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crítica | teatro
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Hablemos del Gobierno

Alistair Beaton hace una certera sátira de un presidente, un ministro y su camarilla de estrategas en 'Feelgood'

Javier Vallejo

Alistair Beaton es un satírico al que la realidad hizo retratista. El público sale de Feelgood, comedia que acaba de estrenar en el Matadero, pensando que en vez de caricaturizar al gobierno británico de hace una década se ha inspirado en el nuestro de hoy. También al público de Portugal, Hungría, Eslovenia y otros países desarbolados por la crisis le pareció que Beaton habla de sus gobiernos y de la camarilla de asesores, estrategas y publicistas que les ayudan a enmascarar propósitos y a presentar medidas tomadas en provecho de élites como si fueran en beneficio de todos.

¿Qué pasaría, se plantea Beaton, si una periodista de raza estuviera a punto de airear unos trapos tan horriblemente sucios como para enviar al partido gobernante a la oposición para siempre? ¿Qué no sería capaz de intentar su cúpula para evitarlo?

Lo que en manos menos expertas hubiera terminado siendo una parodia, en las del autor británico, que trabajó como periodista, guionista de teleseries y escritor de discursos de Gordon Brown (ministro de Hacienda entre 1997 y 2007, y luego primer ministro), es un corrosivo aguafuerte donde se nos muestra con cuánto aplomo se niega lo evidente, se fabrican discursos que defienden una cosa y su contraria, y se silencia a los disidentes, en el congreso de un gran partido.

¿Qué pasaría, se plantea Beaton, si una periodista de raza estuviera a punto de airear unos trapos tan horriblemente sucios como para enviar al partido gobernante a la oposición para siempre?

Feelgood nos sitúa en el laboratorio de ideas del presidente, formado por Simón, guionista contratado para introducir humor en su discurso congresual; Álex, analista de izquierdas; y Edu, típico psicópata de apariencia encantadora, imprescindible en todo círculo de poder, que en la vigorosa interpretación de Fran Perea es el eje de una acción adrenalínica. A su lado, Marta, confidente del presi; y Max, cacique al que elevó a ministro por amistad, encarnado con aguda vis cómica por Jorge Bosch. Frente a ellos, sola ante el peligro, Elisa, la periodista que dio con el hilo de una oscura madeja.

El primer acto, arrollador, desopilante, sin desperdicio, perfectamente orquestado por Alberto Castrillo-Ferrer, justifica por sí solo el espectáculo. El segundo tiene dos partes: un cara a cara feroz de Edu y Elisa, donde el tono baja un par de escalones porque Manuela Velasco no da el carácter de la ex alcohólica que golpeó a su editor, ni tiene bagaje teatral para sortear el envite; y un cierre coral donde el director propone una ingeniosa inversión de la perspectiva (sobre el expresivo tablero de juego diseñado por Uxua Castelló), y las interpretaciones se impregnan de un tono televisivo. Pero el demoledor epílogo, en el que Carlos Hipólito, con una actitud que aúna la de Blair, la del Rajoy de antes de las elecciones y la de Marco Antonio en su demagógico discurso ante el cadáver de Julio César, vuelve a poner la función en una cota muy alta, y a convencernos de que verla fue tiempo ganado.

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FEELGOOD. Autor: Alistair Beaton. Traducción: Alicia Macías. Reparto: Javier Márquez, Fran Perea, Ainhoa Santamaría, Jorge Bosch, Jorge Usón, Manuela Velasco y, en vídeo, Carlos Hipólito. Dirección: Alberto Castrillo-Ferrer. Matadero. Del 2 de abril al 12 de mayo.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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