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La difícil tarea de repoblar

O Incio lucha por atraer familias con niños entre la indiferencia vecinal. Los habitantes se niegan a alquilar viviendas vacías para frenar el despoblamiento

Dos escolares de O Incio cruzan un paso de peatones mochila al hombro
Dos escolares de O Incio cruzan un paso de peatones mochila al hombroMANUEL VALCÁRCEL

“Dado que los niños son la fuente de riqueza y futuro de nuestro municipio, todos los partidos con representación en el Ayuntamiento tomamos conciencia y decidimos que era el momento de actuar para intentar atraer familias con niños para nuestro municipio”. Así finalizaba el bando emitido el pasado día 3 de diciembre por el ayuntamiento lucense de O Incio, que comenzaba advirtiendo algo que los vecinos saben de sobra: la despoblación y el envejecimiento, y que en el colegio público este año solo hay 22 alumnos. El bando instaba a los vecinos que tuviesen una vivienda habitable y desocupada y que estuviesen dispuestos a alquilarla a familias con niños, que se pasase por las oficinas municipales o llamase por teléfono. Una iniciativa semejante multiplicó por dos (de 14 a 31) a comienzos de este curso el alumnado del colegio San Martiño, en Vilariño de Conso, y el pueblo ganó diez familias. Aquí, en esta zona de prados y enormes bosques de castaños entre la sierra de O Courel y el valle de Lemos parece que vaya haber tal avalancha.

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El bando está pegado en la puerta del Paradís Rural, un curioso nombre para el establecimiento que todo el mundo llama bar do Barrete y que es la mitad de la oferta hostelera de la capital municipal, Cruz do Incio. Barrete tenía otro bar a 50 metros, pero cuando abrió el Paradís, lo alquiló, cerró el suyo y derribó la casa. El otro bar, o bar da Lupe, ahora Tegú, también lo ha alquilado el que tenía el bar Candil, ahora cerrado. Mucho antes de que fuese una oferta de suma cero, la hostelería en Incio era algo muy distinto. En Ferrería do Incio y en su elegante balneario veraneaban los Maura y los Gasset. En la trastienda del Paradís, después de la presentación del primer libro de la colección Memoria do Incio, Claudio Rodríguez Fer cuenta como cuando llegó a Nueva York en los noventa para dar clases, una alumna de aspecto inequívocamente norteamericano le preguntó por Incio. Se apellidaba Fox Maura y se había criado entre cuentos de aguas medicinales y paseos por el bosque.

En aquellos tiempos, por ejemplo en el censo de 1897, O Incio tenía una población de 8.200 habitantes, similar a la de Ribadeo, y un tercio de la que sumaba la capital provincial, Lugo. Y siguió manteniendo la cifra —aunque no la proporción— hasta mediados de los cincuenta. Hoy, lo de población envejecida es algo más que retórica. De los 1.875 vecinos actuales, el mayor tramo de edad, 228, es el de los que tienen 85 o más años (incluidos cinco que superan los cien) y solo 86 tienen menos de 16 años. En la última década, el ritmo de nacimientos parece regido por un metrónomo. Desde 2002, indefectiblemente tres al año, excepto en 2009, que hubo un baby boom de ¡diez! criaturas. Al año siguiente nacieron dos incienses, pero en 2012 vieron la luz los cuatro que restablecieron la media.

La demanda oculta

Los candidatos a nuevos vecinos tampoco son muchos. Ni de muy lejos. Rosa querría irse a vivir a Incio porque en Sarria nadie le alquila un piso “por los cinco niños”. Es de Madrid y además de las cinco criaturas, entre los 12 y los 3 años, tiene 32 años y un marido “que podría trabajar de granjero o de albañil, pero no hay curro”. Carmen vive en Oural y se enteró porque se lo dijo una vecina. Son nueve de familia —el matrimonio, tres hijos saliendo de la adolescencia y dos nietos pequeños—, vienen de la otra punta de la Península y sobreviven con dos pensiones.

Fátima también vive en Galicia, pero en la costa, y encontró lo de O Incio por internet. “Por cambiar de vida, para buscar tranquilidad sin lujos”. Tiene 26 años y se ha ganado la vida como comercial y limpiadora. Su compañero, como marinero y camionero, pero ahora ninguno tiene trabajo. Ni niños.

