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En paradero desconocido

Cuando fue detenido en 2005 había una orden de detención contra él por incumplimiento de su última condena

En abril de 2011, tres meses antes del juicio, José Antonio Pouso, Pelopincho, el cabecilla de este macroproceso, plantaba al tribunal en medio de una misteriosa huida que continúa rastreando la policía. Era la segunda vez que lo hacía en su larga experiencia como narcotraficante con dos condenas en su historial de cuatro y ocho años. Este camarero convertido a traficante del tercer escalón se refugió varios años en Brasil y Canarias hasta que regresó a Galicia donde comenzó a gastar dinero a diestro y siniestro. Este despilfarro de nuevo rico fue precisamente el principio del fin. En el primer atestado de la Guardia Civil que dio origen al sumario de blanqueo en 2004, los agentes daban cuenta del tren de vida de Pouso Rivas, recogiendo testimonios de vecinos de Pontecesures y Valga donde el prófugo tenía negocios y propiedades.

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Lujo sin disimulo

Cuando fue detenido en 2005 había una orden de detención contra él por incumplimiento de su última condena. Aún así, y después de que el juzgado embargase su fortuna, Pelopincho salió en libertad a finales de 2010 en aplicación de la ya derogada doctrina del Tribunal Constitucional sobre la prisión preventiva. Desde entonces se le perdió el rastro hasta que la Audiencia de Pontevedra lo reclamó para juzgarlo. Una denuncia presentada por aquellos días por una de sus novias colombianas, en la que aseguraba que había sido secuestrado, puso a la policía sobre la pista de una rocambolesca historia. Un juzgado de Cambados abrió diligencias para dirigir la búsqueda del fugado y todavía siguen secretas. Cuando se pensaba que el asunto estaba a punto de archivarse, fuentes judiciales confirmaron que la investigación sigue abierta y que se han practicado indagatorias al aparecer nuevos indicios sobre el caso.

La hipotesis marroquí

La policía pudo constatar que Pouso Rivas preparó una descarga de 4.000 kilos de hachís nada más salir de la cárcel. Viajó a Marruecos para cerrar la operación pero la lancha con el cargamento se hundió frente a las costas de Lisboa, antes de llegar a Galicia. Los proveedores de la droga no creyeron esta versión y le reclamaron el dinero.

Es entonces cuando desaparece su socio, el pontevedrés José Bernardo Amil. Su familia lo vio por última vez cuando dos desconocidos se lo llevaron de su casa y se fueron en un coche que luego apareció quemado en un monte cercano. Tres conocidos narcotraficantes fueron citados como testigos por el juzgado pero se negaron a declarar. El secuestro de Pelopincho por mafias marroquíes es una de las hipótesis policiales, pero que no confirman que esté muerto.

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