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Comida de una gran calidad social

Entidades de Terrassa montan un restaurante abierto al público que da alimentos y trabajo a parados

Vista del comedor de La Trobada.
Vista del comedor de La Trobada. ISABEL MARQUES

La crisis empujó al paro hace cuatro años a Manuel Parra y a su mujer. La pareja no recibe ningún ingreso desde hace dos años, cuando se les acabaron las ayudas. Mantienen a sus hijos de ocho y tres años gracias al apoyo de la familia. Su desesperada situación dio un vuelco hace dos semanas, cuando los servicios sociales de Terrassa les propusieron participar en el proyecto del restaurante La Trobada. A cambio de trabajar en el local un par de horas al día —él como camarero, ella limpiando— comen al mediodía el menú que ofrece el restaurante. “La iniciativa está muy bien porque era un desespero estar en casa esperando a que saliera un trabajo. Con el restaurante estás ocupado y te hace sentir útil”, explica Parra.

La Trobada abrió las puertas el pasado 21 de marzo con el objetivo de huir de las fórmulas convencionales de solidaridad, como los comedores sociales, y ofrecer una ayuda ajustada al nuevo perfil de necesitados que está creando la crisis. La idea del restaurante del tiempo —basado en el intercambio— surgió hace más de un año en el seno de una asamblea de la Asociación Local de Entidades por la Inclusión (ALEI), que agrupa a 29 organizaciones del tercer sector de Terrassa. “Crecía la demanda de comedores sociales, pero ya no para personas en situación de exclusión social. No son familias desestructuradas, o víctimas de maltratos o drogas. Son gente que hace poco tenía un trabajo y una vida normal, que tienen toda la capacidad para trabajar. Decidimos aprovecharlo y crear un proyecto adaptado a estas circunstancias”, abunda Xavier Casas, gerente del restaurante.

El restaurante, abierto los mediodías de lunes a viernes, ofrece unos 70 menús diarios a un precio de 6,5 euros. Aproximadamente la mitad de los servicios es para clientes convencionales y la otra mitad para los bautizados como trabajadores del tiempo, que llegan hasta el proyecto derivado de los servicios sociales municipales. De estos trabajadores en el local hay 12, pero hay otros que colaboran con otras entidades del ALEI dedicadas a la jardinería o la limpieza, entre otras actividades, que también tienen derecho a comer en La Trobada.

El proyecto cuenta con un presupuesto anual de 176.000 euros. La mayor parte, 95.700 euros, proviene de la aportación de la edición dedicada a la pobreza de La Marató de TV3, a los que se suman 30.000 euros del Ayuntamiento de Terrassa y 13.500 de Cáritas. Los 37.500 euros restantes deben llegar de lo que pagan los clientes convencionales. También colabora la colla castellera Minyons de Terrassa, que ha cedido parte de su sede para ubicar el restaurante.

Casas es consciente de que deberán buscar más fuentes de financiación porque de aquí a un año la parte de La Marató se habrá agotado. La idea es captar más clientes: “Estamos bien ubicados, en el centro de Terrassa, y ofrecemos comida de calidad a buen precio. Aunque tenemos mucha competencia, tenemos como valor añadido el aspecto social, y eso ayuda a fidelizar a los clientes”.

“La comida es muy buena, la relación calidad-precio es excelente”, valora Francesc Perich, un jubilado que se enteró de la iniciativa por la prensa local y el pasado martes decidió probar la crema de calabacín y un estofado de ternera. También se muestra satisfecho Miquel Pérez, mientras espera el postre, helado de turrón. Es cocinero de profesión y ha aprovecha la ocasión para ofrecerse como voluntario al restaurante. “Quiero poner mi granito de arena. Además está muy bien que hay gente que todavía se levanta por la mañana pensando en cómo ayudar a los demás”, aplaude.

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Mientras estos clientes acaban su ágape, algunos trabajadores por tiempo se marchan tras acabar sus tareas. Es el caso de Estefanía Lao, de 26 años, que se encarga de la limpieza. Está en el paro desde hace cinco años, los mismos que hace que nació su hija. Esta madre soltera sobrevive con 600 euros de la renta mínima de inserción mientras busca un trabajo que nunca llega. Hace dos semanas que está implicada en el proyecto, preparando el local para su inauguración. “Me ha cambiado mucho. Me ha permitido salir, hacer amigos y dejar de estar encerrada en casa”, explica con satisfacción. Lo mismo piensa su compañera de tareas, María Clemencia Yehouessi, de 34 años. También madre soltera, mantiene a dos hijos de 8 y 17 años con una ayuda de 525 euros, esperando conseguir un empleo tras todos los cursos realizados. Yehouessi aplaude la iniciativa egarense y espera que otras ciudades la copien. “Así habrá más oportunidades y trabajo para todos”.

La Trobada ha contratado a cinco personas. Los trabajadores del tiempo, en cambio, solo estarán tres meses. “Así lo hacemos rotativo y que llegue a más personas”, explica Casas. El próximo paso es conseguir la reinserción laboral de estos parados de larga duración a través de una red de contactos con empresas que justo ahora empiezan a tejer.

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