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Pasqual ofreció en la presentación una lección magistral sobre Goldoni, al que comparó con Mozart. “La dificultad de hacer Goldoni es su liviandad”, explicó. “Es como la vida misma. Los textos son ligeros, los personajes, que no paran de hablar, dicen sin embargo solo unas pocas frases seguidas, hasta el punto de que a las réplicas de más de tres líneas ya las consideramos monólogos. Hacer Goldoni es entrar en una respiración concreta”, continuó, “una gestualidad, una mirada cómica. Su comicidad es la nacida de la inteligencia y la humanidad, la del que conoce al hombre y sabe que no se le puede tomar demasiado en serio”. Para Pasqual, “lo que en cualquier autor sería farsa en Goldoni, es una caricatura gozosa llena de humanidad. Los personajes son personas, tienen corazón, sufren y ríen”.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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