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Tradición, familia y color en la rúa del Carnaval de Barcelona

Miles de personas celebran la cabalgata del Rey Carnestoltes en la Ciutadella

Una de las embajadoras de las antiguas ciudades que conforman Barcelona, ayer en la Rúa del Carnaval.
Una de las embajadoras de las antiguas ciudades que conforman Barcelona, ayer en la Rúa del Carnaval.MARCOS A. CABEZAS

Más allá de los conocidos carnavales de Sitges, Vilanova i la Geltrú o Solsona, casi todas las poblaciones de Cataluña tienen estos días un sinfín de actos que celebran Carnestoltes. Entre ellos, en Barcelona destaca un festejo que data del siglo XIV y que se recuperó el año pasado, la Taronjada, una antigua guerra de naranjas reconvertida en una civilizada guerra de globos y confeti. Una batalla de color y música que congregó ayer a padres, hijos y nietos a lo largo del paseo Picasso.

Con una agradable temperatura fueron llegando los coloridos carruajes, tirados por caballos, de los siete embajadores, junto con todos sus séquitos. En último lugar llegaba el Rey Carnestoltes, interpretado por el payaso Tortell Poltrona, dispuesto a dirigir la esperada batalla de color.

La tarde daba paso a la Taronjada y, anocheciendo, comenzó el festejo de la rúa tras un breve discurso de Carnestoltes.

La atmósfera era densa. Una nebulosa de color y confeti sobrevolaba la fiesta y embriagaba a los participantes. Se trataba de una locura visual en donde la noción del tiempo se perdía entre globos y confeti.

La Taronjada duró una media hora, que a los participantes les pareció cinco minutos. La banda musical del Rey puso punto final a la batalla y dio paso otro evento, el baile de máscaras. Este, sin concesiones a la modernidad, comenzó con canciones populares catalanas. Las familias al completo y los grupos de amigos las cantaban al unísono mientras se preparaban para lo que vendría después: una versión en catalán del archipopular gangnam style, con una coreografía llevada a cabo por los embajadores de las siete villas históricas de Barcelona —Horta, Sant Andreu, Sarrià, Gràcia, Sants, Les Corts i Sant Martí—.

La música ya no paró, valses, pasodobles... Todo valía. Los adultos bailaban, los niños nadaban por el mar de confeti naranja que cubría el suelo y El Rey Carnestoltes dirigía la orgía carnavalesca en la tarde noche del domingo en Barcelona

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