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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ventriloquia

Junqueras aprieta el cuello de Mas justo cuando recibe una bocanada de oxígeno del socialismo catalán

Lluís Bassets

La principal condición que impone Oriol Junqueras para apoyar los presupuestos de la Generalitat de 2013 es que Artur Mas cargue sobre Mariano Rajoy todas las culpas de los nuevos recortes. Es una condición algo extraña, porque el gobierno de Convergència se ha venido entregando a este ejercicio de proyección de responsabilidades desde hace mucho tiempo, antes incluso de las elecciones, y lo ha hecho además con enorme dedicación y esfuerzo, tanto por parte de sus diputados y responsables políticos como de sus medios de comunicación y comentaristas afines, aunque aparentemente el líder de Esquerra no los aprecie o valore suficientemente.

El señor Junqueras, sin embargo, cree que debe hacerlo más y mejor, es decir, que Artur Mas debe ser más insistente e incluso, según ha dicho, más convincente. La fórmula de Junqueras es nítida y sin matices: el gobierno catalán no tiene margen alguno de actuación y si hay recortes es por la entera culpa de los gobiernos de España, que expolian a Cataluña, no pagan lo que le deben y gradúan la liquidez sádicamente para paralizar su autogobierno, de forma que no hay más que despejar esta ecuación, naturalmente de primer grado, para que dé como resultado la independencia.

Hasta ahora, Junqueras había conseguido que Mas cambiara de programa de gobierno, pero está visto que quiere elevar el nivel de sus exigencias y CiU debe obedecer si no quiere quedarse en minoría a la hora del voto presupuestario y obligada a buscar otra mayoría parlamentaria o ir a una disolución precipitada para regresar a la urnas a los pocos meses de haber acudido a ellas. Junqueras es un tipo calmado y frío, pero el tono y la reiteración de sus advertencias no ofrecen lugar a dudas y recuerdan a CiU quién manda aquí. No le basta con que Mas sea menos business friendly y encuentre el vacío del empresariado, la incomprensión de la prensa anglosajona e incluso sea escasamente atendido internacionalmente: véase como responsables de Flandes y Gales han echado sendos jarros de agua fría sobre un independentismo que constituye novedad también para esos amigos europeos de CiU que frecuentan el Palau de la Generalitat. Ahora Junqueras quiere ir más lejos y trata de conseguir que Artur Mas diga las cosas tal como a él y a su partido les interesa. Más gráficamente, que uno hable por boca del otro, Junqueras ejerciendo de ventrílocuo y Mas de muñeco parlante.

No hay reacción alguna en Convergència a estas exigencias y admoniciones, aunque se percibe perfectamente cómo van obedeciendo sumisamente sus dirigentes a las consignas impartidas por Junqueras. Quizás llegarán incluso a ponerse a la cabeza de las protestas contra los recortes a la vez que siguen con los recortes.Duran i Lleida es el único que no está por la labor, y así le va, recibiendo críticas y desaires incluso desde las filas de su coalición. Su diagnóstico es tan devastador como preciso. CiU está perdiendo la centralidad a ojos vista, porque no domina en ninguno de los dos ejes que definen el mapa catalán: en el eje social son el partido de los recortes, mientras ERC puede criticarlos desde la oposición; y en el eje nacional, de nuevo es ERC quien se sitúa en la posición de ventaja y "capitaliza mucho mejor nuestro propio discurso soberanista".

Hay una nueva centralidad política, tal como se han ocupado de explicar Mas y sus amigos, pero el problema es que no son precisamente ellos los que la ocupan ni la lideran. Con la coartada autoindulgente del liderazgo plural, al parecer dictado por las urnas, Artur Mas enmascara la pérdida del control sobre su espacio político y el sometimiento a la agenda, el ritmo temporal y los argumentos de Junqueras. "Nosotros mismos les hemos dado legitimidad", asegura Duran en la entrevista de ayer a Neus Tomàs y Fidel Masreal en El Periódico, en la que no se ahorra críticas a ERC por su incapacidad de gobernar y sus desaguisados en la etapa del tripartito.

Las advertencias de Junqueras llegan en la semana grande de Pere Navarro, entre las declaraciones sobre la abdicación del Rey y el voto del PSC en Madrid por primera vez en dirección contraria al del PSOE, en coherencia con su programa y con lo que vota en Barcelona. Junqueras aprieta el cuello de Artur Mas precisamente cuando acaba de llegarle una bocanada de oxígeno desde el socialismo catalán.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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