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Vuelve Marx (‘reloaded’)

Carlos Marx vuelve a ser leído por jóvenes universitarios que buscan explicaciones a tanto desatino

¿A ver quién la dice más gorda? Por mi parte, advierto: hablo en serio. Hace poco, un amigo, profesor de Estética en una prestigiosa universidad barcelonesa, me comentaba como, desde hace pocos años, sus alumnos se interesaban por Karl Marx (no Groucho) y lo leían. Mi amigo no es el único, los libros de los clásicos marxianos (¡vade retro! yo no supe de Marx hasta los 23 años) tienen público reducido, joven y renovado en Europa y en España. Minorías que se interesan por encontrar explicaciones a lo que ven y que nadie les da. Minorías que creen que "la vida, el mundo tiene sentido", frente a los que como predicó con éxito abrumador Akio Morita, fundador de Sony, "no hay que buscar sentido a nada".

¿Y qué es lo que ven por ahí estos renovados marxianos? Lo mismo que todos: ven lo grotesco, el lado más turbio, ridículo, grosero e injusto de la vida económica, política y social. O algo así como conocer que la Generalitat debe más de 300 millones de euros a las farmacias, que Cataluña ha batido este año el récord de EREs, más de 5.000, al tiempo que el partido que mal gobierna y tiene un montón de justiciables en sus filas o su sede embargada emprende iniciativas anticorrupción, aún no ha presentado los presupuestos para 2013 y cuesta saber por dónde se escapa el mal gasto de los impuestos que mantienen a tan preclaras mentes. ¿Saben esos impresentables (un buen puñado) que les pagamos nosotros y que, teóricamente, son servidores públicos?

¿Sabe lo mismo la señora Cospedal, el señor Rajoy, Ana Mato & Co.? ¿Saben que siguen cayendo más de 8.000 empleos cada día? ¿Se sienten responsables? Y ¿cómo se atreve el señor Montoro a chulear a actores y representantes del pueblo de que conoce sus deudas con Hacienda?

La vida política española es grotesca per se y hasta el ¡Hola! oficializa a Corinna: espectacular, tanto si nos quedamos por las ramas como si no. Y no hablemos de Europa porque da grima. Todos lo dicen sin problema: ¡a ver cuándo aparece nuestro Beppe Grillo! No es raro, dado el panorama, que se clame por la antipolítica. Los conflictos crecen, con razón y sin ella.

Junqueras aprende rápido todos los vicios de la vieja política: su langue de bois es perfecta, ya no se entiende ni él mismo.

Giremos la lente. En España, el PSOE ya no es el PSOE, pocos lo ven como alternativa de gobierno creíble. Lo mismo sucede con (¿su ex amigo?) el PSC. En cambio el PP es más PP que nunca, su cara verdadera está quedando diáfana. Nada de derecha civilizada. Y CDC alcanza por fin su destino: ser engullida, con fruición, por ERC.

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Lo que nunca se atrevió a confesar, prudentemente, Jordi Pujol, Artur Mas no tuvo reparo en hacerlo desde el primer día: el tren va a la independencia, pero hay varias estaciones en medio, en ello estamos. Lo dijo tan bien dicho, con astucia, que pareció que Ítaca (cursi eufemismo para nombrar la utopía realizable) quedaba muy lejos. Las prisas llegaron cuando se vio la oportunidad: en el peor momento para todos, con la ventaja de tener enfrente a unos españolistas de tomo y lomo, los del PP.

Perfectamente complementarios, todos fueron al trapo: lo que importa es el conflicto absurdo. Unos negando el imprescindible diálogo, otros imponiendo urgencias sin hablar de qué, cómo y quién gestionará esa independencia. Ellos no valen y la estrella de Junqueras aprende rápido todos los vicios de la vieja política: su langue de bois es perfecta, ya no se entiende ni él mismo.

En esta política grotesca está, qué pena, el PSC. Lo de la abdicación del Rey pareció una broma. ¿Sabe esta gente de qué está hablando? ¿Acaso es esta propuesta un intento por liderar el perpetuo runrún antimonárquico propio de la España más negra y ultra? Solo se entiende que el señor Navarro quisiera dar la nota y chupar cámara. Vaya si lo logró. Y luego está lo de votar sin el PSOE: ¿acaso no fueron estos catalanes capaces de explicar a sus colegas no catalanes qué es lo que está pasando aquí? ¿Otro diálogo de sordos? Mal para el PSC, mal para el PSOE. Los dos pierden, ganan los demás. ¿Evitable o no tienen remedio?

Y mal, muy mal, para los que aplauden desde Cataluña la valentía del PSC: ¿desde cuándo es malo tener amigos, corresponsales, contactos fuera de Cataluña? ¿O es solo un ataque de envidia por esos contactos?

Margarita Rivière es periodista.

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