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Un reconocimiento agridulce

Córdoba busca el equilibrio entre la conservación de su patrimonio y la gestión del turismo

Unos niños juegan en el entorno de la Mezquita de Córdoba.
Unos niños juegan en el entorno de la Mezquita de Córdoba.Alejandro Ruesga

Cualquier cordobés al que se le pregunte responderá que está orgulloso del reconocimiento que la Unesco ha hecho a la Mezquita-Catedral, la Judería y la fiesta de los patios. Pero algunos se lo pensarán dos veces. No todos reaccionarán con el mismo entusiasmo ante el aumento de visitantes que genera la inclusión de los dos monumentos y la fiesta en la lista de patrimonio del organismo internacional. La ciudad lleva décadas jugando con esa balanza, poniendo pesos en cada uno de los platillos: el del turismo, los ingresos y la rentabilidad económica en un lado; y el de la preservación de las esencias patrimoniales, razón última de la protección, en el otro.

“Lo importante en el patrimonio de Córdoba es tener las inversiones que garantizan su conservación y su puesta en valor y difusión”, señala la cordobesa Carmen Calvo, exconsejera de Cultura y exministra de la misma cartera con el PSOE, quien reclama ese equilibrio. “Todo tiene que darse en su justa medida”, zanja. “Lo importante es tener un buen estudio del patrimonio, un buen plan que abarque permanentemente su conservación y su mantenimiento y un buen proyecto de difusión y puesta en valor del mismo”.

Carmen Calvo reconoce que en los últimos años, el platillo pecuniario puede haber ganado peso. “Estos son tiempos de mucha superficialidad. Tiempos en lo que es más importante la promoción turística y económica cuando, en realidad, antes tiene que haber un estudio importante de protección y conservación”, reconoce.

“Las declaraciones de la Unesco son un ejercicio de buena intención que los poderes públicos entienden que son solo de protección. Pero se equivocan. Son los poderes públicos y los ciudadanos quienes deben protegerlos. Y en Córdoba, esto no se está haciendo”, señala Sebastián de la Obra, director del Archivo y Servicio de Documentación del Parlamento de Andalucía e impulsor de la Casa de Sefarad, museo privado enclavado en la calle Judíos y dedicado a la memoria de los sefardíes. “El patrimonio se está usando y tratando como una mercancía de un turismo masivo y de paso, no de un turismo cultural de exploración y descubrimiento. Las Administraciones públicas se han volcado más en lo primero pero el potencial de la ciudad podría ofrecer mucho más”, añade.

Este es un aspecto en el que Calvo coincide con De la Obra. “Los bienes culturales que dan un gran beneficio a la política turística y a su reclamo hay que considerarlos y respetarlos por sí mismos, independientemente de la utilidad económica. Si es al revés vamos por mal camino. No son yacimientos para su explotación, necesitan un trato mimoso”, reflexiona la exministra.

El viejo debate se ha reactivado con la reciente declaración de la fiesta de los patios como Patrimonio Cultural Inmaterial. La tradición, que se remonta a principios del siglo XX y es extremadamente popular entre los vecinos de la ciudad, lleva más de un lustro volviéndose un evento masivo que, para muchos se ha distorsionado. “El reconocimiento es un logro y un reto. Ha habido ciertas agresiones y ahora tendremos que buscar un buen modelo de gestión que proteja este paradigma de la economía del bien común que son los patios vecinales de Córdoba”, destaca Antonio Manuel Rodríguez, profesor en una Facultad de Derecho, ensayista y escritor muy vinculado al mundo de la cultura.

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A Carmen Calvo le consta que en el haber patrimonial de Córdoba “se han hecho inversiones importantes con mucho rigor”. Unas mejoras realizadas, en su mayoría, después de que se otorgaran los reconocimientos de la Unesco y, especialmente, a lo largo de los últimos 15 años. “Eso no significa que no quede mucho por delante, sobre todo en Medina Azahara, que es donde yo veo el objetivo importante de Córdoba”, concluye la exministra de Cultura.

El mudéjar vuelve a brillar

La rehabilitación de la casa mudéjar, actual sede de Casa Árabe, le ha valido a Córdoba el premio Ciudad Patrimonio de la Humanidad, otorgado por el Ministerio de Cultura. La iniciativa la tomó el gobierno local de IU. Y posteriormente, el equipo del PP presentó la obra al galardón, reconociendo la labor de sus antecesores y su buena ejecución. Definitivamente, el pasado 19 de febrero, el alcalde José Antonio Nieto (PP) recibió el premio de manos del príncipe Felipe.

El centro Casa Árabe de Córdoba se encuentra en el mismo solar en el que, en el siglo XIV, se levantaba un inmueble con elementos mudéjares. El edificio, que pasa casi inadvertido, está ubicado al final de un callejón cerrado, conocido antiguamente como la calle del Tesorero. Su fachada es austera con un gran portón y en el interior se suceden patios y construcciones que forman parte de un complejo que se ha restaurado y acondicionado para acoger a la institución Casa Árabe, que busca el acercamiento con el pensamiento y la cultura del mundo árabe.

Según el arqueólogo Samuel de los Santos Gener, uno de los pioneros que investigó el pasado de Córdoba a principios del siglo XX, la casa mudéjar era el resultado de la adición de cinco casas y cuatro patios. Es decir, un conglomerado de residencias enlazadas por galerías, pasadizos y escalinatas. La edificación se podría fechar en el siglo XIV, aunque la mayor parte de los restos actuales pertenecen a los siglos XV y XVI.

La sede se levanta sobre una parcela de 950 metros cuadrados y cuenta con estancias que permiten organizar exposiciones, salas de estudio para los investigadores y la realización de una amplia gama de actos. Su objetivo es trabajar para facilitar una comunicación intercultural que contribuya a conocer la realidad de esos países y romper así estereotipos, clichés y prejuicios.

La restauración estuvo dirigida por la Gerencia Municipal de Urbanismo, impulsada por los anteriores alcaldes, Rosa Aguilar y Andrés Ocaña. Y el proyecto lo firmaron los arquitectos Rosa Lara y Rafael García Castejón.

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