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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La plaza de Europa

Se trata de una operación de urbanismo neoliberal, una desoladora ciudad de torres aisladas

Uno de los graves problemas territoriales de Barcelona es la mala conexión con su entorno metropolitano: se desfigura en contacto con el Besós y se pierde saliendo por la Meridiana o por la Diagonal, hacia Esplugues de Llobregat, con barreras de nudos de autopistas donde el peatón pierde cualquier posibilidad de conexión, incluso en transporte público.

Es por ello que el proceso iniciado por L´ Hospitalet de Llobregat en el año 1996 para reestructurar su franja en la Gran Vía, en contacto con la nueva sede de la Feria de Barcelona, tenía un gran valor estratégico como eje de centralidad metropolitana. Se pensó, incluso, en otra nueva plaza, la de Marina, que articulase el nudo de vías rápidas frente al hospital de Bellvitge, el hotel Hesperia y el hospital Oncológico.

Sin embargo, lo realizado demuestra que la solución urbana seguida en la plaza de Europa es errónea. En vez de plantear una estructura basada en manzanas, esquinas y parques, o de resolverlo como un campus, con edificios de diversas tipologías bien relacionados entre ellos, se ha optado, a la manera de La Defense en París, por un conjunto de torres aisladas y bloques bajos. El resultado del concurso para la modificación del PGM, ganado por el equipo de Albert Viaplana y pensado para dar facilidades a los operadores inmobiliarios, ha generado una operación de urbanismo neoliberal, una desoladora ciudad de torres aisladas.

El espacio público se usa cuando está concentrado y lo potencian las actividades de su entorno. En la plaza de Europa, aunque tenga suelos y mobiliario urbano bien diseñado, con diversidad de plantas y árboles autóctonos, y con un buen trazado de vías lentas para los vehículos del nuevo vecindario, es demasiado disperso entre las torres y está deshabitado. Toda la parafernalia geometrizadora para introducir un orden visual diagonalizado, que el inolvidable Agustí Fancelli calificó certeramente de “plaza excéntrica”, fracasa vivida desde la escala humana y con la dispar calidad de los edificios ya realizados. La crisis, además, ha frenado en proceso que, en plena burbuja inmobiliaria, era promovido de manera triunfalista por un Consorcio para la Reforma de la Gran Vía que, creado en el 2002, tenía entre manos la operación inmobiliaria más grande de Cataluña.

No solo la opción urbana es errónea, sino que la opción tipológica de torres, todas iguales, que han de servir para hoteles, oficinas y viviendas, es inadecuada por sus medidas. Los 22 metros de lado de cada torre hacen que, por esta excesiva profundidad, las viviendas difícilmente puedan tener ventilación cruzada. Desde un punto de vista de la sostenibilidad, la ciudad de torres aisladas es más desfavorable que la ciudad compacta: la torre es energívora , tiene más superficie de pérdida de energía, se basa intensivamente en el ascensor y en la climatización e iluminación artificial, es incapaz de crear un microclima urbano y potencia túneles de viento. Además, la calidad arquitectónica de las torres residenciales construidas en el centro de la plaza es nefasta. Hay algunas excepciones en el perímetro, en contacto con el tejido existente, como las proyectadas por Sergi Godia/Berta Barro, por las hendiduras que permiten luz y ventilación, y por Mercé Berengué/José Miguel Roldán, por la planta flexible.

A falta de ver cómo terminará siendo la torre proyectada por Rafael Moneo y Lucho Marcial, el edificio más sostenible del conjunto es la sede de Layetana Inmobiliaria, de forma escalonada, proyectada por RCR (Aranda, Pigem, Vilalta), con asesoramiento del Estudi Ramon Folch: ahorra energía por su buen aprovechamiento de la luz natural, que, a la vez, es regulable; entra el agua de la lluvia y tiene un sistema de reciclado de aguas grises; y, además, podría volver a desmontarse pieza a pieza y reciclarse.

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La plaza de Europa, en definitiva, por su planteamiento tipológico y urbano, es una oportunidad perdida de hacer ciudad, que aporta poco y se relaciona mal con lo existente; la edificación de baja altura corta la calle Amadeu Torner. Ambiciona ser una nueva centralidad metropolitana y quizás configure un distrito económico útil para la Fira, pero sigue sumando cajas aisladas a una situación periférica y resulta inútil para los habitantes del entorno.

Josep Maria Montaner, arquitecto y catedrático de la ETSAB-UPC

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