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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lo que de verdad preocupa

Desde hace lustros, es el mantra más repetido por los dirigentes del PP catalán y, especialmente, por Alicia Sánchez-Camacho cuando no se dedica a imitar a Sandra Bullock en el papel de Miss Agente Especial: los políticos, y en particular los que ocupan responsabilidades ejecutivas, deben atender ante todo a “los problemas que de verdad preocupan a la gente”, y olvidarse de zarandajas ideológicas, cuestiones simbólicas, aspavientos gestuales y otras pérdidas de tiempo y dinero.

Sin ir más lejos, durante la última campaña electoral catalana, los oradores del Partido Popular reprocharon sistemáticamente a Artur Mas que priorizase sus “delirios independentistas”, que cultivase “el separatismo y las políticas identitarias”, en vez de afrontar el combate contra la crisis y el paro. “Los gobernantes están para resolver problemas”, aseveró Rajoy en Lleida; “para pagar facturas” —concretó Núñez Feijóo en Barcelona—. “Y no se pagan facturas agitando banderas”.

Glosar “la lucha diaria del Gobierno de Rajoy contra la crisis”, presentar al PP como el único partido serio, que centra todos sus esfuerzos en la mejora de la situación económico-social sin dejarse distraer por asuntos de charanga, ha sido uno de los ejes discursivos de la derecha española desde hace 14 meses.

Pues bien, en perfecta coherencia con tales asertos, el pasado martes la mayoría absoluta del PP en el Congreso de los Diputados aprobó con entusiasmo la admisión a trámite de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP), que propugna la declaración de las corridas de toros como Bien de Interés Cultural y, por consiguiente —así lo pretenden los promotores de la ILP y así lo prevé el presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara, el diputado por Sevilla Juan Manuel Albendea Pabón—, la derogación automática de la ley catalana que prohibía tales festejos. De la prioridad que el PP concede al asunto da idea que, según cálculos del citado Albendea, Barcelona podría volver a ser plaza taurina el próximo verano.

Alicia Sánchez-Camacho pide a Mas que se ocupe de problemas reales, pero lo que le preocupa al PP es restituir los toros

¿Españolismo, dice usted? ¿Reimposición totémica del toro y de la fiesta nacional en Cataluña frente al envite soberanista? No, hombre, no, de ninguna manera. Ante todo, se trata de sensibilidad ante las 590.000 firmas recogidas: es público y notorio que, en todos los bares de España, en los transportes públicos y en las cenas de amigos, no se habla de otra cosa que de salvar la tauromaquia tan sañudamente perseguida por la Generalitat.

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El asunto de los desahucios, en cambio, no suscita ninguna emoción, ningún debate, solo algún suicidio aquí y allá; por eso el mismo Partido Popular, en la misma sesión parlamentaria del 12 de febrero, hubo de ser arrastrado como un gato por la cola a admitir la ILP sobre la dación en pago, la paralización de los desahucios y el alquiler social, una iniciativa que apenas si apoyaban 1,4 millones de ciudadanos (ninguno de ellos votante del PP, o eso cabe esperar) y que abandera esa insolente izquierdista de nombre Ada Colau…

Así, pues, puntualicemos, que hay mucho demagogo suelto por ahí: mientras arde Roma (¿o es Génova?), forzar el calendario legislativo y el marco legal para reintroducir a toda prisa los toros en Cataluña contra el voto democrático del Parlament, eso no tiene carga ideológica ni voluntad españolizadora alguna; eso es puro desvelo por lo que preocupa a la gente.

En cuanto a los 571 millones de euros que, según ciertas estimaciones, la tauromaquia recibe cada año en ayudas de las Administraciones públicas (porque la mayor parte de las corridas son económicamente ruinosas), esas no son subvenciones identitarias. Dichos millones, en todo caso, cabría conceptuarlos como fomento de la actividad empresarial; don Pedro Balañá, propietario de la Monumental, está a la espera de que le fomenten la suya.

El pasado noviembre, en un mitin, Mariano Rajoy conminó a Artur Mas a, olvidando consultas soberanistas y Estados propios, “sacar a los catalanes de la crisis y buscar trabajo para los jóvenes”. Él ya lo ha hecho: trabajo de picadores, monosabios y mozos de estoques. Algo es algo.

Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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