Reuniones: ¿secretas o privadas?
Aplaudo todo diálogo y negociación entre Cataluña y el Estado. Pero que los errores de forma no lo hagan más difícil
De la reunión que mantuvieron la semana pasada el president de la Generalitat y el presidente del Gobierno, reunión que como partidario del diálogo celebro mucho que haya tenido lugar, han surgido diversos análisis en relación a sus contenidos, pero también algunas polémicas respecto de su origen y de su carácter secreto. Es arriesgado profundizar demasiado en los resultados, sin tener conocimiento claro de los otros aspectos. Por ello voy a centrarme exclusivamente en éstos para reflexionar sobre la importancia que en política tienen las formas y los mensajes, y ver hasta qué punto pueden poner en peligro la consecución de los objetivos.
Pienso que hay cinco tipos de reuniones: las públicas, las oficiales con comunicados separados, las oficiales con comunicado conjunto, las privadas y las secretas. Creo que cada una de ellas obedece a motivaciones diferentes, y persigue resultados distintos.
Públicas. El ejemplo más claro son los debates en los Parlamentos, con luz, taquígrafos, prensa y TV. La motivación principal es expresar las opiniones de cada uno para conocimiento y satisfacción de los respectivos seguidores, cuando no descalificando las del adversario. Por ello es muy difícil que de estos diálogos surjan acuerdos, a no ser que se hayan pactado en reuniones preparatorias previas. La absoluta transparencia, desgraciadamente, coarta la sinceridad de los participantes, induce a utilizar los tópicos y dificulta la creación de un clima de verdadero diálogo.
Oficiales con comunicados separados. Se trata de reuniones cerradas en las que cada parte emite al final un comunicado o mantiene una rueda de prensa. Como ejemplos, la reunión Rajoy-Mas de finales de septiembre, o las múltiples reuniones de elaboración del proyecto de estatuto hace siete años. En estos casos, la información se convierte a menudo en confusión debido a versiones contradictorias de las discusiones y algunas veces incluso de los acuerdos alcanzados o de la responsabilidad sobre la falta de acuerdos.
Oficiales con comunicado conjunto. Son, posiblemente, las más eficaces. El carácter cerrado permite un diálogo franco y a menudo constructivo. La necesidad de un comunicado o una explicación conjunta obliga a ser muy preciso tanto en los acuerdos alcanzados como en la exposición de las razones de una y otra parte para explicar los posibles fracasos. A veces se necesita tanto tiempo para discutir los temas como para preparar el comunicado… Este ayuda a forzar acuerdos, elimina ambigüedades y compromete firmemente a los participantes.
Privadas. A veces se confunde secretas con privadas. En política se celebran una cantidad enorme de reuniones, encuentros o negociaciones que, sin ser secretas, no son conocidas y tienen unos contenidos que no transcienden públicamente. La existencia de la reunión no es un secreto, pero su contenido no se hace público por discreción, acuerdo mutuo o por voluntad de no poner en peligro la negociación. Aunque esto pueda parecer un ataque a la transparencia, creo que es aceptable, siempre que no se abuse de ello y que al término del proceso se de cuenta públicamente de todo.
Secretas. Una reunión secreta es una reunión que no ha existido, o se intenta que sea así. Me cuesta ver su necesidad. En primer lugar, no entiendo la pretensión de convertir en secreto algo que puede ser descubierto por muchos caminos, y aún más con la tecnología actual. Creo que esto debe quedar relegado al mundo de los servicios secretos. Pero además, ¿qué inconveniente tiene que se sepa que dos personas o dos organizaciones se reúnen para hablar o para negociar? ¿Es que el hecho de dialogar perjudica a alguien? ¿Es que hay que disimular el diálogo? El mayor inconveniente para los participantes es que puede ocurrir que uno se vea obligado a negarla. Aunque sea una mentira disculpable, es innecesaria y no hace bien a nadie.
Aplaudo todo aquello que suponga diálogo y negociación entre Cataluña y el Estado. Estamos suficientemente necesitados de un nuevo modelo y debilitados, tanto unos como otros, como para no intentar encontrar caminos de pacto. Pero que los errores de forma o de oportunidad no lo hagan más difícil.
Joan Majó es ingeniero y ex ministro