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Una ‘miurada’ difícil y muy dura de pelar

Solo Robleño, con un sobrero de Valdefresno, pudo lucir algo

Fernando Robleño pasa de muleta al segundo de la tarde, un sobrero de Valdefresno.
Fernando Robleño pasa de muleta al segundo de la tarde, un sobrero de Valdefresno. JOSÉ JORDÁN

Cinco toros de Miura muy duros de pelar y un sobrero de Valdefresno, algo manejable y un tratado de mansedumbre también. Una corrida de Miura decimonónica, de las que ya no se llevan. De pelea, de lucha sin cuartel, del primero al sexto. Ninguno se dejó dar un lance de salida, ni de entrada, y en la muleta fueron listos, enterados. Echaron cornadas al aire y desarrollaron el clásico sentido de la casa. Fiel a la leyenda, en fin. Y con una cuota notable de mansedumbre. El Miura más ovacionado de salida fue el segundo, precioso cárdeno calcetero que levantó un clamor, pero que a la segunda carrera dejó ver que de cuartos traseros estaba hecho unos zorros. Dos veces entró al caballo, mas no le sirvió de nada porque volvió por donde había salido.

Rafaelillo, experto en estas guerras, sorteó como pudo los derrotes al aire de su primero, que siempre con la cara arriba aprendió antes de lo debido y le buscó las cosquillas al torero murciano. Pero por mucha tela que había por cortar, Rafaelillo es mucho Rafaelillo en estos trances. Tiró de oficio el torero y, contra viento y marea, gobernó la situación como si tal cosa.

Miura, Valdefresno / Rafaelillo, Robleño, Castaño

Cinco toros de Miura y uno de Valdefresno, que salió en sustitución del segundo titular devuelto por cojo. Muy bien presentados. Ofensivos de cara y con cuajo. Difíciles y enterados en el último tercio los titulares. El sobrero, manseó y acabo refugiado en tablas.

Rafaelillo: más de media y cuatro descabellos (silencio); buena estocada sin puntilla (saludos).

Fernando Robleño: -aviso- estocada desprendida (saludos); tres pinchazos, casi entera tendida –aviso-, dos descabellos, media estocada a paso de banderilla y descabello (silencio).

Javier Castaño: dos pinchazos y descabello (silencio); pinchazo y media tendida (silencio).

Plaza de Valencia, 13 de marzo. 5ª de Fallas. Casi media entrada.

Al cuarto lo recibió con una larga de rodillas en el tercio. Vista como iba la película, al toro le pegaron bien y duro en varas. Tampoco sirvió de mucho. El de Miura cumplió con su papel y tiró cornadas al aire, buscador de lo que se escondía detrás de la muleta. Rafaelillo probó por ambos pitones y utilizó las dos manos con una esgrima habilidosa. Insistió tanto por la derecha como por la izquierda, y fue capaz incluso de robarle al toro medios muletazos que parecía imposible. Toro y torero se buscaron los puntos débiles, pero la iniciativa siempre fue del murciano. Parecía que Rafaelillo iba a ganar el combate a los puntos; fue por ko. Una gran estocada sin puntilla dejó a al miureño a los pies de las mulillas.

Fernando Robleño mató el sobrero de Valdefresno lidiado en segundo lugar. El toro ya dejó entrever su mansedumbre en varas, tomando la primera del picador de puerta. Robleño se dobló con él de inicio y se lo llevó a los medios con torería. Una vez allí lo toreó en redondo sobre la derecha, en semicírculo, enroscado el toro a su cintura. Muy bien llevado y toreado. Cambiada la muleta de mano, la historia tomó otro signo. Por ahí el toro ya no tuvo entrega y comenzó a mirar de reojo las tablas. De nuevo con la derecha, Robleño volvió a lucir muy compuesto. Pero el toro, que tenía fecha de caducidad, ya no disimuló su mansedumbre y se marchó directamente a refugiarse en tablas. Un mundo le costó a Robleñó igualar. Aculado el toro en toriles, pegado a las tablas, el de Valdefresno lo puso cada vez más complicado. Un aviso llegó antes de que Robleño lograra meter la espada y acabar con el manso.

El único Miura que mató Robleño, el quinto, también fue bien servido por el picador de turno. En banderillas echó la cara a las nubes y derrotó. Así, de tal guisa, llegó a la muleta. Ni por un pitón ni por otro. Por los dos lados el toro cortó cualquier intento del torero y también huyó hacia tablas. Después de tres pinchazos, que no hicieron mella, el toro se puso a barbear tablas y Robleño las pasó moradas para entrar a matar. Un toro manso. Y duro.

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Javier Castaño quiso convertir al tercero de la tarde en toro-espectáculo. Le hizo ir al caballo desde el mismo platillo y el toro se arrancó de largo para contento del personal, que pensaba que algo memorable podría ocurrir después. Esas carreras a tanta distancia quedaron en globo pinchado porque el toro no se empleó ninguna de las veces. Otro saco de derrotes llevaba ese toro guardado. Para colmo, un remolino de viento se sumó al problema y Castaño combinó sus intenciones por una y otra mano. Estéril esfuerzo.

El sexto Miura se derrumbó en varas y faltó poco para no regresar a los corrales. Una vez en la muleta no tardó en descubrir aviesas intenciones. Al paso, con la cara alta, intentó a colarse por donde no debía y desarrolló sentido. Castaño sorteó el envite con tanta voluntad como frustración.

En los dos toros de Castaño se vivieron los momentos más brillantes y luminosos de la tarde: cuatro excepcionales pares de David Adalid, que banderilleó los dos astados, y uno de Fernando Sánchez al sexto. Algo es algo.

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