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La vieja vaca vuelve a mugir

La promotora Doctor Music celebra 30 años con una exposición en el Palau Robert centrada en su pionero festival de los Pirineos

Jacinto Antón
Un aspecto de la exposición 'Born to múúú' en el Palau Robert.
Un aspecto de la exposición 'Born to múúú' en el Palau Robert.AITOR SÁEZ

Uno, viejo veterano (¡y superviviente!) de las tres ediciones del Doctor Music Festival (96-97-98), el Woodstock de los Pirineos, echa en falta algunas cosas en la exposición del Palau Robert consagrada a los 30 años de la promotora y que dedica una parte importante a aquel acontecimiento que marcó las vidas, al menos musicalmente, de tantas personas. Están sí, protegidos en vitrinas, los codiciados abonos y los reverenciados pases, la cartelería (¡qué carteles, señores!: Bowie, Lou Reed, Dylan, Suede, Beastie Boys, Moby, Portishead, Patti Smith...), las fotos de los artistas y del público, del mayúsculo paisaje y del no menos impresionante montaje. Están los paisanos, en filmaciones que recogen sus asombradas impresiones sobre aquello. Y están, grabadas, algunas de las casi 400 actuaciones. Está incluso la vaca, la famosa vaca con tapones en las orejas que dio nombre al macrofestival. Y ¡las pulseritas de acceso! (te colocan una a la entrada de la exposición).

Pero falta una parte imprescindible (e irrecuperable). Faltan el calor del día y el frío de la noche. La agolpada expectación ante los escenarios bajo un cielo infinito lleno de sol o tachonado de estrellas. El inmenso murmullo (con algún jadeo) que se alzaba desde la zona de acampada. Aquella brisa que empezó a soplar el atardecer que Bob Dylan cantó Blowin in the wind. Faltan el polvo (¡uy!), los mosquitos, las colas de las duchas, el hedor de los lavabos y la inmensidad progresivamente agostada de los pastos sembrados de multitud, decibelios y alegría.

Born to múúú, que de manera tan elocuente se titula la muestra (hasta el 12 de mayo), apela a la nostalgia, a unos tiempos ya idos y, ¡ay!, que no volverán. Ayer, en la inauguración oficial de la exposición, con el alcalde Xavier Trias y el consejero de Cultura, Ferran Mascarell, apoyando y alabando a Neo Sala, el fundador de Doctor Music, y a su promotora, nadie habló de regresar a Escalarre. De resucitar, más allá de la muestra, a la vieja vaca. Tendrá que seguir pastando en los campos de la memoria.

Sala recordó la gran repercusión que tuvo el festival y su éxito artístico, “aunque económicamente no salió bien”. Dijo que si pudieran volverían a hacerlo pero que en realidad es irrepetible.

Habló de su oficio, aseguró que todo eso de la fiesta continua y los privilegios y lujos del backstage son anécdotas. “Lo que hacemos más es llevar las maletas de los artistas. Solo somos un medio para que se establezca la comunión entre el artista y el público”. Encaró la crisis: “No nos toca como a otras partes del sector musical. El concierto no se acaba, es algo que no puedes duplicar, un momento mágico cuyo valor crece”. Visitando la exposición, Trias recordó que entonces era mayor para ir a la vaca y que estaba ocupado con otros asuntos como la salud pública (¡habría tenido mucho que decir sobre la higiene en el festival!). Mascarell, fan confeso de Keith Jarret, sorprendió asegurando haber estado en las tres ediciones, “aunque obviamente no hice acampada”. Desde luego uno no lo recuerda (ni lo imagina) haciendo cola en las duchas.

La dedicada a la vaca es solo una parte de la exposición, que recorre la notable historia de Doctor Music y exhibe reliquias como la entrada para su primer concierto (Obus+Starshooter, 12 de febrero de 1982, en el Palau Blaugrana) y material gráfico de legendarias actuaciones de Bruce Springsteen, U-2 o Tina Turner. Entre las fotos, una de un joven (1996) Neo Sala con Tina sujetando un pastel, o la dedicada al promotor (“To Neo”) por “Bruce”.

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Nostálgicos recuerdos del esplendor en la hierba

Pequeña antología de las tres ediciones de la vaca:

La zona de acampada comenzó a llenarse de una polícroma cosecha de tiendas y del febril stacato de centenares de martillitos y piedras al golpear las clavijas de los vientos. "Buen suelo, pero nos van a comer los bichos", vaticinó un tipo. (1996).

El súper, una gran carpa, está a tope. Una joven que se ha puesto dos litros de pachuli adquiere papel higiénico para dos meses. Suede entretanto hace pruebas de sonido. Brett Anderson es esmirriado, pero muy guapo. Va de negro, con lo que está cayendo. Es blanco de piel, pero aquí se le pasa, seguro. (1996).

Suena un mugido. Empieza la marcha. Una sacudida de música estremece los pastos. Un rasta se rasca con rabia los rizos. (1996).

Bowie, Suede, Lou Reed, sí, estupendo, pero, por Dios, que no sea tan difícil conseguir un teléfono. Los servicios del festival se han quedado cortos. Pese a todo, el público, macerado por el sol, el polvo y el rock es feliz. Bowie ha dicho que hace tiempo que no tocaba tan a gusto como aquí. (1996).

Un payés siega su campo con guadaña, mientras una fila de heavies con camisetas de Megadeth enfila rumbo a Esterri. (1996).

En la oscuridad, las campas parecen La noche de los muertos vivientes. Hay quien ya huele y se ha producido un general abandono de la costumbre del aseo diario. (1996).

Los ecologistas se quejan de los vasos de poliuretano y de que la gente se ha bañado en el río. De lo primero, Neo Sala dice que peor habría sido dejar a la gente sin bebidas. (1996).

Pop larga la frase: “Mi sangre es para ti, chupa”. Parece una consigna para los mosquitos. Escasean los suministros. Falta de todo menos música. (1996).

Se abrió la cremallera de la tienda. Una mano temblorosa y peluda surgió de la oscuridad. “No llueve, tíos”. El campamento se desperezaba. Mucha resaca. (1997).

Una adolescente con corrector dental, aunque maquillada como una buscona de Abilene, rinde tributo a Dylan: “Le veo como un padre”. (1998)”.41 grados han marcado los termómetros, pero Bob Dylan pide calefacción. No se fía. Así habrá llegado a viejo. “No se acaba de creer que en un valle de las montañas haga calor”, explica Neo Sala. (1998).

La noche tenía un sabor espectral. Nick Cave había cantado sus baladas suicidas y la luna despuntó sobre las montañas como una cruel amante. “Mirad, la jodida luna”, señaló Cave. (1998).

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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