No es mucha demanda pero tampoco ha habido mucha más publicidad que el bando. Xosé Maceda asegura que demanda hay. “En Vilariño, en la primera semana tuvieron cien llamadas, y quedaron en lista de espera otros tantos, y en los foros de internet sigue habiendo peticiones, de todo tipo, no solo de necesitados”, asegura. De hecho, en uno de los foros de acabaconlacrisis.es donde se trataba la oferta de Vilariño, además de los casos que desbordan patetismo (a uno no le importa “empezar en un nuevo pueblo aunque esté en Galicia”), hay un carpintero al que le gustaría “acceder una casa para restaurarla, y formar pequeño taller y enseñar a personas interesadas en este oficio”, o un matrimonio “con una hija con dos hijos”: “Soy técnico agrícola y en jardinería y mi esposa es administradora de empresas y ex inspectora de policía”. No parece que en este caso los de Eirexalba pusieran problemas.

El CEIP Ricardo Gasset de O Incio no está en cifras de cierre, pero “para hacer un colchón y asegurar que se mantenga el colegio”, Xosé Maceda, el portavoz del BNG, presentó dos mociones para intentar atraer familias con niños. La de intermediar entre vecinos con casas alquilables y potenciales inquilinos se aprobó con los votos de todos los concejales. Los tres del gobierno (PSdeG), los dos del BNG, uno del Centro Democrático Liberal y los cinco del PP. La otra, la de rehabilitar las casas para maestros de las antiguas escuelas como viviendas, con todos a favor menos el grupo de gobierno, porque la operación hipotecaba en parte el presupuesto. Quizá en la práctica unanimidad influya que los portavoces superen en poco la treintena.

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Sin embargo, la medida de la rehabilitación de las antiguas viviendas escolares no prosperó, y no solo por la oposición del gobierno local. Los vecinos de los lugares donde estaban enclavadas, que utilizaban los bajos como locales sociales, rechazaron que en las primeras plantas, sin uso, pudiese venir a vivir gente. “En Eirexalba, lo de que ‘a ver si van a venir gitanos’ fue de lo más suave. En Goo dijeron que se lo pensarían y en Viso que no. En Vilasouto ya ni se reunieron, mandaron un escrito diciendo que usaban el local para fiestas, y que guardaban allí el pote para el pulpo”, recuenta la alcaldesa, Laura Celeiro. “Tampoco pasa nada porque cierre el colegio, van a Bóveda que está ahí al lado’, decían. Los viejos piensan que a ellos que más les da, tienen a sus hijos fuera, y lo que no quieren que les quiten es el médico. Pero no se dan cuenta que después del colegio, va el médico”, dice Maceda. Tampoco O Incio es Vilariño. Es la “Terra Brava” de Ánxel Fole, pero Monforte y Sarria están a escasos 25 minutos. Lugo, a 50.

Descartadas las viviendas oficiales (el Ayuntamiento tiene otras seis, pero cinco están alquiladas y la sexta está cedida a la Guardia Civil, que no la usa pero no está muy por dejarla), quedan las particulares. De momento, solo está la de Manolo Bousende en Trascastro, cerca de San Pedro Fiz, una iglesia-hospital construida en mármol en el siglo XII. “Es una casa de aldea, de piedra, en la que yo nací, pero ahora vivo en Incio. Estuvo habitada hasta hace poco, y cabe un ejército en ella, tiene cinco cuartos”, dice Manolo, que se dedica al transporte de viajeros y dice que se apuntó a esto “por colaborar un poco”. Tiene un hermano, que no se opuso y tampoco teme que los inquilinos le malquisten con sus viejos vecinos, “dependiendo de la gente que venga, claro”.

Laura Celeiro reconoce que no hay mucha oferta, y ni siquiera tiene constancia oficial de la del exvecino de Trascastro. “No ayuda que la primera familia que vino fuese una de etnia gitana con cinco hijos”, reconoce, a la vez que señala que examinar a “la gente que venga” es labor del Ayuntamiento. Desde comprobar que tiene unos ingresos para pagar la renta hasta recibir informes de escolaridad de los hijos. Maceda calcula que hay unas cincuenta no habitadas que podrían estar en el mercado, y coincide con la alcaldesa en que si no se alquilan en muchos casos es porque hay muchos herederos que no se ponen de acuerdo, o porque los propietarios vienen algún fin de semana o por las fiestas. Pero, además, se queja el concejal nacionalista, “para estas cosas hay que poner tiempo y medios, y el Ayuntamiento lo que hizo fue poner un bando. Fuera de ideologías, si estamos aquí es para hacer algo, porque queremos vivir aquí, si no, no sé qué hacemos”.

Mientras la idea cuaja o no, él ha contribuido a aumentar el censo a lo clásico. El pasado diciembre, su compañera, la poeta Olga Novo dio a luz a Lúa, la última recién llegada a O Incio. De momento.

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