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Fragas do Eume, año I

El parque natural se recupera favorablemente en el primer aniversario del fuego Los ecologistas reúnen fondos por su cuenta para repoblar parcelas

La zona del incendio, un año después
La zona del incendio, un año después KIKO DELGADO (EFE)

Para la Xunta, una regeneración “muy positiva” en áreas de fraga autóctona y matorral. Para los ambientalistas, dejadez e idéntica desprotección que resumen en “inoperancia, insensibilidad y desprecio” de las Administraciones públicas hacia la joya verde de Galicia. Al cumplirse un año del voraz incendio de As Fragas do Eume, la consellería de Medio Ambiente concluye, tras varios controles, que la cobertura vegetal en la zona más valiosa del bosque atlántico evoluciona favorablemente. Las hojas caídas en invierno han protegido el suelo de la erosión formando una capa orgánica en la que ya rebrotan helechos y tojos.

La Plataforma en Defensa das Fragas do Eume hace otra lectura muy distinta que rebaja el tono triunfal del Ejecutivo. Critica que la consellería de Agustín Hernández “solo actuó tímidamente en las zonas visibles”, en los alrededores de Caaveiro y los bordes de la pista asfaltada que se adentra en el parque desde Ombre (Pontedeume), y que ignoró las zonas empinadas de ladera donde “la erosión es más alta”.

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La memoria meteorológica es muy corta, pero hace un año Galicia atravesaba una de las peores sequías invernales en décadas. El 31 de marzo, un fuego imprudente prendió en una turbera en el alto de Pena do Crego, en A Capela, y el viento empujó las llamas ladera abajo hacia el cañón del río Eume. El incendio llegó hasta el corazón del parque natural de As Fragas, el bosque atlántico mejor conservado de Europa. Protegido sobre el papel pero vulnerable a una simple colilla anónima a la que una investigación judicial de cuatro meses no logró poner dueño y que terminó por archivarse al no hallar un culpable. Lo que sí quedó claro fue que el incendio tuvo un foco único y no tres simultáneos como sostuvo el gobierno autonómico en las primeras horas.

El parque ardió durante cinco días (del 31 al 4 de abril) con tres aliados en contra: la seca, el viento variable y demasiadas hectáreas de pinar y eucaliptal que fueron gasolina verde para el fuego. La estampa de las llamas cercando el monasterio medieval de Caaveiro (siglo X), epicentro turístico de As Fragas, caló hondo y generó una fuerte controversia entre la sociedad gallega, escarmentada por el Prestige y otras plagas incendiarias y hastiada de ver cómo se deteriora su patrimonio ecológico ante la parsimonia de unos gobernantes que tienen la obligación de preservarlo.

De las 9.126 hectáreas del parque, 3.253 son de fraga (bosque autóctono). El fuego consumió 520 hectáreas —última cifra oficial— y más del doble para los regidores de A Capela y Monfero, los dos municipios más castigados de los cinco que lindan con As Fragas. Se quemaron 274 hectáreas en zona de reserva, la más valiosa. El fuego dejó otra lección: el bosque atlántico, húmedo y tupido, resistió el asedio de las llamas razonablemente bien. Justo al contrario que las áreas repobladas artificialmente con pinos y eucaliptos (2.055 hectáreas) que suponen el 23% de un parque que se reparten, a trocitos, muchas manos.

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Un año después, As Fragas cura sus heridas poniendo verde sobre negro espontáneamente. La rapidez con la que se movió el fuego minimizó sus efectos. En eso sí coinciden técnicos y ecologistas. Tierra y ramas se calcinaron superficialmente, con una afección de baja a moderada en la capa orgánica de la mayor parte de la superficie dañada. Medio Ambiente sostiene que algunos árboles han reverdecido y que en suelo dañado ya afloran “nuevos brotes” de helechos y toxeiras regados por arroyos y regatos caudalosos. A la plataforma le sabe a poco y dice que para muchos ejemplares autóctonos esta será su “última primavera” cercados por tierra muerta.

Para los ambientalistas, poco o nada ha cambiado este año en la gestión del parque, que indique que hoy las cosas ocurrirían de otro modo. La única novedad, ironizan, es el relevo en la dirección que ahora ocupa Jorge Vázquez que relevó a Luis Costa, destituido en julio.

El Plan Rector de Usos y Gestión (PRUX) de As Fragas, pendiente desde 1997, sigue siendo una quimera y el plan de reforestación comprometido en la primavera de 2012 por la Xunta y el Ministerio de Medio Ambiente de Miguel Arias Cañete es una incógnita. As Fragas se quedaron fuera del decreto gubernamental (RD 25/2012) que fijaba ayudas para personas y bienes afectados por los fuegos de junio a noviembre. “La Xunta ni siquiera lo solicitó”, denuncia el coordinador de la Plataforma, Miguel Anxo Abraira.

Los trabajos de la consellería para arreglar el estropicio del incendio consistieron en drenar el terreno, prohibir talas, recubrir con paja las zonas quemadas y colocar barreras de fibra vegetal para frenar el arrastre de cenizas al Eume y la ría de Ares, que las analíticas de Aguas de Galicia, no detectaron. Medio Ambiente prometió en mayo a alcaldes y vecinos que reemplazarían eucaliptos por robles y aunque esta semana informaron de que habían resembrado tierras del parque con “especies seriales autóctonas”, no especifican dónde ni cuántas.

De las cenizas del incendio nació la Plataforma en Defensa de As Fragas do Eume, muy activa en las redes sociales. Abraira, su portavoz, explica que llevan un año entero trabajando para comprar tierras en un parque que tiene el 80% de su superficie en manos privadas con muchos dueños: la Diputación, las eléctricas Endesa y Fenosa y más de 200 particulares repartidos entre dos asociaciones.

A través de Bétula, una asociación de custodia del territorio, aspiran a reunir fondos donados en colectas para recomprar pequeñas parcelas y protegerlas. El 6 de abril, buscan voluntarios para limpiar un camino y repoblar con castaños dos ferrados en el parque. Es otro paso más para devolver a As Fragas un poco de esa magia verde que envuelve a todos los que las visitan.

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