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Vari Caramés, cazador de sombras

El fotógrafo muestra en ‘Ritmo mareiro’ una visión antológica de toda su obra

Cuando irrumpieron los 80 y la gente se vestía de cuero y neón y las miradas eran rayos láser en medio de la oscuridad y el humo de los bares, Vari Caramés flaneaba por las calles cazando sombras y reflejos en blanco y negro de lo cotidiano. Cuando la mayoría de las miradas convergían en el espectáculo de lo que estaba pasando, y algunas más hábiles en los espectadores, Vari Caramés hacía retratos fugaces de la realidad corriente y moliente que parecían imágenes congeladas de historias ocultas o de emociones secretas.

“Mi padre me regaló mi primera cámara cuando tenía 14 o 15 años, y cuando iba a recoger las fotos reveladas, en un sobre me daban las que valían y en otro las que no. A mí siempre me gustaban más las malas”. En aquella predilección por el sobre incorrecto se ha basado el personal estilo del fotógrafo ferrolano residente en A Coruña, esbozado ya la serie Un previo coruñés que inicia la muestra, y patente ya en las posteriores, A movida viguesa, Castelos de Galicia, Coruña by Night, Compostela y Visión animal. Un estilo derivado de la “fascinación por los universos extraños, por crear efectos de los defectos”, en palabras del fotógrafo, para cuya definición se remite a una respuesta de Avelino Cachafeiro, el gaiteiro de Soutelo, cuando le preguntaron por su revolucionario método de tocar: “Llevo media vida afinando y media vida tocando desafinado”. “Para mí la fotografía siempre fue un juguete, lo importante es conseguir imágenes poderosas, magnetizantes”.

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La obra de Vari Caramés

De hecho, Vari Caramés nunca se ha considerado un fotógrafo en sentido estricto, ni un artista, sino un habitante de la frontera donde confluyen varios géneros. En la muestra se percibe como las referencias pictóricas se reforzaron en el paso al color, coincidiendo más o menos con el cambio de milenio -lo de datar las fotos nunca ha sido el fuerte de Vari, “toda la vida he intentado hacerlas intemporales”-. Las primeras, con motivos acuáticos, parecen acuarelas, una tendencia que se fortalece en las primeras series, Miraxes y Tránsito. Escenarios recuerda la sutileza de los paisajistas ingleses, antes de que en las fotos de Recreo, Caramés recupere el vivo colorido y el fuerte trazo del mundo infantil. La última serie representada es Nadar, una retrospectiva en sí misma, porque se inició entre 1986 y 1990 con una cámara submarina en la piscina de una sociedad recreativa, y se retomó y concluyó en 2010.

Ritmo mareiro fue un proyecto diseñado por la anterior concejala de cultura, María Xosé Bravo, que continuó la actual, Ana Rodríguez. “Se me ocurrió hacerla porque hay momentos en la vida en que te apetece pararte y ver qué has hecho”, apunta el autor. Estará en el Kiosco Alfonso hasta el 26 de mayo y ha estado expuesta anteriormente en la Sala Rekalde de Bilbao, aunque se ha adaptado para jugar en casa. “El problema no fue tanto escoger entre treinta años de fotos, sino que la muestra estuviese equilibrada, y sobre todo, evitar empalagar al espectador. Hay que dejarlo respirar”.

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