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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ejes de nueva política

Las nuevas formaciones y liderazgos súbitos en las elecciones italianas muestran 'defectos' pero pueden ser también virtudes a la hora de construir 'desde abajo' otra forma de hacer política

Joan Subirats

Los resultados de las elecciones italianas han resituado en nuestra escena política el debate sobre populismo y antipolítica. Es bastante obvio que el formidable descrédito de los grandes partidos políticos (PP, PSOE, CiU), y la sensación de falta de recambio en el gobierno del sistema, abre oportunidades a nuevas formaciones o a liderazgos súbitos. No ha sido extraño ver estos días artículos periodísticos o debates en otros medios sobre si hay espacio aquí para fenómenos como el Movimento 5 Stelle (M5S). En tales comentarios ha abundado la brocha gorda. Hace tiempo, uno de los líderes de la izquierda italiana, Piero Fassino, se mofó del movimiento diciendo: “Si Grillo se atreve, que cree un partido y veremos cuantos votos recoge”. Ha recogido una cuarta parte de los votos. Es evidente que el grillismo no es un movimiento fácil de clasificar si utilizamos categorías tradicionales. Comparte con el populismo tradicional la idea de “la plaza contra el palacio”, o en otro formato, la contraposición simplificadora entre “el pueblo honesto y la casta política corrupta”. Pero, ha ido conformando un movimiento horizontal y reticular, muy empotrado en la red, y alejado así de la lógica carismática, jerárquica y autoritaria de los populismos tradicionales.

 En un detallado y crítico análisis del M5S, el colectivo italiano muy activo en la red Wu Ming (wumingfoundation.com), dice que será ahora cuando se verá su capacidad transformadora, y duda de ello viendo lo ocurrido en Parma, donde lideran el ayuntamiento desde hace meses. Concluyen que el M5S es más parte del problema que parte de la solución. En otra perspectiva, una politóloga reputada, como Donatella Della Porta, destaca la llegada al Parlamento de tantos ciudadanos-activistas, absolutamente nuevos en las lides institucionales. Su recorrido previo en protestas locales o anti-austeridad, advierte, no les ha dotado de los procesos de socialización política característicos de los movimientos de izquierda tradicionales. Y ello puede conllevar dificultades potenciales en cómo expresarse, conocerse, encontrar formas comunes de argumentar y defender sus posiciones en sede parlamentaria. Pero, apunta, esos “defectos” pueden ser también virtudes a la hora de construir “desde abajo” otra forma de hacer política, transformando los retos en oportunidades. Su fuerza ha venido no sólo de sus puntos programáticos fuertes (renta mínima, oposición a obras inútiles, lucha a la corrupción y al compadreo político-económico)  sino, sobre todo, de que han sido vistos como pares por el resto de ciudadanos y por su descarnada denuncia de que los políticos que gobernaban (Monti) estaban más preocupados por conseguir la confianza de los mercados que la de los ciudadanos.

Es en ese contexto complejo, en el sentido que no responde a nuestras categorías o paradigmas previos, en el que hemos de bucear también aquí para encontrar vías de avance en la reconstrucción de la política. No tenemos aquí Berlusconi’s y Grillo’s, y lidiamos con formatos más tradicionales de política y antipolítica. Pero lo cierto es que muchos de los problemas italianos están aquí presentes, si bien con formatos distintos. Tenemos una democracia estancada (Wiki.partidodelared.org) que no logra reflejar la complejidad del sujeto contemporáneo y que tiende a encasillar a las personas en categorías que no reflejan sus dimensiones múltiples. Es un modelo de democracia que excluye el activismo ciudadano que no sea de perfil bajo (electoral) y que rechaza la madurez de cada quién para decidir (con sus pares) su futuro, sin delegaciones que no acaban de aportar el valor que prometen. En esa línea, es absurdo tratar de segmentar a la gente en categorías completas de derecha o izquierda. Lo que es significativo es como caracterizamos los bienes y recursos de que disponemos. ¿Hemos de considerar pública la sanidad, la educación o el agua? ¿Lo que decidamos que es un bien común ha de ser gestionado forzosamente por las instituciones y administraciones públicas? ¿Tenemos derecho a vincular mejor trabajo, personalidad y necesidad, o ese es un tema del “libre mercado”? ¿Qué es más importante, pagar la deuda o que la gente pueda sobrevivir? ¿Si instituimos una renta mínima, nos ayudaría ello a avanzar en algo tan básico como la dignidad humana y la justicia?. Si logramos crear mayorías alrededor de esas y otras cuestiones, estaremos hablando, quizás sin mencionarlo, de derechas e izquierdas.

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